Reflexiones en campaña #18
Vengo de orígenes muy humildes y del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Pese a vivir una vida de privaciones y de agitada oposición, nuestro orgullo era saber que representábamos a lo mejor de la patria, a la mayoría de nuestro pueblo. Sabíamos que gozábamos del inmenso cariño de nuestros conciudadanos y esta era nuestra mejor compensación, nuestro mejor estandarte. Reconozco que en esta carrera del infortunio, por voluntad propia en esta historia fuimos nosotros las víctimas, pero admitimos nuestra condición a sabiendas de que nunca perteneceríamos a la clase de los viles victimarios.
Fueron tantos años de persecuciones, de acechanzas y de presión que terminamos aborreciendo a los funcionarios que, con su poder, lo único que hacían era maltratar a la oposición y, claro está, a nuestro humilde pueblo.
Cuando mi padre abandonó físicamente el mundo de los vivos, yo había decidido hacer carrera al lado de mi amigo Leonel. Lo apoyé a finales de 1999 a sabiendas de que en esos momentos eran nulas las posibilidades electorales del PLD. Tal vez por eso lo hice, la oposición era mi estado natural.
Cuando casi cinco años después llegamos al gobierno en el 2004 lo primero que recibí de Leonel fue la distinción de ser miembro de la comisión de transición, integrada por 6 compañeros y coordinada por el hoy Presidente Danilo Medina; Después de la toma de posesión los primeros meses fueron de ardua labor tanto de Leonel como de su equipo, tratando de restaurar la economía y la confianza, lo que se logró a fuerza de la experiencia y una política macro económica correcta. Entonces estábamos en el pináculo de la popularidad, con más del 57% de respaldo, que era el apoyo obtenido en las elecciones recién pasadas.
Ya para las elecciones de medio término del 2006 obteníamos la mayoría congresual y municipal. Quizá por el amplio apoyo popular la alta dirección del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) dio inicio a una carrera por el control de todos los espacios de poder. Pero en mí comenzó a despertarse una seria preocupación, una contradicción: de un lado, sentía la alegría del triunfo, de otro, el temor y la vergüenza propia de saber que se avistaba que se cometerían innecesarios avasallamientos; Pero, como era natural, el pueblo reconoció el trabajo de Leonel y la exitosa recuperación nacional en todos los órdenes. Ganamos entonces las presidenciales del 2008. Llegó el proceso electoral de medio término de 2010 –las elecciones municipales y congresuales estaban separadas de las presidenciales por mandato constitucional- y el PRD estaba ahora dirigido por el ingeniero Miguel Vargas, quien comenzaba a descollar y con razón, pues había obtenido un 43% en las elecciones presidenciales de 2008. Se veía una oposición mejorada para esas elecciones de medio término. Pero el mismo día de la elección me llegaron los informes de que el PLD estaba ganando la totalidad de las senadurías. Ese hecho, además de extrañeza, me dejaba un sabor agridulce porque entendía que no podía ser posible, que un partido con más de un 45% del voto nacional no tuviera representación senatorial.
Supuse que algo estaba mal, que alguien se estaba excediendo. Por primera vez me sentí no victima sino victimario. Decidí ver al Presidente Leonel y le traté el tema con la crudeza que me caracteriza, expresándole mi desconfianza y casi indignación por lo menos en los casos de tres provincias donde era muy difícil pensar que habíamos ganado: María Trinidad Sánchez, San José de Ocoa y Pedernales. Le dije al Presidente que probablemente había fraude y que, de ser así, no se prestara a eso. Al ver mi resuelta actitud Leonel me dijo que no sabía nada de eso, pero que él averiguaría y me llamaría. Así lo hizo. Él me conocía bien y sabía que no iba a comulgar con abusos porque se corría el riesgo de iniciar una deriva anti-democrática, algo que ya se avizoraba en la intención de algunos de sus compañeros del Comité Político (CP). Pero al final terminó imponiéndose la proverbial aceptación disciplinaria de Leonel sujetándose a la voluntad mayoritaria del todopoderoso CP.
Me explicó Leonel que no se trataba de fraude alguno. Quienes habían operado a favor del PLD y en contra de Miguel y el PRD fueron connotados dirigentes perredeístas de ese momento, que con instrucciones de sectores adversos a quien se veía como candidato presidencial nueva vez del partido blanco, impedirían que su propio partido sacara un solo senador. Aunque en el fondo no me satisfizo la respuesta, le encontré lógica en la política auto-destructiva de los perredeístas. Pero intuía que algo no estaba bien, que tanto poder en un solo partido al final podía hacer, mucho daño.
Llegamos al 2012. Hipólito tenía las elecciones ganadas ampliamente. El slogan «llego papá» se oía de manera estruendosa en toda la geografía Nacional. Parecía que el país le había perdonado sus errores al frente del gobierno anterior al «guapo de Gurabo». Revertir esa realidad parecía imposible. Pero de nuevo, la división del PRD, el exceso de confianza y algunos errores tácticos del «viejo Hipo» echaron por tierra sus aspiraciones: a pesar de que llevaba casi 30 puntos de diferencia a favor, si bien por la mínima, ganó el PLD y Danilo Medina. Ahí se fortaleció el criterio de invencibilidad del PLD.
