El planeta tierra, aparentemente el único lugar de todos los demás planetas, hasta ahora conocidos, que abriga la vida. Somos, por el momento, los privilegiados en contener una «consciencia» que nos hace reconocer todas las sustancias que nos permiten… Ser.
Sin embargo, eso no parece asombrarnos y nos creemos ser «superiores» a «esa» misteriosa fuerza que nos creó. ¿Somos el producto de una casualidad? ¿El resultado fortuito del caos? Si esto fuera así, entonces somos un «accidente» que trata de «explicarse».
Si somos el resultado de la transición de los elementos y nada más, entonces seria «explicable» de donde sacamos esa «partecita» que llamamos… Ego. La ley de la supervivencia nos obliga a intentar «llegar» aquí y prevalecer sobre los demás. Solo bajo esa premisa podríamos entender esta desquiciada carrera de destrucción y afán de imponernos unos a otros.
Si en verdad fuésemos la creación de un ente divino y bueno, como tanto se ha trillado, deberíamos de ser seres de una consciencia bella y solidaria y no ¡los villanos que somos! Reconocer el regalo, bueno, o la tortura, o lo que sea de estar donde estamos sin remedio ni manera de escaparnos y encima, ¿hacia dónde? Debe ser suficiente razón para ponernos de acuerdo y pasarla lo mejor posible.
Este barco que navega a la deriva y hacía rumbo desconocido, lo cual, si lo pensáramos mejor, deberíamos de caer en pánico, no tiene explicación razonable y lógica. Lo único real que conocemos es que nadie vive para siempre, o sea, que estamos jodidos de todas formas…
¿Vale la pena joderle la vida al otro? Todavía no llegamos a ocupar toda la superficie de la «aeronave», es decir, todavía gozamos de suficiente espacio para no chocarnos unos a otros. ¡No hay razón para amotinarnos! Sin embargo, vemos como hay «tribus» que han logrado alcanzar tecnologías más avanzadas de destrucción, para joder más la cosa.
La competencia entre estos trogloditas de las cavernas, nos mantiene, a la mayoría, en un estado de histeria colectiva, como si ya no fuera suficiente el estar girando en una bola a la «garata con puño»… O buena de Dios.
Van a destruir el paraíso esos bárbaros azules mientras el resto permanecemos absortos y anonadados. Impotentes ante «la grandeza» de los imperios. ¿De qué vale su amor, su familia, sus amigos? ¿Cuál es su afán de riqueza y de vivir en el lujo, si estamos a punto de ser exterminados como cucarachas? No quiero que piensen que soy fatalista o ave de mal agüero. No fui yo el creador de los idiomas, las religiones o las naciones.
Todo fue creado «por ellos» nosotros cuando llegamos ya el mundo estaba condicionado. Pero le hemos seguido el juego y nos sentimos «orgullosos» del lugar donde nacimos, del idioma que hablamos, de la religión que nos impusieron. ¿Lo escogimos nosotros? ¿Acaso fue usted el que dijo… allí?
No tiene sentido. Un ser humano es un ser humano haya nacido donde haya nacido y eso no lo hace superior o inferior. Esas son cualidades que nos etiquetaron los cavernícolas y que no son aceptables en un mundo «moderno».
¿Quién liberará al mundo? Nos hemos aferrado al regreso de un redentor que ya matamos una vez y que si se aparece de nuevo le haríamos lo mismo. El asunto es nuestro y no de las alturas porque ya vimos ¡que ni «extraterrestres» hay! La salvación momentánea es terrenal y es asunto de todos el ponernos de acuerdo para romper las barreras que nos han impuesto en el pasado.
El mundo se va a joder en algún momento, esa es una posibilidad que está dentro de las estadísticas ante los millones de mundos locos girando por todas partes. Vamos a pasarla lo mejor que podamos en lo que eso llega y les toque a quien les toque. Disfrutemos del planeta y su paraíso. Hagamos la vida nuestra y de todos lo más agradable posible.
Darle sentido al caos de nuestra existencia quizás nos daría la respuesta del ¿¡por qué estamos aquí y hacia donde carajos vamos!? ¡Salud! Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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