En las honras fúnebres abundaron los representantes de la antítesis del papa Francisco: neofascistas, neonazis, monarcas inescrupulosos, políticos corruptos, invasores, criminales de lesa humanidad, auspiciadores de guerras atroces y miseria a granel.
Llegaron con sus maletas portadoras de trajes lujosos y mucha hipocresía, cuales expertos simuladores. Todos entre rezos y hostias, sin golpes de pecho.
El papa desde su admirada modestia no se levantó del ataúd ni sacó a los mercaderes y asesinos del templo por pura diplomacia y por respeto a San Pedro.
Abinader no podía faltar y llevó a su esposa. Tenía demasiado deseo de juntarse y abrazar a Trump, Milei, Noboa, Biden y Zelenzki, entre otros; y de rezar junto a ellos, dejando atrás, en esta república caribeña, con fuerte componente afrodescendiente, las atrocidades de su gobierno contra humildes familias haitianas, mujeres negras en los hospitales, 88 de ellas sacadas a la fuerza en medio de sus labores de parto.
En ese contexto, autoridades militares, policiales y de migración, en el paupérrimo barrio de Mata Mosquitos, habitado por inmigrantes, descendientes de inmigrantes haitianos y familias empobrecidas dominicanas, que trabajan en el próspero Este turístico, destruyen sus casas.
Los sacaron a la fuerza de las casas pertenecientes a familias dominicanas, a las que se les ha prohibido alquilarlas a indocumentadas so pena de cárcel. De paso les roban todas sus pertenencias a las familias haitianas; dejando niños solos, porque se llevan a sus madres, tumbando puertas y tirando tiros cuando intentan huir.
Las construcciones del área están casi paralizadas y en riesgo de quebrar todas las que han cotizado proyectos con los precios de mano de obra anteriores. Y Barrick Gold arremete de nuevo en Zambrana para imponer su lago de veneno. Al tiempo que Abinader reza al lado de Trump.
Mientras, Pelegrín, su pana full, uno de los autores intelectuales de estos vandalismos oficiales, fiel súbdito de Donald Trump y “guate” de Guaidó y del CIA de Urrutia, goza mintiendo y llamando a más muerte y más violencia frente todo lo que huela a rescatar la memoria histórica de la gesta de abril de 1965 y a desempolvar el antiimperialismo que el seudonacionalismo neofascista y EE. UU. quieren sepultar.
Mientras, Abinader y su corte, subordinados a EE. UU. y asociados a lo peor de la oligarquía y la partidocracia, estigmatiza, tal y como hace Trump en EE. UU., la emigración haitiana para validar todas esas fechorías de Estado; y a las vez, proteger los desafueros del paramilitarismo neofascista y la depredación minera.
@narcisoisaconde
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).