Allá afuera está la noche, y la gente, y toda la vida en su fragor de llantos y risas. Momentos varios que se disuelven sin detenerse.
Esta el mazo golpeando inmisericorde. En el bien y el mal. Su peso pesado, no es, aun así, comparable con la más insignificante de las vidas.
Allá afuera, estás tú y estoy yo y están los demás y quizás este Dios, también…
Allá afuera se pasea el sol radiante. Y la lluvia envidiosa que intenta apagarle. Pero también anda la ausencia allá afuera y el silencio y el ruido…también.
Allá afuera esta todo, la luz, la obscuridad, el calvario y el camino, y el destino y sus destinos y el momento y la espera y el jinete que galopa en rumbo desconocido.
Sí, porque allá afuera también está la incertidumbre y lo incierto…y lo cierto también.
Está la vida correteándole esquiva a la muerte y está, qué paciente, camina sin apuros, imparable, constante, de rostro impávido. Sin gestos e inmutable ante los sentimientos vertidos.
El misterio esta allá afuera, en corredores diversos e infinitos. Dramas que se esfuman entre la niebla y reaparecen como fantasmas una y otra vez.
Allá afuera está el misterio, sí, porque el misterio se duplica en cada boca besada. Se expande como ondas y ecos parecidos, pero cada uno agrega otra pregunta y esta se contesta en susurros indefinibles que nos traen anarquías al alma.
Allá afuera hay un hombre durmiendo en la calle. Lo veo todas las noches esconderse entre arbustos infectados de gatos callejeros. Veterano de guerras olvidadas que se olvidaron de él. De él y su ignorante esfuerzo de conquista.
También, allá afuera, están «ellas», las damas de la noche. Prostitutas obligadas por sus remotos vicios de escaparse con su alma a otras dimensiones. Alcanzando sueños anticipados que solo deben alcanzarse el último día, es decir, cuando uno muera. Las veo retorcerse de angustias. Atrapadas en un cuerpo que les molesta y al que usan para regresar a su sueño. Sus ojos me miran piadosos, escarbando en mis manos unas monedas, y en el fondo, una varita mágica que las regrese a «aquel momento» en donde torcieron el camino.
Sí, allá afuera hay de todo, ricos y pobres. Demonios y curas debatiéndose en combates eternos. Iglesias que mencionan 20 veces a Dios y 20 veces al Diablo. Dando sentido a la ley de la polaridad hermética…los opuestos se atraen.
Allá afuera no está Dios ni está el Diablo, pero sí estamos nosotros y eso ya es lo mismo. Estamos creando y «descreando» lo creado, lo inventado, los absurdos y todos los descubrimientos que intentan darle sentido a nuestra existencia.
Pero también, allá afuera, faltan muchas cosas. Cosas, que generalmente, son atributos de los seres humanos. Nada le hace falta al planeta que pueda «mejorar» la perfección que tiene, solo nosotros, hurgándole constantemente, estamos dando al traste con nuestra propia existencia.
Cuando abras la puerta de tu casa, recuérdate que, allá afuera, estás tú y todo lo que tú quieres y necesitas para seguir respirando, para seguir comiendo, para seguir viviendo.
No relegues ese amor en otros y sé consciente de ello en cada paso que des, allá afuera. Porque allá afuera está la vida esperando por ti, la muerte siempre llegará el ultimo día por lo que no debes preocuparte por ella.
Allá afuera está el amor combatiendo el odio. Únete al ejército de la alegría y proyecta vibracionalmente las buenas energías que logres captar en tu crecimiento espiritual.
Fluye con el ritmo que a la vez es la compensación de lo negativo con lo positivo. Aprende que, allá afuera, hay un montón de gente perdida, pero también otro montón buscando encontrarse. Se tú la guía y el faro, la luz, pero también, recuerda, que tienes una sombra, que solo en la oscuridad se turba y es que allí, es donde brotan las preguntas y esas, no están allá afuera…están bien adentro. ¡salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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