Ha llegado a República Dominicana el movimiento que en varios países promueve la remoción de las estatuas del histórico almirante genovés Cristóbal Colón, iniciativa que nace luego de la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco racista en Minneapolis (Minnesota), Estados Unidos.
La acción fue cometida por el agente Derek Chauvin, quien durante un arresto colocó una de sus rodillas sobre el cuello de Floyd hasta que dejó de respirar. Sin dudas, el policía lo mató sin piedad, con saña y odio.
Como era de esperarse, este hecho desencadenó en manifestaciones masivas, con saqueos y destrucciones a las propiedades privadas incluidos, en 25 ciudades estadounidenses, comportamientos que obligaron a las autoridades de algunos estados a lanzar a las calles a la Guardia Nacional y a declarar toque de queda.
Como parte de esos descontentos colectivos, en Estados Unidos ha habido tres informes de manipulaciones de estatuas de Cristóbal Colón: una arrojada a un lago, otra decapitada y una tercera tirada al suelo. Es un mensaje claro contra el tradicional racismo.
La idea de deshacerse de la estatua de Colón en la República Dominicana cuenta con una petición en la página web Change.org, creada por un señor identificado como Eduardo Martínez en la que asegura que tener una efigie del fallecido navegante “es símbolo de opresión y enseña que todavía el racismo, la desigualdad, y el eurocentrismo están internalizadas, perpetuadas y aceptadas en la sociedad dominicana”.
Propone poner en ese lugar estatuas de héroes taínos y africanos, como Anacaona, Caonabo, Guarocuya, Enriquillo, Guacanagarix, Sebastian Lemba, entre otros.
Es un argumento acertado, pero difícil de complacer.
Lemba fue un dirigente negro antiesclavista que lideró una prolongada rebelión contra la esclavitud en la isla española y que murió aproximadamente en el 1547. A estos negros sublevados le llamaban de manera despótica «cimarrones».
El Diccionario define al término despótico como un abuso de superioridad, fuerza o poder en la relación con los demás. «es una persona desagradable y orgullosa que trata con despotismo a todo el mundo».
El despotismo fue una forma de gobierno que tenían algunas monarquías europeas del siglo XVIII, en las que los reyes, que seguían teniendo poder absoluto, trataron de aplicar medidas ilustradas; es decir, educar al pueblo, pero con métodos propios y, hasta cierto punto, con un esquema racial discriminatorio.
La escultura levantada en honor al descubridor de América está ubicada en el centro del Parque Colón, de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, y la verdad es que la misma constituye un símbolo de atracción para los turistas que visitan la isla caribeña.
Dudo mucho, por no decir imposible, que las autoridades dominicanas cedan a ese reclamo porque estarían matando la posibilidad de obtener recursos financieros a través del turismo, un renglón que en los últimos tres meses ha tenido graves reveses debido a la crisis sanitaria causada por el coronavirus, a lo que se sumó la campaña maligna internacional desatada a raíz de las muertes de visitantes extranjeros, por causas naturales y por accidentes, hospedados en lujosos hoteles nacionales.
Y no es que no tenga validez el reclamo de sustituir las estatuas de Colón. Él fue un devastador, explotador, abusador, esclavista, genocida, que maltrató a la raza indígena junto con los delincuentes y señores de gran estirpe que lo acompañaron en su periplo por las Américas.
Pero Colón no fue el único depredador de humanos en América. Los nombres de los otros están registrados en las páginas de la historia universal.
Se dice que contribuyó a la muerte estimada del 90% de los pueblos indígenas del Caribe. Junto a sus hombres, esclavizaron, asesinaron, mutilaron, violaron y robaron oro sagrado de los pueblos indígenas que encontraron.
Cristóbal Colón representa una parte muy traumática de la historia de los países latinoamericanos y el Caribe. Es decir, representa el dolor para todos los pueblos indígenas.
Ya en ciudades estadounidenses, como Boston, la estatua de ese señor fue retirada, ubicada en el extremo norte de la ciudad después de que fue decapitada por los manifestantes.
La estructura artística, que fue erigida en 1979, ya había sido destrozada previamente en 2015, cuando fue rociada con pintura roja y colocadas las palabras “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan) estaban pintadas con spray en la parte posterior.
Estas reacciones anti racistas son el producto de los atropellos que cometen algunos policías blancos norteamericanos con los negros afroamericanos y los hispanos, a quienes consideran razas inferiores. Es una tradicional práctica repugnante del nunca acabar.
No nos hagamos ilusiones. Los abusos policiales continuarán y las protestas también. Nadie las detendrá porque esas violaciones a los derechos humanos que tanto condenaron los líderes negros como Martín Luther King Jr., Malcolm X, Harriet Tubman, Rosa Parks, Booker T. Washington, Adam Clayton Powell Jr., Ella Baker y otros, solo cesarán cuando haya igualdad para todos los norteamericanos e inmigrantes de todas las razas.
Lamentablemente, alguna vez hay que acudir a los actos de violencia para exigir y lograr los derechos fundamentales. Los mejores logros los han obtenido los negros a través de la violencia; liberarse de la esclavitud, es uno de ellos.
De otra forma, no los escucharían. Sebastian Lemba y otros héroes negros son la mejor demostración.
(El autor es periodista residente en Santo Domingo).
mvolquez@gamil.com
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