Por Danilo Cruz Pichardo
La experiencia indica que en todos los gobiernos hay personas serias, pero siempre están en minoría, porque, exceptuando a las administraciones de Juan Bosch y de don Antonio Guzmán, la mayoría de los jefes de Estado no designan funcionarios por su talento ni honestidad. Ni siquiera por méritos políticos. Siempre se les da prioridad a los que más dinero invierten en la campaña electoral. Y los que invierten millones de pesos, en un candidato presidencial, es lógico que aspiran a multiplicar ese dinero. ¿Usted lo duda?
Recuerdo que en el Gobierno de Salvador Jorge Blanco hubo dos funcionarios que se ganaron la reputación de honestos. Me refiero a Rafael Flores Estrella y Emmanuel Esquea Guerrero, a los cuales no se les podía plantear tratativas que contraríen la moral, porque se ofendían. En el propio Gobierno de Hipólito Mejía hubo servidores cuya honestidad está fuera de discusión. El doctor Aníbal Amparo, quien fue administrador de la Lotería Nacional en esa administración, salió de esa institución sin dinero y tuvo que ejercer su profesión de odontólogo en condiciones muy desfavorables, en un laboratorio que no era de su propiedad.
Al profesor Juan Bosch nunca lo traté personalmente, pero por lo que se sabe era un hombre de sólidos principios morales, que actuaba por conciencia. “La conciencia no es más que otra persona dentro de uno”, dijo Luigi Pirandello. Otro político serio y honrado lo fue el doctor Peña Gómez, el cual nunca tuvo ambiciones económicas y sus años de actividad política los dedicó a luchar por la democracia dominicana.
Un político que robe elecciones, no reconozca hijos, auspicie y encubra corrupción y asesinatos jamás podría ser serio, pero lo que se dice -y parece ser cierto- es que Joaquín Balaguer era un hombre honrado. La mejor muestra está a la vista: no dejó fortuna económica, a pesar de haber gobernado el país durante 22 años.
Se conocen políticos dominicanos que durante un trayecto de su vida fueron serios, pero al llegar al poder se corrompieron. Es como dice José Luis López Aranguren: “Los valores morales se pierden sepultados por los económicos”. Conozco a otros de doble moral: “una que predican y no practican y otra que practican, pero no predican”. Y el perfil negativo crece, en un caso particular, si le agregan el egoísmo y la ingratitud, pues anotó en un block de hielo el nombre de aquellos que bajo pandemia les hicieron campaña y lo convirtieron en presidente.
Para la población darse cuenta del carácter ético de una administración gubernamental solo tiene que observar el perfil de los funcionarios del gabinete. El perfil moral de la persona que se coloca en cada órgano del Estado es un indicador del objetivo de ese gobernante. ¿Por qué razón Emmanuel Esquea Guerrero no ocupa un cargo de relevancia en esta administración? Saque usted su conclusión.
He conocido mandatarios que no designan ni por el diablo a personas de reconocida seriedad, porque con esos señores no hay posibilidades de componendas indecorosas, como es el ejemplo de los patrañosos fideicomisos públicos. Otra cosa: siempre investigue el vínculo de un funcionario con el encargado de compras. Si lo que procura es robar nunca designa a un compañero de su partido. Ponen a un pariente, familiar de la mujer o amigo de extrema confianza.
En el periodismo hay muchas personas serias y me consta. Está el caso de mi tocayo y amigo Danilo Correa, director del diario digital “La Prensa Tras la Verdad”, entre otros, pero aquí hay un disco rayado, porque cuando se habla de comunicadores honestos solo mencionan a Altagracia Salazar, Marino Zapete, Delis Herasme, Nuria Piera, Alicia Ortega, Dany Alcántara, Rosario Espinal y otros. Nunca he cuestionado la honorabilidad de ningún comunicador, pero ese es un número muy limitado, en un país donde hay decenas de profesionales del área adornados de prendas éticas. Esa discriminación genera celos muy válidos.
Sin embargo, siendo estudiante de comunicación social, en la segunda mitad de la década de los 70, aprendí que “la imagen no es lo que uno piensa que es, ni siquiera lo que uno es, la imagen es lo que los demás piensan que uno es”. Particularmente, como comunicador, cojo lo que me den, pero (perdonen que hable en primera persona) no hay un solo político dominicano que pueda decir que me ha dado dinero a cambio de algún artículo periodístico o que un servidor le haya pedido dinero para algún fin. Ni lo pido ni lo acepto.
No estoy condenando, empero, que otros lo hagan. ¡Nada! Cada cual tiene derecho a cobrar por su trabajo profesional, además no sé la necesidad económica que podrían tener algunos colegas en determinados momentos. Los médicos y abogados, para citar a dos profesionales de otras áreas del conocimiento, cobran y a veces especulan, abusan de pacientes y clientes. (Hay cirujanos que operan conscientes de que el caso no lo requiere y ese tipo es un verdadero criminal, porque está exponiendo una vida). Entonces, ¿por qué razón los comunicadores no tienen derecho a exigir remuneración por sus servicios de relaciones públicas?
Están, no obstante, las denominadas bocinas de la comunicación, capaces de servir a todos los gobiernos y, lo que es peor, de destruir honras por paga, inclusive de personajes a los que ayer defendieron también por paga. Ese tipo de sujetos está ofreciendo actualmente sus servicios al presente Gobierno y algunos compañeros del PRM justifican, alegando que en política se vale todo. ¡Qué vergüenza!
Admito que, en mi caso particular, nunca he sido un periodista independiente, ni creo en una auténtica independencia. Regularmente son disfraces. Siempre estuve vinculado al PRD y en los últimos años al PRM y he apoyado a políticos con los cuales me identifico ideológicamente, como en efecto ocurrió con el doctor Peña Gómez, a quien le escribí cientos de artículos y se sorprendía por el hecho de que nunca le había pedido nada, tal y como me hicieron saber miembros de una comisión de profesores de la UASD que lo visitó.
Reitero, sin embargo, que la imagen de una persona es lo que los demás piensan de la misma. Ese fenómeno se produce en todas las áreas. En el baloncesto no hay quien le saque de la cabeza, a la mayoría de los aficionados, que Michael Jordán ha sido el mejor de esa disciplina, aunque Lebrón James coloque las mejores estadísticas históricas. En el boxeo también nadie se atreve a decir que tal boxeador fue mejor que Muhammad Alí, el más carismático pugilista que ha subido a un cuadrilátero, cuya popularidad se elevó universalmente al negarse a acudir a la guerra de Vietnam, sin importar el despojo de su título de campeón.
danilocruzpichardo@gmail.com
Comentarios sobre post