«Ahora que te encuentro, todo se vuelve verdad… Ahora cambias mis razones.» Ismael Serrano
Ahora traes la lluvia, esa lluvia que cubría nuestros montes de la infancia. Aquella, que no entendían los adultos y que, para nosotros, los niños, era toda una aventura.
Atravesar la vida y llegar «más allá» de la mitad del camino, sin encontrar lo «que se buscaba» … Y encontrarlo de repente, es como retornar a esos años infantiles en el que el miedo era algo dado a los mayores.
Cada descubrimiento nos daba vida, una vida que necesitaba constantemente encontrar, sorprendernos, brindarnos una dosis de misterio ante lo desconocido.
Las lluvias y los torrenciales aguaceros acompañados de rayos eran todo un espectáculo a nuestros ojos. La furia del huracán, un deleite ante esos ojos nuevos.
Con el tiempo crecemos y nos integramos a esa sociedad temerosa. A toda esa gente con sus dilemas, sus triunfos y fracasos. En algún momento nos hacemos ellos y ellos, pasan al olvido.
Por ahí andan, silenciosos, sumisos, casi imperceptibles.
Envueltos en sus pensamientos lejanos, de unas nostalgias cumplidas o no.
Muchos solitarios por imposición o destino. Otros, acompañados de viejos compañeros, fieles y eternos.
Y están «aquellos», que nunca dejaron de intentarlo. Buscaron y buscan a «esa persona» que idealizaron sus sueños.
Se han pasado la vida construyendo sueños caídos y, sin embargo, saben que hay un sueño perdido que aparecerá en cualquier calle o callejón una tarde cualquiera, bajo una ligera llovizna y un cielo gris.
Y volverán a llenarse de luz al encontrarlo. Volverán a caminar desnudos bajo la lluvia, bajo el torrencial aguacero. Volverán a ver «la verdad» de sus primeros días, a sentir la emoción de la vida que vuelve a vivir…
«Ahora traes la lluvia y, aunque ya no tenga edad, grito tu nombre en la calle… Haces que este otoño, ilumine mis mañanas.»
En el fondo saben que esa intensidad del amor tiene tres niveles; apasionamiento, éxtasis y verdad. La verdad que la rutina impone mermando la pasión y desapareciendo el éxtasis que ya no se sorprende de lo conocido.
Es por eso que muchas veces dejan el sueño en lugares lejanos. Lo acarician en la distancia procurando dejarlo intacto e incorrupto. Anhelando volver a soñarlo cuando se derrumben los viejos y perpetuos sueños.
«Ahora, que las noches sin tu luz me han enseñado, que toda felicidad, deja algún damnificado.»
También conocen de esos daños, pero también han aprendido hablar consigo mismo y sonreír… En el fondo saben que la mayor felicidad está allá, en la otra orilla del río soledad, donde se encuentra uno consigo mismo…
Han navegado entre vientos y mareas. Han naufragado muchas veces y tienen tesoros repartidos en muchas islas a las que eventualmente regresan para tomar «algo» del botín.
«Que, en las caracolas, el mar nombra tu recuerdo y revuelvo en los cajones para encontrar tu retrato»
La nostalgia se hace parte de ellos como un mecanismo aliado que les brinda «vivir» el momento pasado.
Abrigan una bandera, la de piratas, porque son almas libres, sin contratos de exclusividad, ni cláusulas de pertenencia.
En los amaneceres y atardeceres se les ve en la cima de las montañas. Sentados y meditativos. Esperan el próximo aguacero, sin embargo, podrán llegar todas las lluvias y el diluvio bíblico de Noé y no saciarán su sed.
Se desvestirán en todas las tormentas y gritarán tu nombre y otros nombres olvidados y otros nunca aprendidos.
«Ahora que te encuentro, todo se vuelve verdad…» y seguirán preguntándose ¿cuál es la verdad? ¡Salud! Mínimo caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
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