La mayoría de nosotros solemos «dar» luego de recibir. Siempre esperamos recibir un beneficio para «considerar», al que nos dio, «digno» de nuestra «benevolencia»…
Además, eso de dar tiene sus límites, ya que, pocos dan todo lo que tienen. Es decir, lo que tienen en ese momento. Tampoco se trata de irse a la ruina, solo quitarse un bien momentáneo por solidaridad con el otro.
Yo he dejado de comer para que el otro se coma mi comida; he dado los «únicos» cinco dólares que tenía sin tener nada para mañana. También he tenido que pedir en muchas ocasiones.
Aprendí que da el que tiene y muchas veces hasta el que no puede. Aprendí también que, de la misma manera que hay que ser humilde al dar, igual se hace al recibir.
Cada uno de nosotros, en algún momento del trayecto terrenal, se ha visto en situaciones escabrosas y difíciles. Algunos tienen el «ego» tan absurdamente insertado que han pasado más calamidades por vanidosos.
Otros, los más radicales, han optado por el suicidio…
Nadie nos aseguró antes ni sería capaz de hacerlo ahora que la vida será un bienestar constante.
Nadie sabe dónde estará en los próximos tres minutos, ni cómo su vida pudiera cambiar en cuestión de segundos. Lo he visto, lo he vivido, lo tengo por sentado. Nadie tiene asegurado nada en esta vida.
Por esto la mayoría de la gente es egoísta y temerosa de la incertidumbre. Han pasado sus momentos malos y «procuran» no volver a pasarlos. Esto los hace insensibles de caridad e indiferentes a las necesidades ajenas.
Desconocen el poder del amor y la caridad. Cada vez que me desprendo de algo en un acto de bondad y generosidad, el universo me compensa sobreabundantemente.
La magia del bien no es muy conocida por la angurria y «el agarre» que tenemos. Desconocemos que todo este entramado en el que participamos está conectado por todas partes y el amor fluye entre venas invisibles.
El escenario de la vida suele tener una trama en la que va sumando la cantidad de bienes dados, ya que solo el amor transforma los absurdos de crear «un mundo mejor» basado en egoísmos.
Vencer los miedos del mañana nos brinda el conocimiento de vivir el presente. Nadie vive mañana; las necesidades son hoy. Las tuyas, las del otro. No nos aferremos a «lo nuestro», ya que nadie, en verdad, tiene algo.
Somos energía y debemos encausarla siempre hacia las causas positivas. Solo así podremos sentir el bienestar sin cargarnos de odio, ignorancia o indiferencia ante los demás.
Lo más importante del acto de dar o recibir son las vibraciones que emanan y se expanden transparentes, pero sólidas como hondas limpias y transformadoras.
Van tocando almas desubicadas y confundidas en un mundo donde «el poder» se mide en posesiones materiales. Cuando el verdadero placer está en la sonrisa que brota del que da como del que recibe. ¡Salud! Mínimo Darecibero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).