A Pleno Sol
La acción de los delincuentes no se detiene. A diario hay atracos y hechos de violencia.
El malsano no le teme al coronavirus, ni respeta el derecho a la vida, y contra él se debe aplicar todo el peso de la ley. Hay muchos caminos para atajar y prevenir el delito, y todos deben estar sobre la mesa.
Lo primero es que la justicia pueda hacer su trabajo. Los jueces deben ser verticales y aplicar sentencias de acuerdo a la magnitud del delito cometido.
El fardo de las pruebas debe ser estudiado a fondo. No debe darse ni injusticias, pero tampoco complacencias.
En parte añoro la etapa de la íntima convicción del juez. En ocasiones es necesaria. No siempre se puede esperar una verdadera justicia en base a las pruebas reunidas.
Es un hecho que esa recopilación engaña. El juez debe ver la acusación de forma humana, y no un descorrer automático.
En cuanto a los fiscales, tiene que darse mayor responsabilidad y apego. El juez de la querella es ese magistrado.
Puede darle paso al expediente o lo puede desestimar. No lo debe manejar por el efecto del llamado delito de opinión pública.
Es tradición que todos los agentes actuantes en el estamento judicial se dejen influenciar con el llamado delito de opinión pública, o sea cuando desde la calle, surge la voz masiva de que hay un culpable o un inocente.
Pero se debe tener en cuenta que la turbamulta actúa por prejuicios, sin pensar en frío y sin el conveniente análisis. Escuchar el bramido de la multitud es dar el primer paso de cometer injusticias, o soltar a culpables.
A los fiscales hay que dotarlos de la maquinaria suficiente para que puedan ser agentes investigadores. No se trata de leer expedientes, sino de poder ampliar la pesquisa y ver en los entretelones del crimen.
Pero a todo el estamento judicial lo que más daño le hace es la corrupción. Cuando hay mujeres y hombres que están a precios, es imposible que funcione el sistema.
Mucho se ha conseguido en las reformas de la judicatura, y ya se va erradicando a jueces y fiscales corruptos.
En lo que se refiere a la policía, es la encargada de perseguir el delito y detener a los responsables, pero nunca debe olvidar que es un auxiliar de la justicia. No es juez, ni fiscal, ni verdugo.
Cada día hay que ir convirtiendo a la policía en una institución de investigaciones puntales para prevenir el crimen y detener a los delincuentes. Hay que pensar en el factor humano de los agentes, y un buen paso es mejorar el salario.
El principal componente de la vorágine del crimen sigue siendo la crisis económica y el marasmo social. Ya hablaremos de ello. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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