En la medida que aumenta la población mundial, se hace necesario producir una elevada gama de alimentos. Es un reto crítico que enfrentan los gobiernos, puesto que deben encontrar soluciones para combatir en el futuro la diagnosticada hambruna global.
Una nueva forma de revolucionar la industria alimentaria es la denominada “agricultura vertical”, que ya funciona en algunas naciones, como China, Estados Unidos, Argentina, Singapur, Japón, y otros. Es algo parecido a las antañas hortalizas que los coreanos y otras estirpes asiáticas improvisan en patios, balcones y techos de las viviendas.
Nace como respuesta a la creciente escasez mundial de agua, causada en parte por el cambio climático. La escasez está afectando los sembradíos expansivos del sistema agrícola tradicional. Esa eventualidad está impactando a países de sólidas economías, como China que a pesar de albergar al 21% de la población universal, sólo dispone del 6% del agua dulce del planeta.
En febrero de 2024, China inauguró una instalación de agricultura vertical de 20 pisos gestionada por Inteligencia Artificial para la producción continua de alimentos durante todo el año. Pueden operar en cualquier lugar, desde entornos urbanos hasta desiertos, lo que ofrece importantes ventajas a la hora de proporcionar suministros estables de alimentos a zonas donde la agricultura tradicional no es posible.
Es que la agricultura vertical se ha convertido en una práctica de gran relevancia debido a su capacidad para abordar los desafíos globales de seguridad alimentaria. Esta innovadora fórmula ayuda a cultivar en capas verticales, maximizando el uso del espacio y reduciendo significativamente la huella de monóxido carbono. Además, al situarse cerca de los centros urbanos, facilita el suministro constante de comidas frescas y de alta calidad a las poblaciones en constante crecimiento.
Esta técnica de cultivo conocida como hidropónico (cultivar productos sin plantarlos en el suelo) es eficiente y sostenible. Se efectúa al interior de invernaderos u otra clase de sitios reducidos, en donde las plantas se apilan por capas verticales que optimizan el espacio y hacen posible la producción de cosechas en diferentes contextos durante todas las etapas del año, sin depender del clima.
Es una iniciativa funcional que cultiva plantas en múltiples niveles y es beneficioso en áreas urbanas con limitaciones de tierra. Al sembrar en ambientes controlados, regula factores como la temperatura, la humedad y la luz solar, creando condiciones óptimas para el crecimiento de las plantas. Esta producción también ayuda a prevenir la propagación de plagas y enfermedades, reduciendo la necesidad de pesticidas y mejorando la sanidad de los cultivos.
¡Eso es genial!
Naturalmente, el método tiene ciertas desventajas: altos costos de implementación, requiere una inversión inicial significativa en infraestructura y tecnología, como sistemas de iluminación artificial, de riego automatizados y estructuras de soporte. Estos costos pueden ser prohibitivos para pequeños agricultores con recursos limitados, no así para los gobiernos y los grandes empresarios agrícolas.
Existen limitantes porque la operación de sistemas de iluminación artificial, ventilación y otros equipos necesarios en la agricultura vertical conlleva un alto consumo de energía. Puede resultar en facturas de electricidad elevadas.
Tiene similitudes con la agricultura verde o ecológica que, por igual, es un enfoque moderno para la producción alimentaria sin afectar negativamente el medio ambiente, buscando un equilibrio entre la producción de comida y el cuidado de la salud del suelo.
¿Por qué no adoptamos ese método? República Dominicana debe aplicar ese novedoso mecanismo alimentario por razones de geopolítica y el acelerado crecimiento demográfico. En ese caso, pudiera darse una alianza público-privada.
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(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).