El simple hecho de pensar es suficiente para «corroborar» que «algo existe». No son los pensamientos «casualidades» ni «cosas fortuitas» que el azar haya creado. Tampoco es casualidad que, cualquier cosa que haya sido capaz de crearnos, no lo haya pensado antes…
El latido inicial que «creo», debió, eventualmente, crearse primero…
La lógica no tiene lógica. No somos capaces, dado nuestro razonamiento «lógico», de creer que «aquello que llamamos Dios» se hizo a sí mismo. No tendría sentido pensarlo así, entonces… ¿Cómo resolvemos este lío?
Ya sabemos, por lo menos yo lo creo así, que la muerte no existe, que uno mantiene su consciencia y «llega» a un lugar localizado, quién sabe dónde, al que uno reconoce «como su hogar».
También sabemos, es decir, yo y unos cuantos locos más, que allá uno es todo amor y bienestar, y que todos los problemas, que tenemos en esta maravillosa tierra, no existen ni uno solo. Ni hambre, enfermedad, hipoteca y demás «azotes» que nos ocupan.
Ni siquiera envejece uno y no hay pobres o jodios… bueno…
El asunto de la renta y demás «billes», y eso del amor y los celos y los feos o bonitos, está resuelto, pero incluso en ese paraíso, seguimos «atontados», como momias, siendo dirigidos como «niños», de un lugar a otro. Nos llevan a «instruir» y ver nuestro pasado, o mejor dicho, como nos comportamos en las vacaciones terrenales y «qué aprendimos de ello»…
Llegado a este punto, la pregunta no es si «algo existe», porque, definitivamente, existe. Ninguno de nosotros tenemos la capacidad de auto crearnos y mucho menos inventarnos «robots» tan sofisticados como el cuerpo que tenemos…
Encima con una computadora insertada en nuestra cabeza que es capaz de «revelarse» contra su propia creación… una inteligencia artificial «cualquiera» creando «otra» más sofisticada…
La pregunta sería antes que se me olvide. ¿Quién nos creó? No voy a preguntar ¿para qué? Porque a pesar de los pesares ¡Uno se la goza!
Sería solo «por curiosidad», ya que, en el fondo, seríamos su pertenencia y, como nos desconectan en algún momento, estamos «exentos» de autocontrol…
Ese «ser» o Dios, o lo que sea, ha de ser un «juguetón» o niño travieso, ya que nos «suelta» al libre albedrío, luego nos recoge y eventualmente nos da un «regalito» o nos manda de vuelta a «aprender»…
Ya no voy ni a preguntar ¿aprender qué? O propósito o circunstancia y demás razonamientos que uno se hace; solo conocerle, si es que acaso tiene rostro, o es solo una fuente de luz de la que uno recibe «esto» que somos y no sabemos…
No nos sorprendamos si llegáramos a descubrir que «eso» que nos crea somos nosotros mismos. Una consciencia integrada y compuesta a la vez de diversos patrones de la que somos un pequeño eslabón formando el todo.
Así como nuestro cuerpo sostiene un universo de células individuales de diversas funciones que nos forman, así cada cuerpo es una estrella girando en la galaxia de la tierra y está a la vez una célula de todo el universo.
Un lío sumamente inmenso para nuestro limitado universo/individuo. Cuya «consciencia», ubicada en el cerebro, tiende a «dejarse llevar» por las pasiones «ilusorias» que ofrece este «estado» en el universo llamado tierra.
Mientras alcanzamos trascender y «quizás» «tocar» cierta claridad. Es menester creer «que algo tiene que existir», no solo por tus ojos, sino por esos besos que encienden las galaxias en una llamarada de deseos que alborota cada célula del universo que me compone. Todo un diluvio que se descarga y estalla ante una existencia que brota en preguntas. ¡Salud! Mínimo Existero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).