Mike Petriello/MLB.com
Si hay una palabra que asocias con Ronald Acuña Jr., podría ser “llamativo”, en el mejor sentido. Sus jonrones son llamativos. Sus tiros potentes desde el jardín derecho son llamativos. Todas las bases robadas, especialmente en momentos claves, son llamativas; los bat flips y celebraciones son llamativos, comprensiblemente. Si no fuera porque Mookie Betts ha elaborado su propia temporada fenomenal, el venezolano habría asegurado el premio a Jugador Más Valioso de la Liga Nacional de manera unánime hace meses, y luce probable que de igual manera termine en el primer lugar en ese sentido.
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No tiene nada de malo ser llamativo, porque es divertido y emocionante. Pero hay algo más que Acuña está haciendo en medio de su temporada mágica que es igual de impresionante que cualquier otra cosa que esté haciendo, y también exige nuestra atención. No es llamativo. Es algo a la antigua. Se trata de hacer contacto.
Durante las primeras cinco temporadas de su carrera, Acuña se ponchó entre el 23% y el 30% de las veces que entró a la caja de bateo, que es un poco más que el promedio, pero nada fuera de lo normal para un toletero hoy en día. El año pasado, fue del 23.6%, exactamente la misma cifra que tuvo en el 2021.
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Sin embargo, este año, el venezolano se está ponchando apenas el 11.3% de las veces. Ha reducido su índice de ponches por más de la mitad, y sin el bajón
de poder que normalmente vemos cuando un bateador le da prioridad al contacto. Acuña se está ponchando menos que Nico Hoerner y Masataka Yoshida. De pronto, está haciendo contacto como si fuese Jeff McNeil, salvo con 216 puntos más de slugging.
Es una disminución tan impresionante comparada con el año pasado – ¡se ha reducido por la mitad! ¿Quién hace algo así? Da la impresión de ser algo histórico, y así mismo es. En los anales de las Ligas Americana y Nacional, entre miles y miles de temporadas en las que un bateador ha tenido dos campañas consecutivas en la que ha calificado para el título de bateo, hay una sola reducción más grande en índice de ponches, y fue hace décadas.
“Ahora cuando se poncha”, señaló el coach de bateo de Atlanta, Kevin Seitzer, al preguntársele hace poco sobre la temporada de Acuña, “es como que decimos, ‘¿Cómo es que se ponchó? Nunca se poncha’”.
Pero obviamente, no es tan sencillo. El descenso de Mark Belanger en 1969 se produjo luego de que se cambiaran las reglas tras el «Año del Lanzador», con el fin de aumentar la ofensiva. También hay que señalar que es bastante difícil reducir tu tasa de ponches si anteriormente no te ponchaban mucho. Es decir, no es precisamente justo pedirle al venezolano Luis Arráez ni a Steven Kwan (ni a Tony Gwynn en la década de los 1980, ni a Joe DiMaggio en la década de 1940, y así sucesivamente,) que reduzcan aun más una tasa de ponches que ya es muy baja.
Entonces, está eso, pero lo que ha logrado en el contexto del juego moderno todavía se destaca, y además, increíblemente, está esto: Ahora, en septiembre, Acuña ha logrado poncharse en apenas el 8% de sus turnos al bate (la séptima tasa más baja en Grandes Ligas este mes), a la vez que tiene slugging de .722 (la quinta mejor cifra en la liga). Cada vez se poncha menos y al mismo tiempo está generando más poder.
¿Pero cómo? Ésa es la parte complicada.
Quizás creas que Acuña les está haciendo swings a menos pitcheos. (No es el caso). Definitivamente, esperarías que le esté haciendo menos swings a pitcheos fuera de la zona. (Sí, pero muy poco.) Quizás esté dejando pasar menos strikes cantados. (No, en ese sentido ha mantenido la misma frecuencia del año pasado.)
En lugar de todo eso, es así de sencillo: Cuando hace swing, está fallando menos que antes.
Eso es todo. Su tasa de contacto es del 84%. El año pasado fue del 77%. Cuando hace swing en la zona, está haciendo más contacto, un aumento de 80% a 86%. Cuando hace swing fuera de la zona, está haciendo más contacto, de 60% a 68%. Y no importa dónde esté la bola, simplemente le está dando con el madero con más frecuencia.
“Siempre ha tenido muy buena disciplina en la zona de strikes”, señaló Seitzer, “pero había ciertas áreas en que hacía muchos swings en blanco”.
