«No sé a dónde voy, ¡pero estoy en camino!» Anónimo
A todos nos gusta una buena canción, aun a los amantes seguidores de nuevos géneros donde letra y melodía de calidad no son la esencia misma del contenido.
Una buena canción nos seduce, uno se identifique o no con su letra, nos envuelve en su música, nos inserta en su relato y queda anclada en nuestra memoria para traernos de vuelta a nuestra mente los momentos en que la disfrutamos.
Por ello las canciones son creaciones tan intensas en la vida de hombres y mujeres, jóvenes y adultos, por igual. No hay día en que cada quien no tararee un trocito de canción preferida.
Hay una palabra compuesta alemana: «Ohrwurm», que se traduce como «melodía pegajosa». Justo ahí está el quid del asunto cuando a canción se refiere: atraparnos con su Ohrwurm.
Pero, ¿cómo llega a nosotros una canción?
Una canción tiene, básicamente, cuatro elementos que se destacan: melodía, letra, arreglo musical e intérprete. Para lograr el Ohrwurm la clave está entre la melodía y la letra. Como un vicio, debe atraparnos, que queramos repetirla una y otra vez, hasta el cansancio. Luego quedará en nuestro valioso archivo de recuerdos para retomarla cuando así lo deseemos.
El contenido de cada canción se interpreta como el mensaje que nos brinda la letra: puede ser de contexto social, desamor, celebración de la vida, etc. ¿Quién no recuerda «A veces llegan cartas», interpretada por Julio Iglesias? Sigue siendo pegajosa aunque ya nadie envía cartas, sino emails o mensajes por WhatsApp, entre otras plataformas digitales.
En el contexto social las hay de protesta, como aquellas de los años setenta, la Nueva Trova. Hoy tenemos otras de contenido social, que abordan situaciones sociales como los viajes en yola de dominicanos hacia Puerto Rico en desesperada búsqueda de una mejor vida. Los que hemos remado en mar abierto conocemos los riesgos de alta mar, sobre todo para aquellos que no saben nadar y se exponen al gran riesgo de esa peripecia en una embarcación nada segura.
No se conocen las cifras exactas sobre cuántos dominicanos han logrado la hazaña de alcanzar las costas boricuas durante décadas, como tampoco el número de ahogados y desparecidos. Es un trágico drama que se repite, constantemente… dominicanos que no ven en su tierra un futuro alentador y deciden lanzarse a esa peligrosa aventura.
Un joven talento criollo, cantautor, con la sensibilidad necesaria para entender este drama, compuso una canción que describe el trayecto en yola junto a un amor compartido, con nuestro merengue incluido en la coda. Conjugó magistralmente letra, melodía, arreglo e interpretación.
A continuación, fragmentos de la letra:
Nos conocimos
escapando de la noche
escondidos
de las luces y del frío.
Con los sueños y el dinero
apretado entre las manos
y tus ojos igual de tristes
que los míos.
Mira que el futuro
nos espera en la otra orilla,
si quieres ponte
mi esperanza de salvavidas.
Tranquila, negra
que ya vamos a llegar,
acompáñame a bailar
un merengue
en el medio del mar.
Con canciones de este calibre vemos un futuro promisorio para los artistas que valoran la calidad de todos los elementos que componen una canción. Hay un público exigente que demanda la elevación de los trabajos artísticos, sobre todo en el ámbito musical, que tanto ha descendido en calidad y creatividad.
El joven se llama Diego Jaar, nieto de un brillante poeta sancristobalense e hijo de un reconocido arquitecto y también compositor. Como si fuera poco, también su madre es cantante y arquitecta. El arte fluye en sus venas, como herencia genética. Sus creaciones, sus propuestas musicales, no solo son originales y pegajosas (recordemos el Ohrwurm), sino también de una calidad que es necesaria en estos tiempos de extrema superficialidad y vacuidad.
Enhorabuena nos deleita con sus canciones y nos motiva a «coger la yola» junto a él, tarareándolas durante la travesía.
agustinperozob@yahoo.com
(Autor del libro socioeconómico La Tríada II en Librería Cuesta).