La Encargada de Negocios de la Embajada estadounidense visitó la JCE en otra expresión del intenso y permanente intervencionismo político, económico, militar y cultural de esa superpotencia. Lo conversado no se dio a conocer, pero el hecho se admite cínicamente que las votaciones no son más que un negocio entre imperio y neocolonia.
La fiscalización descarada, el control a flor de piel, que Román Jaques acepta gustosamente, es otra modalidad de simbolismo entreguista. Igual significado tiene acoger alegremente la cooperación condicionada del imperio, que incluye el trato preferencial a PC-USAID-OEA, en sus roles de instrumentos supervisores de los próximos comicios.
Seguro, desde la Embajada y sus instrumentos operativos, habrá de alabarse esta falsa democracia y sus supuestas elecciones libres; pasando por alto todas las expresiones de narcopolítica, uso abusivo del poder, despliegue de inmensos recursos de estado, financiamientos sucios de parte y parte, leyes antidemocráticas, clientelismo rastrero, negocio electoral empresarial y gran cantidad de candidatos delincuentes.
La Casa Blanca y la cúpula del CONEP han honrado la degradación de las elecciones, que en tanto generan más de lo mismo, no hay que molestarse por ir a votar en sus urnas viciadas, sino empeñarse a futuro en ganar respaldo popular para una constituyente que lo cambie todo al tenor del clamor demandante de multitudes en las calles.
Esa visita no sorprende: ella responde a una misión coyuntural ordenada por la súper-potencia interventora; y en el esquema de la actual recolonización, es otro paso para asegurar que la JCE siga tutelada por la OEA, USAID y la Embajada gringa, y el país totalmente subordinado a la Casa Blanca y al Pentágono.
En el reciclaje de las instituciones electivas, esas injerencias políticas son armónicas con los roles de la CIA en la DNI, el FBI en la Policía, el MAAG en las Fuerzas Armadas, el Comando Sur imponiendo la estrategia militar del Pentágono, la DEA en la DNCD, y el FMI-BM-BID en el BC y otras instancias de decisión económica.
Neocolonia al fin, el estado de RD es servil y debe lucir servil. Pero de esa nefasta realidad les está prohibido hablar a casi todos los medios de opinión del país, a muchos partidos políticos, y a un “fracatán” de académicos, intelectuales, comunicadores, empresarios, funcionarios e iglesias.
Hasta el llamado progresismo se autocensuró por años, cuando de soberanía y autodeterminación se ha tratado; y ahora, su mayoritaria franja electorera, vuelve a plegarse a dos pilares del coloniaje: PRM-Abinader y FP-Leonel. Definitivamente, el progresismo de aquí es uno de los más blandengue y derechoso del Continente.
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(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).