Eso respalda lo que dicen los datos, y es fácil ver exactamente dónde está sucediendo. Contra pitcheos lentos, sigue haciendo swing y fallando a un nivel parecido al del pasado. Ante lanzamientos rompientes, está haciendo un poco más de contacto. Pero contra las rectas, la tasa de swings en blanco ha disminiuido mucho, pasando del 23% al 14%.
“[En el pasado, había tenido] dificultades con rectas altas; ya sabes, había algunas zonas donde los lanzadores podían atacarlo si eran capaces de poner la pelota ahí, porque era vulnerable”, dijo Seitzer.
Eso no es tan cierto este año, como descubrió Lance Lynn cuando intentó atacar la parte superior de la zona el 31 de agosto. Cuatrocientos veintinueve pies después, el grand slam de Acuña aterrizó en las gradas del Dodger Stadium.
Tampoco se trata sólo de batear esas bolas rápidas altas. A veces, se trata simplemente de no poncharse, incluso si no se convierte inmediatamente en un hit. Lo que queremos decir con eso se puede ver en la siguiente serie de videos, los primeros dos de los cuales seguramente no terminarán en ninguno de los numerosos resúmenes que recapitularán la increíble temporada de Acuña.
En junio, después de haber iniciado el juego con un jonrón ante el primer lanzamiento, una recta en la parte baja de la zona, Acuña se enfrascó en una batalla de nueve envíos en la segunda entrada contra Joe Ryan de los Mellizos, más conocido por esa bola rápida invisible que suelta desde un ángulo bien bajo. Cinco de esos nueve pitcheos fueron rectas de cuatro costuras, todas arriba.
Acuña hizo swing y falló la primera, pero se las arregló para trabajar la cuenta hasta ponerse en 2-2. Ryan volvió a insistir con su recta de cuatro costras, tratando de poncharlo con un envío alto.
Después de una recta de los dedos separados (splitter) en la tierra que puso la cuenta en 3 y 2, Acuña pegó un foul contra un splitter adentro, y Ryan volvió con un pitcheo elevado.
Incapaz de dominar a Acuña con su recta alta, Ryan volvió abajo con un splitter. La historia no terminó bien para el serpentinero.
Lo que esto demuestra es que ante pitcheos rápidos en el borde alto de la zona, Acuña ha convertido esos swings en blanco en fouls. Después de dar foul con el 38% de todos sus swings ante esas bolas rápidas altas el año pasado, esa tasa es del 49% este año; al mismo tiempo, después de hacer swing y abanicar sólo la brisa contra el 44% de esas rectas el año pasado, esa tasa es del 33% este año. Un foul no pone una carrera en la pizarra, pero te impide volver al dugout cabizbajo hasta que consigas un lanzamiento que te guste más.
Entonces: ¿Puede ser realmente todo cuestión de salud? Después de todo, no es que Acuña estuviera bateando a niveles similares a los de Kwan antes de esa lesión de rodilla del 2021 que interrumpió su carrera. Seitzer señaló el impacto físico, diciendo que “se remonta al aspecto de la salud en el que la mitad inferior de su cuerpo está disparando su swing de la manera que se supone, lo que hace que no tenga que forzar tanto con la parte superior del cuerpo”. Pero el instructor también hizo un comentario interesante sobre la experiencia, o más la sorprendente falta de ella para un jugador ahora en su sexta campaña de Grandes Ligas.
«Realmente, si te fijas, ha pasado mucho tiempo desde que ha estado completamente sano y ha tenido una temporada completa, ¿sabes?”.
Se puede argumentar que Acuña sólo había tenido una campaña entera en la que estuvo siempre en salud por allá en el 2019, dado que el 2020 fue un año acortado, en el 2021 tuvo la lesión y en el 2022 tuvo, según todos los indicios, un regreso algo tentativo al terreno de juego. Acuña es simultáneamente un veterano de más de 3,000 visitas al plato en las Grandes Ligas y un jugador lo suficientemente joven como para ser más joven que varios de los que recibieron votos en la votación para Novato del Año en el 2022. No sólo ha pasado mucho tiempo desde que le hemos visto un año completo en plena salud, sino que se han presentado muchos obstáculos en su proceso de desarrollo.
“El año pasado, no estaba sano. Este año, está ultra saludable y está jugando con una confianza que no habíamos visto en mucho tiempo”, zanjó Seitzer. “Ha sido impresionante”.
Es difícil no estar de acuerdo.
Mark Bowman de MLB.com contribuyó con el reportaje de este artículo.
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Mike Petriello es analista de MLB.com.
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