REFLEXIONES EN CAMPAÑA #16
Estimado Presidente:
La primera tarea de quienes hemos hecho de la política nuestro oficio, es dividir a los amigos en dos: a un lado quienes coinciden con nuestros intereses electorales, y los que no, al otro lado. Por supuesto, siempre es posible que, aunque sintamos afecto por alguien, recelemos de sus orientaciones y consejos.
Es natural que así sea, estimado amigo, porque la visión parcializada no nos deja ver que no siempre tenemos razón. No quiere esto decir que actuemos en contra de nosotros mismos, contra nuestro sentido de auto protección, que siempre nos indica cuándo y dónde nos acercamos al peligro y que, ante el mismo, reaccionemos para evadirlo.
Desde muy joven, al lado de mi padre, estuve primero como espectador, después como mandadero, muchos después como militante y ya con cierta madurez, como dirigente.
En todos los escenarios, no importando mi papel, observe cómo se cometían más errores que aciertos y cómo cada decisión eventualmente puede estar poniendo un pesado bloque de cemento en el edificio de nuestra auto-destrucción.
Desde siempre tuve amigos y la manía de decirles lo que veía a ellos. Al principio lo tomaban como algo sin importancia, si bien con los años, mis criterios penosamente se hicieron realidad.
Conocí muy bien a Don Antonio, ni decirte de Jacobo: mi madrina querida era su madre, Doña Elena, mujer maravillosa de la que guardo tiernos recuerdos.
De Salvador Jorge Blanco ni se diga, trabaje casi por dos años a su lado y lo veía casi a diario, tanto por ser hijo del líder del partido como porque estuve en el círculo más íntimo de su campaña. Esas razones determinaron que fuera enlace entre ellos.
Don Antonio, hombre bueno, se dejó influir por amigos de ocasión que lo separaron momentáneamente de mi padre. Al final, cuando iba de salida, se dio cuenta de la realidad y volvieron a ser los amigos de antes.
Danilo, muchos de los que te sonríen son los primeros que cuando esto se acabe no querrán ni saludarte.
Así hicieron con tantos otros hombres de poder en nuestra historia que repetirlo será innecesario, hombres que quedaron a merced de lo que suele llamarse la soledad del poder.
La división de Jacobo y mi padre, por ejemplo, le impidió a Jacobo ser presidente. No entendió los papeles; él no era líder, menos dirigente, más en su momento fue un excelente candidato. Sin embargo, confundió los roles y eso evitó su ascenso al poder.
Si te sientas retrospectivamente a analizar con la frialdad necesaria entenderás que el papel tuyo y el de Leonel eran diferente. Fueron un binomio perfecto, cada quien con sus fortalezas.
La suya, la estrategia, la organización y sobre todo, la cercanía dirigencial. Nadie te niega tus dotes de armador.
Las de Leonel son otras: él es un formador, un ideólogo, es el teórico, quien da cuerpo a las ideas para que las asuman los militantes.
Amigo, vi como terminaron Don Antonio, mi estimado Salvador, Hipólito y la división del PRD. El común denominador fueron los anillos palaciegos de turno, que no fueron capaces, por sus particulares intereses, de decirles que el liderazgo responsable se comparte y que siempre será mejor «un mal arreglo que un buen pleito.»
Le dije a Salvador, estando todavía en el palacio, lo que le sucedería si le hacía caso a los comerciantes de la política que circundaban su entorno. Tal cual le dije, tal cual pasó. Volví a ver a mi amigo Presidente en la preventiva del Ensanche la Fe.
Como no soy de lo que discrimino afectos para dar mi opinión, en el 1986 le dije a papá que el apoyo del salvadorismo nos haría daño porque en la base del PRD, para ese tiempo, ya no eran estimados. Que eso fortalecía a Jacobo.
De igual modo se lo hice ver a mi amigo Leonel cuando los números de las encuestas establecían que el pueblo y el PLD querían que fueras reelecto en el 2016. Le pedí que pasara la página y que se echara a un lado. Debo decir que, prudentemente, así lo hizo.
Hay gente de tu entorno y del gobierno que en interés de proteger sus intereses particulares quieren que seas tú, amigo, el que saque la cara por ellos; que pongas en juego tus activos más importante, tú prestigio y tu legado.
