A Pleno Sol
En la República Dominicana tienen que surgir instituciones que sean fuertes. Se vive en un período en que todo se desmorona, se cuartea, o simplemente no ofrece seguridades. La sociedad parece que se mece a expensa de los vientos traicioneros de la improvisación.
Cuando en un conglomerado todo está podrido, o huele a desperdicios, hay que comenzar las revisiones. En casi todas las variantes, las instituciones son verticales, los que fallan y cometen errores son los hombres que están llamados a dirigirlas.
Todo está escrito en la República Dominicana. Hay códigos y leyes a granel. La mayoría no se cumplen, se violan sin consecuencias. No es el código que falla, son los hombres encargados de aplicarlo. Se necesita sangre nueva, mentes nuevas, juventud en marcha.
Por siempre el grave problema de toda la sociedad dominicana es que los jóvenes no ocupan su pedestal, sino que se cobijan detrás de los viejos robles. Hay jóvenes de edad, de fisiología, pero con ideas carcomidas por la vejez, porque buscan padrinos que están obsoletos, y los obnubilan.
Hoy más que nunca hacen falta jóvenes que luchen por el bienestar general del país, desde una perspectiva del siglo 21, corriendo todos los riesgos y sinsabores que ello conlleva. Un liderazgo no se construye de un día para otro, pero se comienza a crear desde ahora, en este momento.
Hoy se está en medio de esa vorágine. Todo se va desmoronando, y en ocasiones ni siquiera se le pone un parche. Las circunstancias son de dejar pasar, dejar hacer. Muchos se acomodan y hacen de la vida pública un modo de subsistencia. El sector privado se aprovecha de esa situación.
Los políticos pasan, son aves de un vuelo limitado, pero el sector empresarial supervive a todos los nubarrones. Hace su relevo generacional, implementa los cambios de tecnología, se prepara para entrar de lleno en el nuevo año, mientras que las instituciones languidecen y caen en agonía.
Las columnas básicas de la institucionalidad deben estar por encima del capricho de los hombres, todos los dominicanos tienen que poner su esfuerzo para lograr un proceso de institucionalidad nacional. Por capricho coyuntural y acciones individuales no podrá ser posible enfrentar males como la corrupción, la violencia que general el hambre y la miseria, el analfabetismo, el desempleo, entre otros.
Todos están enhebrados. Constituyen un mal que tiene una cabeza y ramificaciones diferentes. Tenemos un sistema que está carcomido y solo puede presentar remiendos a la solución de los males ancestrales. Hoy hay que hacer cambios profundos, para transformar a toda la sociedad dominicana, o se corre el riesgo de caer en el abismo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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