«El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad». Con esta expresión del compositor y músico alemán, Ludwig van Beethoven, hilvano estas líneas en procura de fomentar paz y más amor en nuestro entorno, teniendo como plataforma misericordia para quien busca dañarnos.
La inspiración la encontramos en célebres seres humanos, que tuvieron la proeza de hacer el bien, y para ello, se despojaron de grandes cicatrices del alma, logrando convertirse en gente buena: esa que se identifica fácilmente, porque es gente alegre, como dijo el filósofo, René Descartes.
Es apremiante abrazar la bondad en nuestras vidas, pero, para obtenerla, primero debemos conocer su grandeza; estar dispuestos a hacer el bien sin esperar agradecimiento, pues no es una mercancía. Esto así, si queremos ser llamados bienhechores y caritativos. Hacerlo, lo vale todo!.
Sin embargo, es indispensable ser indulgentes con quienes nos maltratan, por sencillo o colosal que sea su acto de violencia. Nunca será sano pagar mal con mal, dejemos atrás la Ley del Talión, al tiempo que, aprendemos a entender a las personas, no a idealizarlas. Con ello, ahorraremos disgustos.
Recordemos al padre del psicoanálisis, Sigmund Freud cuando dijo: «La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas». De igual forma, al filósofo y matemático, ya citado, René Descartes, quien explicó que la fuente del bien, aunque la buscamos lejos, está dentro de nuestro corazón.
Elijamos hacer el bien, porque, «buscando el bien de nuestros semejantes, encontraremos el nuestro». Sugerencia del gran maestro Platón.
Para asumir este compromiso: hacer el bien, es ineludible presentar cambios en nuestras vidas, entre ellos, trasladar la montaña de egoísmo, autosuficiencia, materialismo e insensibilidad que llevamos dentro. Esto solo será posible si nos ceñimos de fe autentica y confianza, prueba en el amor de Dios.
Si elegimos hacerlo, como promesa, recibiremos lo que esperamos. Creamos en Dios y él nos ayudará a mover cordilleras. Siempre que esa fe esté asistida de un corazón sencillo.
Debemos y es sencillo romper lazos, pero la bondad debe acompañar cada acción que emprendamos hacia quien lastima. Aunque la primera sea cambiar nuestra actitud y alejarnos físicamente de la personas maltratadora; pasivas agresivas, pero con templanza y hasta sentido humor.
Es sano desconectarse; aprender a reír de buena gana, y distraerse. Para evitar el constante estrés y ansiedad que emanan quienes buscan estropear el bienestar de los demás. Mientras, transitemos en un círculo de personas que aporten a nuestra paz.
Inspiremos con nuestra bondad, optimismo y generosidad. Busquemos transformarnos sistemáticamente en mejor ser humano. Qué la bondad continúe elevándonos moralmente.
Hasta pronto!.
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora, residente en Santo Domingo, República Dominicana).
santosemili@gmail.com
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