«Lo importante no es ganar, si no, de cuantas batallas hemos bebido»
El mundo físico, si es real, lo que no lo es, es la permanencia. Es real tu sueño, es real tu abrazo, tu sombra, tus latidos y todo lo que te rodea y de lo que buscas rodearte. No tengas ni acaricies una sola duda. De lo que tampoco debes dudar es, que la muerte, cuando te toque, también se morirá…
Ajústense los cinturones, que vamos a latir en uno de mis temas favoritos, y contrario a los que piensan «que soy maquiavélico» o que «este» tema es algo «fúnebre», les diré, que no hay nada más saludable que aceptar la muerte como el principio de la vida.
Muchos dicen, que: «vivimos en una burbuja», que nada es real, que todo es una ilusión y vente mil cosas más, sin embargo, nada nos quitara este momento, esta experiencia, este sueño o como les quieran llamar. Nadie ignorará tus cicatrices, tus ausencias queridas, tus penas y tus glorias.
Lo que, si es cierto es que, cada segundo que pasa ya no existes. Tu estela seguirá resonando en tu memoria y guardarás la mayoría de ese «tiempo» vivido, distribuido en cajones que se abrirán cuando necesites «apuntalar» acontecimientos.
La muerte de la muerte es cuando estás consciente ¡Que vivir si es estar muerto! Y que cuando «piensan» que te moriste, no saben que estás viviendo. Las infinitas evidencias y testimonios de personas que han experimentado el «proceso» de transición hacia «la otra realidad» así lo atestiguan. Un túnel, un desplazarse veloz, una luz, una paz, un amor no experimentado nunca.
No permanecemos en esta realidad, saltamos, nos escabullimos, huimos y demás denominaciones fugaces. Lo que «podría» quedar guardado, en aquel otro infinito, son los cajones ya mencionados. Ellos representan las batallas y lecciones que pasamos a través de todos los momentos vividos.
Podrían ser «caminos» ya marcados de antemano, pero con la libertad de «reaccionar» a los mismos, de forma que nos «motive» a absolver las metáforas de la mejor manera que entendamos y esto determinara, «el tiempo» necesario que nos queda para darle muerte a la muerte.
La muerte de la muerte ocurrirá, cuando las diversas experiencias llenen a tope los cajones y estos desparramen simpatías y sosiegos. Signos irrebatibles de sabiduría mundana y espacial. Claros signos de luz que solo se alcanzan, cuando damos muerte a la muerte. Cuando ya no haya que vestirse de sombras… ni de luces…
Al parecer, hay un caer y caerse. Una idea y una ventanilla, un naufragio y un náufrago, una rueda y mil caminos.
El ganar es lo aprendido, el alimento es el sudor y las lágrimas y las risas. Situaciones que surgen en caravanas constantes de camellos silentes, atravesando desiertos mentales, de certezas «especuladas», entre miedos inoportunos y ajenos a quien cabalga, solo que no lo sabe y es su oficio descubrirlo.
Beber entre sorbos, de la arena, de las hojas sublimes, del rocío, de la fuente quebrada en la quebrada. Morir al pie de cada puerta, entrando con pisadas de aguaceros. Para volver a salir, entre disturbios de compasivas manos transparentes, que nos animan a volver a comenzar de nuevo.
La muerte de la muerte está infinitamente atada a la existencia. Un juego de dar y quitar en el que uno gana y pierde constantemente, como si fuera necesario este ir y volver, este estar y no estar… este amar y olvidar…
Bebed hijos míos de los destinos y fluid entre ellos como las piedras en los ríos, porque cada momento es distinto y de lo distinto se hacen los momentos. Cada muerte será distinta y entre ellas las que dobleguen los instintos y entre ellos la consciencia, la única que saldrá intacta a pesar de enrumbarse en un ser y no ser de complejas emociones. Ya lo vieron, ¡no estuvo nada fúnebre y sí muy poético! ¡Salud! Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
Comentarios sobre post