A partir de esa victoria sobre el PRD en el 2012 la alta dirección del PLD se ha creído indestructible, para colmo de males, el partido blanco se dividió dando origen al Partido Revolucionario Moderno (PRM). Con ellos se afinco el criterio de que el peledeismo triunfante no perdería más unas elecciones. Se creyeron dueños de todo, que nadie podía decirles lo contrario. Tenían fe en su poder acumulado, tanto que ni siquiera tenían con quien pelear afuera. Pero entonces, sin enemigos externos capaces de vencerlos, comenzados a contender adentro.
Los miembros del Comité Político se frotaban las manos. De inmediato se puso manos a la obra, articulando la repostulación presidencial. Con un estilo diferente, Danilo sabía que tenía buenos números en las encuestas y, con el daño realizado por sus adláteres a la imagen de Leonel, sentían seguridad en el empeño, proyecto que a fin de cuentas lograron sacar adelante, construyéndose la unidad sobre la base de un acuerdo en el que quien esto suscribe medio y ayudó a redactar. Sabía, por los antecedentes y la experiencia, que esto no terminaría bien, que los excesos terminarían tragándose a Leonel y con ello a la unidad del PLD.
A partir de ahí se edificó la «dictadura perfecta». Se tomó el control absoluto de todo, se procedió a abarcarlo todo. Crearon un estado de ahogamiento, produciendo asfixia por doquier contra todos los que los adversaban, iniciando con los Castillos, los aliados más viejos del PLD.
Se creen «dueños del país», al punto de que entienden que lo único que les falta es sacarle título de propiedad a la nación. Se creen con derecho a hacer lo que les venga en ganas, con tal desparpajo que son una vulgaridad sus acciones. Lo peor es que cuentan con el silencio cómplice de la mayoría de la estructura mediática del país, con la permisividad de quienes deben ser los árbitros del proceso, aliados estratégicamente con los detentadores del gran capital, que en unidad público-privada quieren engullirse lo poco que le queda a esta patria.
Están tan engreídos y borrachos de poder por el uso y abuso de los recursos públicos y del poder coercitivo del Estado, que creen que le pueden ganar a la mayoría del país aunque sea contraria a sus propósitos. No se están dando cuenta del nivel de enojo que están inoculando diariamente en la sociedad.
La cúpula palaciega entiende que le ganará a su propia base que desea la unidad. Que pueden repetir lo que le hicieron en las primarias a Leonel, haciéndoselo a «los improvisados» del PRM y al outsider Luís Abinader -según sus criterios-. Creen que le pueden ganar a todas las fuerzas políticas de oposición, a la indignación de las capas medias, a la empoderada sociedad civil, a la diáspora, que tanto desea votar, a la comunidad internacional, que conoce el deseo inmenso de la mayoría del pueblo dominicano por salir del virus palaciego.
Estén seguros, vienen contra todos y con todo, dispuestos a crear las crisis que sean, todo menos entregarle de nuevo el poder al pueblo. Por eso se han negado a unificar al PLD dándole paso a quien ganó realmente las primarias de su organización, que fue Leonel. Estén seguros de que lo harán todo, porque de tantos abusos perdieron hasta la vergüenza. Sólo tienen un objetivo y es quedarse ahí a cualquier costo.
Tengo que reconocer que hay un entorno favorable para ello, en parte, porque la pandemia ha sido su excusa para comprar la voluntad de los sectores populares, porque la globalización está en crisis y no se puede esperar solidaridad de potencias que están tan abatidas que dejarán a cada nación resolver como pueda sus propios problemas. Pero sobre todo, hay mucha gente dispuesta a ser cómplices de eso, claro está, si se les paga su precio.
Estamos firmes apoyando a Leonel. Él es el capitán necesario para timonear el barco en medio de las grandes tempestades que le tocara sortear al país. Lo que está en juego aquí no es un cargo, no es la presidencia, es la defensa del esfuerzo y el sacrificio de tantas personas por legarnos un Estado democrático.
Nuestros ex-aliados nos obligarán, si se mantiene la actitud anti-democrática de este ciego empeño en querer mantenerse en el poder a toda costa, haciendo clasificar a «la mala» a su candidato presidencial, a unir en segunda vuelta a toda la oposición para llevar un Gobierno de Coalición que restaure la democracia colapsada.
Tengan claro los del gobierno que los de la oposición creemos verdaderamente en los valores de los derechos ciudadanos que ellos conculcan diariamente. No se equivoquen pensado que ante cualquier intento de subvertir la voluntad popular, nos mantendremos impasibles. Nos encontrarán al lado del pueblo, con firmeza espartana, dispuestos a defender el dictamen sin coacciones del soberano. Haremos todo lo que haya que hacer para restañar las heridas que se infligen en el proceso eleccionario, porque para nosotros, todos unidos en la defensa del interés de las mayorías, no habrá imposibles. Para esta legión opositora, lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes.
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