En los últimos diez años de mi existencia, me he concentrado en indagar temas relacionados con la ciencia. Me apasiona indagar porque me enseñan a conocer más a profundidad los secretos no develado del universo, especialmente el planeta que habitamos el cual tiene un profundo océano lleno de cosas misteriosas no exploradas.
En ese contexto, me he dedicado a analizar el comportamiento de algunos animales terrestres y acuáticos como también las estrategias que utilizan para sobrevivir en un agitado escenario medioambiental repleto de complicaciones sistémicas. Con ellos, he aprendido asuntos interesantes que, tal vez, pasan desapercibidas para las mayorías de los humanos, exceptuando a los científicos que permanentemente andan buscando respuestas respecto a nuestra existencia. Como, por ejemplo, la forma de comunicarse de los animales, de construir albergues o cuevas para evadir el frío, los esfuerzos para alimentarse y protegerse de las especies depredadoras.
Sabemos que las hormigas desarrollan un complejo sistema de comunicación a través de las antenas (lo mismo hacen las abejas y demás insectos, que son animales invertebrados del filo de los artrópodos, otros lo canalizan con las patas), guardan comida para el invierno y organizan funerales con todas las reglas para sepultar a los suyos.
He sentido curiosidad por los insectos voladores, la precisión de sus sincronizados vuelos y los perfectos descensos sobre árboles o suelos. Es el caso de los mosquitos. ¿Se han preguntado por qué los mosquitos zumban nuestros oídos cuando dormimos? ¿Por qué la mayoría de las veces nos atacan por la espalda o partes del cuerpo, donde no podemos atraparlos? ¿Por qué pican a unos humanos y a otros no?.
Esas interrogantes me llevaron a buscar respuestas en los libros y otras fuentes de consultas. Y encontré detalles interesantes, como los siguientes:
Estos insectos se consideran los animales más mortíferos y contribuyen a 725,000 muertes anuales. No existen otras criaturas, ni siquiera las personas, que sean responsables de la pérdida de tantas vidas humanas cada año como los mosquitos. Se considera que los humanos asesinan a unos 475,000 congéneres cada año. Las serpientes matan alrededor de 50,000, mientras que los perros (principalmente por transmisión de la rabia) se cobran otras 25,000 vidas. Algunos de los animales más temidos, como los tiburones y los lobos, matan al menos 10.
Según Michael Riehle, profesor de entomología en la Universidad de Arizona, Estados Unidos, el zumbido en el oído es, en realidad, un efecto secundario del batir de alas del mosquito. De hecho, el sonido no tiene un rango largo, por lo que solo es posible apreciar cuando vuelan alrededor de los oídos.
Probablemente, si escuchas el ruido de un mosquito en tu oreja provenga de una hembra. Esto se debe a que los machos suelen pasar la mayor parte del tiempo buscando néctar en las flores, mientras que las hembras prefieren encontrar sangre para tener energía después del apareamiento y, de esta forma, poder producir huevos.
Los mosquitos no zumban para avisar a sus víctimas, sino para llamar la atención de otros compañeros dispuestos a aparearse. No pueden evitarlo. Cuando dan vueltas alrededor de tu cabeza en busca de un lugar para aterrizar y picar, su pitido suena más fuerte.
El profesor Riehle dice que las hembras están equipadas con herramientas únicas para localizar a la próxima víctima. Desde la distancia, pueden detectar el dióxido de carbono que exhalamos en nuestros cuerpos. Esa sustancia las estimula para que comience a buscar hospedadores (como nosotros, MV), volando de un lado a otro hasta alcanzar a su presa.
Explicado de manera sencilla, susurran alrededor de nuestras cabezas porque ahí es donde expulsamos la mayor cantidad de dióxido de carbono. Se calcula que en el mundo hay más de 3.500 especies.
A medida que se acerca, el mosquito hembra se concentra en el calor corporal para aterrizar sobre la persona. Así, emplea sensores del gusto (que tienen en sus patas) para determinar si el humano, o cualquier animal portador de sangre, es adecuado para convertirse en su comida.
Según el investigador, la mayoría de esos animalitos prefieren revolotear por nuestros pies y no por la cabeza. Esto se debe a que los pies humanos tienen bacterias que, a su vez, emiten aromas que los atraen. Sin embargo, la mayoría de las personas no notan que tienen un mosquito zumbando alrededor de sus tobillos.
¿Por qué a algunas personas les pican más los mosquitos que a otras?
Algunas personas pueden no sufrir las picaduras. Otros se convierten en foco de ataques a pesar de embadurnarse hasta arriba de repelentes ¿Por qué ocurre esto?
La clave está en el paisaje químico invisible del aire que nos rodea. También dependerá del tipo de sangre del individuo. Los mosquitos aprovechan el entorno mediante comportamientos especializados y órganos sensoriales efectivos para encontrar víctimas siguiendo los sutiles rastros químicos que dejan nuestros cuerpos.
Si le diesen a un mosquito a elegir a quién picar, los expertos señalan que se decantaría sin dudarlo por una persona con un tipo de sangre O y B negativos, a las que atacarán hasta casi el doble que a otros humanos del resto de grupos.
Un estudio de 2004 aseguraba haber encontrado indicios de que los mosquitos de la especie Aedes albopictus (los populares mosquitos tigre, especies que pueden picar hasta 15 veces en un día) prefieren a los individuos del grupo sanguíneo O sobre los grupos A, B y AB.
Un comentario mío: Ya lo saben. Verifiquen su tipo de sangre y estén alertas para que entiendan el problema de los zumbidos porque ellos siempre están a la ofensiva, sobre todo cuando estamos entregados a los brazos de Morfeo.
Por cierto, mi tipo de sangre es el B positivo. Ahora entiendo por qué no me llegan con mucha frecuencia.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
Comentarios sobre post