A Pleno Sol
El Código de Trabajo ha sido en el país un libro sin aplicación práctica. Al parecer sus artículos nunca se han ejecutado para beneficio de los que venden su fuerza, física o intelectual, de trabajo. El Código es un manojo de artículos que han estado huidizos en la defensa de los trabajadores.
En muchas ocasiones se ha planteado el lanzamiento de un modificado Código de Trabajo, pero nunca se ha visto su aplicación real. El ministerio le saca el cuerpo y la nueva ola del viejo sindicalismo, da demostraciones de que es más pro-patronal que proletaria.
El ministerio de Trabajo debe ser siempre un mediador, que con la ley en la mano, actúe entre los empleadores y los trabajadores. Salvo que la situación cambie a futuro, siempre se ha colocado del lado del sector empresarial.
Con ampliaciones o modificaciones, el Código de Trabajo nunca ha sido malo. En el papel es el instrumento idóneo para matizar las relaciones laborales. Fallan los hombres y mujeres que son los encargados de ejecutar sus disposiciones. Los artículos de una ley son nada, si de por medio no está la acción del que va sancionar a los que lo violen.
Todas las instituciones dominicanas tropiezan en muletas, por sí mismas carecen de fuerzas, y se asimilan a la personalidad del mandamás de turno. Pecado lamentable que nunca es reparado. Las instituciones son las que tienen que doblegar el carácter individual del burócrata, empujarlo a que deje a un lado sus compromisos personales y que no evada responsabilidades, para solidificar posiciones personales.
La República Dominicana tuvo en el pasado uno de los movimientos sindícales más férreos del Caribe. Defendían a los trabajadores a vida o muerte, pero cayeron en las garras de la política levantisca y confundieron sindicalismo con izquierdismo.
Sometidos a la presión de la lucha ideológica entre China, La Unión Soviética y Cuba, el poderoso movimiento obrero dominicano de los 60, 70, 80 y 90, nació y se reprodujo con el cuño del fracaso y del fraccionamiento.
En la lucha frontal contra los terribles doce años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer vivió el espejismo de que haría la revolución, armada o desarmada, y descuido su objetivo principal que era solidificar un poderoso movimiento de lucha para el bienestar de los obreros y los campesinos.
Un nuevo Código de Trabajo podría seguir siendo letra muerta, si se debate entre la complacencia sindical y la timidez del Ministerio. Son vacuas las intenciones de defensa de los trabajadores, por lo que no vemos grandes mejorías en lo inmediato. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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