El ejercicio al aire libre es el método más efectivo que he adoptado para avanzar en mi recuperación luego de padecer el derrame cerebral, enfermedad que me impactó en el año 2014 afectándome el brazo y la pierna del lado izquierdo.
Un médico neurólogo que también sufrió esa eventualidad y que igual que yo aún anda asistido de un bastón, me dijo que tardaría muchos años para volver a la normalidad, que todo depende de la autoestima y la actitud positiva que demuestre.
Me aconsejó mantener una rutina de ejercicios que considera muy efectivos para fortalecer los huesos y así preservar la vida, como caminar en un parque al menos cinco días a la semana por 35 minutos y practicar ejercicios terapeúticos o de meditación al aire libre.
Por igual, me advirtió que debía cambiar los tradicionales hábitos alimenticios ingiriendo comida sana, baja en grasa y sal, no consumir alcohol. También, ingerir sin falta los medicamentos indicados por los galenos especialistas.
Diez años después, he comprobado la efectividad de esos consejos, aunque el brazo y la pierna todavía están débiles. No tengo agarre con la mano izquierda, pero siempre hago esfuerzos para recuperar la movilidad habitual. Por ahora, en la computadora, escribo, edito textos e imágenes, usando la mano derecha. En cuanto a la pierna lesionada, busco la manera de recuperar la fuerza de años anteriores. No puedo sostenerme de pie por mucho tiempo, pues me abate el cansancio.
Estoy consciente de que estaré lidiando con esa situación, tal vez, hasta que el cuerpo aguante, que estaré discapacitado para las labores productivas que me permitían generar los ingresos familiares.
En la medida que avanza la edad (tengo 75 años), más frágil se torna el cuerpo humano. Confieso que siempre adopto extremas medidas para evitar una caída caminando, cuando estoy en el baño o subiendo la escalera de mi casa. Pocas personas de edad avanzada sobreviven a una caída estrepitosa. Aclaro, no le temo a la muerte, lo hago por precaución.
Narro esas cosas para motivar a mis amigos, parientes y colegas de profesión a involucrarse en los ejercicios físicos, a propósito de una modalidad conocida como “ejercicio verde”. Se trata de la denominada biofilia o el deseo de estar en contacto con la naturaleza para aumentar nuestros niveles de energía.
Practicar ejercicio en un entorno natural como un parque o el bosque, preferiblemente en un día soleado pero evitando el calor, humedad y viento intensos y respirando el aire puro, o montando bicicletas, ofrece numerosos beneficios para la salud física, anímica y mental y anima a seguir entrenando, según los especialistas.
“Con cada vez más personas ejercitándose al aire libre, algunas cadenas de gimnasios y clubes deportivos, se suman a la biofilia, ofreciendo clases en exteriores, excursiones a la naturaleza diseñadas para mejorar la forma física y sesiones de entrenamiento con mancuernas y pesas en espacios verdes”, dice una publicación de una agencia noticiosa europea.
La versión más socorrida es que se trata de una disciplina que orienta a una conexión sostenida del ser humano con la naturaleza, sus manifestaciones de vida como las plantas y los animales, y el impacto beneficioso que tiene en nuestra salud, emociones y mente estar inmersos en un entorno vivo y natural.
De hecho, muchos dominicanos en edad de 40 a 50 se involucran a diario en esa práctica en horas matutinas o vespertinas. Hagamos del ejercicio verde un hábito permanente porque nos garantiza extender un poco más la existencia que tanto apreciamos.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).