Quieren que cometas el error cuando vas de salida, haciendo cosas por ellos que ni para ti mismo hiciste. No tuviste necesidad porque en el 2012 lo que hubo que hacer lo hizo Leonel. En el 2016, no tuviste que hacer nada fuera de lo normal para ganar abrumadoramente las elecciones.
Por más aprecio que tengas a tu delfín, por más apoyo que te brinden, los que ves a tu lado hoy y los quieras complacer, todo lo que ahí se haga que viole leyes, que quiera torcer la voluntad popular y que quiera cambiar el veredicto electoral, todo será, amigo de tu única y absoluta responsabilidad.
No debes repetir los errores de los demás, yendo más allá de lo que imponen las circunstancias.
Esos mismos que hoy quieren comprometerte te dijeron que le ganarían a Leonel las primarias con un buen margen y eso no sucedió; te pusieron a decir públicamente que ganarían las municipales, perdieron y la oposición en su conjunto sacó un 58 % y eso, que una parte importante del voto de Leonel lo hizo por el PLD para honrar compromisos con candidatos cercanos a él, que salieron electos en las primarias.
Si hay algo que admiramos de ti es tu agudeza. Eres el más diestro organizador y debes sentirte honrado por ello.
Eres el único dirigente político de tu clase que llega a Presidente y que hace la proeza de reelegirse, todavía con mucho mayor apoyo, con un mar de votos.
Estamos a escasas semanas de las elecciones. Te dirán que ganarán, porque tienen 500 mil empleados y que para julio tendrán más de un millón ochocientos mil beneficiarios de los programas asistenciales del gobierno.
Querrán que hagas más, pero fue de tus labios que escuché que un partido dividido no gana elecciones y que no siempre los empleados votan por el partido de Gobierno.
Estas elecciones, mi estimado Presidente, por más que te enseñen números, por más dinero que te hagan gastar, por más presión que se quiera hacer, por más miedo que se quiera llevar a la población con lo de la pandemia para que aumente la abstención, un sólo bloque no la ganará.
Porque no importando cuanto tenga en la encuestas uno u otro, solamente una alianza que sume votos puede dar la victoria. Lo demás son inventos que están destinados al fracaso.
Tienes un legado que defender, lleno de magníficas realizaciones. Deja que sea el destino el que te lleve a donde la historia te tiene un lugar designado. Deja que la providencia haga que el pueblo te necesite de nuevo y se creen entonces las condiciones de un regreso, pero los que quieren que lleves esto a una deriva antidemocrática no son tus amigos, ni serán mañana tus fieles compañeros.
Cumple la promesa que le hiciste al pueblo, no haga más que lo natural te imponga hacer para apoyar tu partido, para que la gente te mire con respeto y no vean en ti, jamás, a alguien que por beneficiar a otros quemó el activo de una carrera exitosa y límpida.
No tengo que ocultarte lo que veo. Como te he hablado siempre, con sinceridad y viéndote a los ojos, porque él país está expectante y nervioso pensando que aquí se cometerán todo tipo de tropelías para querer hacer «ganar» al PLD. Te dirán en tu entorno lo que ya sabes de mí, que soy un irreverente porque así le hablo al Presidente, pero así le hablé en su momento a Salvador, a Jacobo, a Hipólito, a Leonel y a mi Padre.
Te consta que nada de lo que aquí digo tiene la intención de dañarte. Agradezco tus finas atenciones durante más de 20 años de amistad. La opinión que te dejo lo hago al margen de adhesiones electorales. Por esa actitud guardo amistad con políticos de todos los litorales. Danilo, tu pueblo, que te hizo el honor de hacerte dos veces Presidente, espera por ti. Sé que tú no debes fallarle.
Presidente y amigo, no es como se comienza sino como se termina; haz que el pueblo te recuerde y deja tu nombre grabado con letras de oro tras tu paso por la Presidencia de la República y haz que en el imaginario popular, tu impronta como dominicano visionario, de manera que, cuando abandones el mundo de los vivos y a fuerza de tu correcto proceder histórico, entres a morar por siempre en las regiones de la inmortalidad.
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