Dice, David Jiménez, periodista y pensador español, que» pocos se atreven a decir la verdad, aun sabiendo que nos podría hacer daño». Y no se trata de ser mártires o idiotas, o «suicidas». Es algo que va más allá de la calidad indivisible que abrigan algunos seres humanos en cuanto a «sentir», realmente, lo que está bien o lo que está mal…
Esos individuos, tan necesarios, son referencias morales, que nos inspiran a mantener la esperanza de que algún día el mundo sea un lugar sensato y lleno de objetividad. Nos hacen ver cosas que la mayoría no ve y encima, tienen el valor de decir, lo que tampoco somos capaces de decir.
Como ya mencione en otro latido, he percibido el alejamiento de algunos allegados por disentir en temas que «ambos entendemos» son adversos a nuestra forma de pensar. Si eso sucede con amigos o conocidos, imagínense como será con desconocidos…
El riesgo que se toman los que hacen sus pensamientos públicos a través de medios de masas, es inmenso. Muchos pierden la vida por decir lo que hay que decir si se quiere tener una sociedad justa. Mencionaba el caso de Julián Assange, anteriormente, quien denuncio atropellos cometidos por instituciones públicas y privadas y que en la actualidad lo tienen encarcelado. Suerte que no han tenido muchos que hoy yacen en tumbas olvidadas.
Pero independientemente de hacer comentarios públicos en la prensa, uno debería de tener «esa» responsabilidad en su afán diario de vivir. Es decir, colocarse al lado de «la verdad» que crea bienestar para el conjunto. Yo sé que a nivel personal, vivimos «evadiendo», como equilibristas, el que «los demás» descubran ciertas intenciones o egos que todos abrigamos, incipientemente, en pro de un bienestar x…
Herman Hess, autor de Sidarta, decía: «¿Cuanto has mentido, cuantas veces has fingido ser el armonioso y sabio, el iluminado? ¡Dios mío, qué siniestro y fanfarrón es el hombre, sobre todo el artista, sobre todo el poeta, sobre todo yo!». No nos engañemos, muy dentro de cada uno de nosotros guardamos la cosquillita y el afán del ego.
Especialmente, como apunta Hess, los creadores, los que hacemos vida pública y esperamos «las palmadas» de simpatía ante «lo creado». Pero más allá que eso, es responsabilidad inequívoca de quien promueve los hechos y observa lo acontecido, tener un ojo «virtuoso» lo más cercano a la verdad posible. Independientemente de si «sus ídolos» se caen en el mismo.
La sensatez debería de ser una materia a enseñar en todas las escuelas del mundo, ya que «ser sensato» amerita ser curioso. Y la curiosidad es la mejor fuente para alcanzar la verdad, pero no una verdad relativa o «especulativa» como difunden hoy la mayoría de los medios, sino, La verdad, pura y simple.
Veo constantemente videos y noticias manipuladas, que se hacen «virales», y todos, en su inmensa mayoría, reenvían estos atropellos como válidos, sin pensar en el daño que causa su ignorancia. Frases «convenientes» atribuidas a personajes de la historia, que en su vida dijeron, solo para «agitar» una causa a la que favorecen y, si este hombre lo dijo, pues es «justo»…
El coraje moral debe de estar acompañado del discernimiento y ausente de las pasiones. Ser justo es el propósito final de estos pensadores quienes, de forma no interesada, alcanzan «la fama» y todas esas vanidades tan de moda hoy y siempre, con el simple acto de la «sensatibilidad».
Hoy en día, el coraje moral es sinónimo de «izquierdista», para los de derecha, y «equivocado», para los de la izquierda. Son calumniados y vejados, de acuerdo a «quien» están señalando. La conveniencia es tan ruin como la mentira y es muy abundante verla en los círculos políticos y de grandes corporaciones, ya sean médicas, de hidrocarburos, alimentos, armamentistas y siga usted con el listado…
La manipulación no logra atravesar al coraje moral, por lo que se le hace incómoda este tipo de elementos. No tienen precio, a pesar de ser tan humanos como usted y yo. Llegan a ser «incómodos», no porque sean gritones o bravucones, porque los hay de todo tipo, sino porque, odian las injusticias… sencillamente.
Lo insólito de todo esto, es que el coraje moral, es a la vez el grito de todos, está impregnado en cada uno de los ciudadanos de la tierra que buscan vivir lo mejor que les sea posible, sin que «nadie» les joda la vida, pero tenemos miedo de sacarlo de forma individual, tenemos que esperar que salga el vecino del frente, el de la esquina y todo el barrio a la calle, para exigir justicia a un asunto, que llevaba años jodiéndole la vida a todos…
Cuando el coraje moral despierte en los corazones de los hombres, ya no habrá dictadores, ni empresarios o políticos astutos intimidando sus vidas. La verdad será inquebrantable y «cierta», y no lo ambivalente que es hoy. Una verdad mentida que ahoga las esperanzas de un mundo justo y hermoso. ¡Salud! Mínimo Corajero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
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