Manuel Vólquez
Nunca se extinguirá en el plano personal la publicación que enlodó la moral y ética de destacados periodistas o comunicadores al señalarlos como supuestos receptores de donaciones financieras provenientes de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, siglas en inglés).
A pesar de que el autor de esa divulgación se retractó del hecho y pidió perdón, alegando que fue sorprendido en su buena fe por una presunta fuente que le suministró los detalles de las donaciones, versión que debió confirmar, ya el daño es irreparable no obstante los afectados intenten resucitar su honor por la vía judicial.
Esa acción es difamatoria y se da desde diferentes estamentos geopolíticos, jurídicos, intelectuales, científicos, religiosos, militares, sociales, etc. Se le conoce como la “posverdad”, un concepto filosófico que el diccionario de la Real Academia Española (RAE) define como “distorsión de la realidad, una manipulación de las emociones que se realiza de forma deliberada para incidir en la opinión y en el comportamiento de las personas”.
Ese evento suele vincularse principalmente a las redes sociales, donde la verdad queda en un segundo plano y se privilegian las emociones a través de los llamados “influencers” (personas que tienen gran alcance, poder de convencimiento y popularidad) o algunos comunicadores de programas interactivos que ganan fortunas difundiendo contenidos basuras y alienantes, bajo el pretexto de que esas cosas son las que les gusta a la gente.
En la generalidad de las veces, son individuos que buscan “like, o me gusta” para acreditarse miles de seguidores. En efecto, se hacen millonarios con ese adefesio virtual en complicidad con los creadores de las principales plataformas sociales, los llamados dueños de las nubes, que a fin de cuenta son los que más beneficios económicos obtienen.
Explican algunas investigaciones que más del 70% de los usuarios obtienen información sobre la política y de otra índole por mediación de las redes sociales. Esto facilita la difusión de detalles erróneos que se aceptan como ciertos. Obvio, los que utilizan ese método tienen detrás un potente aparato mediático propagandístico que los respalda y que hará todo lo posible por hacer que esas falsedades parezcan verdades.
La mentira es la principal herramienta de los promotores de la posverdad, pues el fin último es desacreditar, confundir o engañar a los incautos. Los demagogos son vistos como los maestros de la posverdad.
En la biblioteca virtual podemos encontrar diversos ejemplos de posverdad, que incluyen el uso de datos tergiversados para respaldar una afirmación: creación de noticias falsas con el fin de influir en la opinión pública, la configuración de imágenes o vídeos para generar una percepción distorsionada de la realidad e incluso elaborar teorías o denuncias conspirativas para pasar como víctimas.
A manera de ilustración, vale recordar que durante la pandemia Covid-19 circularon afirmaciones que advertían sobre los daños que causaban las vacunas. Muchas personas creyeron en esa falacia sin fundamento y no se vacunaron.
En el mundo, los grandes estrategas y asesores políticos rellenan de mentiras y con cifras engañosas los discursos de los candidatos presidenciales en labor de campaña. Utilizan mensajes que apelan a las emociones y confusión, distorsionando la verdad para ganar apoyo. Aplican la frase de que “el fin justifica los medios”.
Esa realidad la vemos con frecuencia en el terreno nacional y se trabaja de manera intensa para crear confusión en el electorado, teniendo como aliados a infiltrados en los medios de comunicación.
Ejemplos recurrentes de posverdad trazados por los actores políticos son las siguientes frases: “Durante mi gobierno se vivía mejor”, “Nosotros dejamos el país sin apagones”, “La inflación no baja, pero tampoco se compensa con ingresos que permitan hacer frente a la nueva realidad”, “Las condiciones de vida de la gente se han deteriorado”, “El poder adquisitivo ha disminuido”, “Por la incapacidad de este gobierno, hemos vuelto a la época de las velas y los inversores, con elevada tarifa eléctrica”, “Ahora hay más pobres que antes”. Sumamos a esa línea las determinadas encuestas de opinión por encargo, que siempre dan vaticinios de triunfo a determinados candidatos que luchan por diferentes cargos electivos.
También observamos esa tendencia manipuladora en otros países. Donald Trump usó ese recurso durante la campaña electoral cuando decía que los inmigrantes eran criminales, que eran terroristas y se comían las mascotas, que “son criminales duros, duros y crueles que andan libres por nuestro país”. El 2 de abril de 2024, en Michigan, llamó «animales» y «no humanos» a los inmigrantes que se encuentran ilegalmente en Estados Unidos, recurriendo a una retórica despectiva que ha empleado una y otra vez desde la campaña electoral del 2016. Ese discurso convenció a la ultra derecha para votar por él. En Alemania los políticos también están recurriendo a esos alegatos en pleno apresto electoral.
En el 2016, Le Pen, candidato presidencial, expresó que «necesitamos fronteras nacionales para Francia», que los inmigrantes no deberían recibir cuidados médicos financiados por el Estado, seguridad social y que deberían terminar con los asilos. El líder de la extrema derecha de Holanda, Geert Wilders, quien aspiró a ganar las elecciones en su país para convertirse en primer ministro, es conocido por su posición contrario al islam y anti europeo. En Reino Unido, Nigel Farage, quien presidió la colectividad euro-escéptica Ukip y que lideró la campaña por el Brexit, puso en el debate el tema migratorio en esa nación. En esa dirección está el presidente argentino Javier Milei, un admirador de Donald Trump.
La posverdad, además, se evidencia claramente en los medios de comunicación, donde la información no siempre se presenta de forma objetiva y emplean los titulares sensacionalistas para atraer la atención de un público indefenso.
Por igual, se manifiesta en el ámbito científico, donde los hechos pueden ser distorsionados. Es el caso del cambio climático, que aunque el 97% de los científicos concuerda en que está ocurriendo esa eventualidad, muchos continúan argumentando lo contrario. Esto ocurre por diversas razones, entre estas proteger los intereses económicos de algunas industrias que temen perder ganancias y algunas naciones poderosas que contaminan el medioambiente.
Por último, otra muestra clara de posverdad la tenemos en la aparición constante de los Objetos Voladores no Identificados (OVNIS) que se avistan en el cielo o en el suelo. La NASA ha reconocido que existen, pero argumenta que no se sabe su origen ni su naturaleza. Sencillamente, siempre ha mentido todo el tiempo ocultando los resultados. Mientras, utiliza la tecnología de esas naves para fortalecer la estructura militar y los viajes espaciales.
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(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).