A Pleno Sol
La legalización del aborto es inaceptable para la sociedad dominicana. La interrupción del embarazo amparado en un recurso de ley sería un crimen. No hay condiciones en este momento histórico de los dominicanos, para que se dé carta de legalidad al bisturí que corta la vida del embrión.
Sin embargo, hay que reconocer que el tema divide a la sociedad dominicana, por lo que se debe comenzar a concertar y a dialogar para llegar a un punto de entendimiento. Las feministas y la auto-llamada sociedad civil son partidarias del aborto puro y simple.
Los religiosos, desde feligreses hasta la cúpula, son frontales en que bajo ninguna circunstancia se debe legalizar el aborto. No hay mediadores a la vista. Un sector se quiere imponer, y el otro vive de sus tradiciones.
Tampoco se puede tapar el sol con una pluma de gallina. En la República Dominicana, de acuerdo a denuncias y comentarios, se hacen abortos clandestinos, en muchos casos poniendo en peligro la vida de la mujer.
En pocas ocasiones, por no decir en ninguna, un médico ha caído preso por practicar abortos, que están ahora mismo fuera de la ley. Donde el aborto es la alternativa a una noche de sexo descontrolado, se ha caído en el libertinaje.
Los religiosos tienen que abrir sus conceptos. La mujer se tiene que planificar. Tiene que tomar las pandillas anticonceptivas, y aplicarse otros métodos que evitan el embarazo. Inclusive la llamada píldora del día después es una opción. Oponerse a los métodos de control de la natalidad, es también una necedad.
El método del ritmo es difícil de poder ser entendido por damas analfabetas, sin escolaridad, que desconocen las funciones de su cuerpo y que están hasta el cuello con sus problemas de subsistencia, por lo que es imposible que le den el debido seguimiento.
En algunos casos el aborto puede ser autorizado por una junta médica reconocida, con un representante, cura o evangélico, de la religión que siga la embarazada, así como su asesor legal. Habría que consensuar, cuando una junta médica puede recomendar el aborto.
El derecho a la vida es sacrosanto. Es un crimen condenar al embrión antes de que respire libremente. Sin parcialidades con las feministas o los religiosos, con el aborto hay que consensuar y sentarse a dialogar. El derecho a vivir no es un juego. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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