A Nicolás Mesa Matos
La hilera de chicos venia caminando sobre la cerca recién construida de blocks que conectaba nuestras casas de aquel barrio capitalino que solía retar al monte y la última frontera hacia todo lo verde.
Se nos acercaron a mi hermano y a mí, de apenas 6 años, y así, en aquel predestinado encuentro, comenzaríamos a navegar por una amistad que se fundiría en hermandad inexpugnable.
El barrio se llenó de chicos, sin embargo, Nicolás, tú y yo nos mantuvimos caminando uno al lado del otro por siempre.
Las aventuras compartidas, los sueños, los amores, las fiestas sin invitación, las peleas en las que anduvimos defendiendo el honor del barrio, Los Prados, y todas las andanzas en las que nos enfrascamos luego por otras tierras, Puerto Rico, New York, Miami.
Todas ellas nos hicieron cómplices y también hombres Nicolás. Fuiste un padre ejemplar al que hoy tus hijas añoran. Te hiciste fuerte en la adversidad y como hoy me recordó entre lágrimas nuestro también inseparable amigo el oso, nunca te molestaste por nada.
Tu personalidad ligera y positiva no conoció el odio ni la envidia. Tu sonrisa constante, tu «zasss» recóndito que era como un grito a tu amigo adorado «el sorky». Solo tú y Ramón y Carlos y Leonardo y yo sabemos de este llanto.
Ya no escucharemos ese «zasss» tan adorado, tan único, tan entrañable que solo tu podías pronunciar con esa pasión tan pasionada.
Que te digo Nicolás, bueno si, te diré lo que no te dije nunca porque sé que lo sabias, pero quizás debí decírtelo para que lo oyeras de mi boca hermano. Debí decirte lo mucho que te quería y quiero porque eres de los mejores y únicos seres a los que uno llega a amar aquí en la tierra.
Nunca me pediste nada así lo necesitaras. Solo dabas y dabas y dabas.
Las dos últimas veces que hablamos me dijiste en la primera que venias a verme pronto. Tu entusiasmo inundo a todos los que te escucharon sin conocerte a través del speaker de mi celular. El «zasss» que lanzaste y el que yo te replique hizo que todos rieran pensándonos locos! Hasta de eso nos reíamos.
La última, tu hija puso el celular a tu lado en la cama del hospital y escucho como yo intentaba animarte con nuestro bramido ancestral provocando un inquieto parpadeo en tus ojos cerrados.
Nicolás, la gente como tú debería morirse de último. No antes que todos. Nos dejas un vacío irreparable, una columna que derrumba todo, un salir a la calle y verse perdido.
Ahora miro hacia el norte y ya no tiene sentido. Ya no estás allí. Ahora estás en la memoria…ahora perteneces al viento, como diría Silvio. ¡Zasss! El Sorky.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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