Es verdad que resultan incómodos los hermanos haitianos. En medio de la crisis social y política que los oprime, a lo que se suman la insuficiencia sanitaria y su habitual pobreza, se tornan desafiantes y groseros con el vecino más próximo, el que suele tenderle la mano ante las situaciones desfavorables.
República Dominicana acoge en su territorio más de dos millones de haitianos, según aseguró en un foro internacional el entonces presidente Danilo Medina. Aquí viven sin documento y ni siquiera dicen su nombre verdadero. Desconocen la solidaridad que le ofrecen personas e instituciones que por ellos han ganado rechazo, y hasta odio, de ciertos sectores nacionales.
Los líderes haitianos se comportan como un hombre que ha caído en un pozo profundo y corre el riesgo de perecer, se presenta una persona generosa que le tiende un lazo para sacarlo, pero el sujeto prefiere halar a quien lo ayuda hacia el charco para que también se ahogue.
La doctora Luisa Navarro, exdirectora de la Escuela de Historia y Antropología de la de la UASD, ha escrito el comentario que aparece a continuación:
Y tiene razón
«El presidente dominicano no es el presidente de la isla», dice Claude Joseph, ministro haitiano de Asuntos Exteriores.
Y, tiene razón. Luis Abinader es presidente solo de una parte de la isla, llamada República Dominicana. Pero esta parte es la que le provee a la otra: alimentos, servicios de salud, educación, artículos para la construcción, asistencia técnica, combustible, trabajo y muy especialmente balance, apoyo, cooperación, auxilio inmediato frente a desastres y solidaridad.
Pueblo y Gobierno de la República Dominicana han sido grandes aliados en la búsqueda de la paz, la solidaridad, el bienestar del pueblo haitiano.
Aunque tiene razón el ingrato, el presidente dominicano no lo es de toda la isla para andar pidiendo ayuda internacional en favor de Haití.
Ojalá que a los de este lado no se les olvide que Jesús habló de perdonar 77 veces 7. Nunca dijo que perdonaran 1801, 1805, 1822, 1844, 1845, 1849, 1854, 2021 veces.
Ojalá que el norte imperial no obligue a Abinader a perdonar tanto, tanto que se olvide de que es presidente de la República Dominicana, para que un dictadorzuelo no se lo esté recordando.
Que quite ese trapo de logo de la cúpula del palacio y llene el país de banderas y escudos, y que use la banda presidencial como si todos los días fueran 16 de agosto y 27 de febrero.
Porque bien lo decía mi abuela: «Primero Dios que su santo». Y también tenía razón.
rafaelperaltar@gmail.co
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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