Los hijos de dominicanos, son dominicanos. Esos preceptos están estipulados en la mayoría de las constituciones de los países del planeta. Es tan obvio este principio que todos lo damos como bueno y válidos.
La historia del mundo, ha de contener una serie de «coincidencias» que, numerarlas haría muy extenso este latido.
Las principales etnias que incursionaron en América, españoles, ingleses y portugueses. ¡Corrieron la misma suerte expulsadas por sus hijos! ¿Cómo podríamos explicar eso?.
Tengo la certeza de que si «el ego» hubiese estado ausente en aquellos tiempos, todavía fuéramos parte de esos países y jamás nos hubiéramos inventado y fraccionado en la cantidad de países que somos hoy.
Ese ego, aún prevalece en todas partes y sigue siendo «tan absurdo» como aquellos momentos de la historia. Un ejemplo, para ir «ilustrando» este latido, es el de los que constan el haber nacido en la capital de cualquier país. Se creen superior a los que han nacido fuera de ella.
Y no solo es la capital el motivo «de orgullo», también las ciudades y sus «adelantos» en cuanto a las otras. Así podemos ver que un neoyorquino se crea superior a los nacidos en cualquier estado de los estados unidos.
El capitaleño dominicano, se piensa superior al cibaeño y así vamos país por país y veremos «las diferencias creadas» por la ignorancia presente. Nadie es superior a nadie y menos por el simple hecho de «haber nacido» en una ciudad «más adelantada» a otra…
Volviendo a las colonias, los nacidos en el continente europeo, se creían superiores a los nacidos en «esos territorios» de ultramar. El desprecio hacia los llamados criollos, incrementó el odio y eventualmente la separación de estos territorios.
Si el ego no se hubiese incrementado como una pandemia y el trato hubiese sido equitativo hacia sus propios hijos nacidos fuera, estoy seguro de que seguiríamos siendo españoles, ingleses, franceses, holandeses y portugueses.
La estupidez se impuso y el ego hizo que todo se perdiera, o se hundiera, literalmente, en el mar. No es que hubiese sido mi deseo, ni que no sienta orgullo por ser «de donde soy», seguro que todos estos inventos de nacionalidades y hermosas banderas que hemos creado nunca existirían.
Los imperios olvidaron este detalle, dar la misma condición o calidad al ser humano que naciera donde naciera. Con tan simple decreto los reyes hubieran preservado sus colonias. Nombre que también debió ser borrado del diccionario.
Cualquier forma de discriminación es inaceptable por el ser humano. Aunque aún existan países con diversas «clases» superiores e inferiores, ningún bien promueve con tales desatinos.
Seguirán en una escala de intelecto mediocre y serán promotores de que aún tengamos guerras y demás actos dignos de hombres de las cavernas. La civilización planetaria debe ser pareja o terminaremos exterminados por nosotros mismos.
El ego aún ciega la mente del hombre medio. Aún sentimos desdén por otros y «pensamos» que «ser superiores» es un don adquirido sin esfuerzo y solo por lugar o color de nacimiento. Salud Mínimo Culonero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).