En la democracia moderna se impone la concertación y no la acción de fuerzas. Se mantiene la interdependencia de los poderes cuando hay diálogo, pero se da paso a la dictadura cuando actúa el puño de hierro. Burla la Constitución, sea el ejecutivo o el legislador, al no escuchar a todos los sectores al momento de formalizar decisiones.
El autoritarismo no puede ser impuesto por ningún sector de la vida política. Es imposible que mediante decreto se pueda suplantar la conformación de las leyes. Nadie en un país civilizado está por encima de la Constitución. Los gobernantes y los ciudadanos tienen un límite en sus actuaciones, que es impuesto por la Carta Magna.
Los dominicanos tenemos amargas experiencias de las violaciones constitucionales y cuando gobernantes de turno han levantado la idea de que están por encima de las instituciones, sonrojando el derecho constitucional. A lo largo de todo el siglo 20 lo vivimos en carne viva.
Hoy de lo que se trata es de que la Constitución deje de ser un simple pedazo de papel. Trujillo tornó la norma constitucional en una basura con artículos redactados a su imagen y deseos. Un tirano de sable en mano, pero aupado por corifeos de turno.
Esa columna de violaciones institucionales de Trujillo tuvo detrás a intelectuales y juristas que hicieron el papel de vocingleros, y a sabiendas de sus torpezas, quisieron darle justificación legal al lodo que se tiraba sobre la ley de leyes. Trujillo fue ley, batuta, hombre de mano dura, y su Constitución un traje que le cayó a la perfección, y sirvió para eliminar los derechos humanos y cívicos de todos los dominicanos.
No hay ni siquiera ahora mismo amagos de que se intente violentar la Constitución en medio del coronavirus. El presidente Danilo Medina en la búsqueda de conseguir los plenos poderes para hacer frente a la pandemia, actúa de acuerdo a lo que manda la Carta Magna.
Por eso trata de llegar a acuerdos con el bloque parlamentario, para que se le dé tiempo suficiente para poder mantener el toque de queda y la cuarentena. Es mediante el consenso que se tiene que llegar a acuerdos en un bloque de diputados donde manda la oposición.
Si podría dentro del marco constitucional, rechazar el Senado las modificaciones que hizo la cámara de Diputados a su aprobación de los plenos poderes por 25 días. No hacerlo y aceptar los quince de los diputados es una muestra de sabiduría y concertación.
Hoy más que nunca es necesario el consenso entre todas las fuerzas políticas, para hacer frente al coronavirus, y acelerar la marcha hacia la normalidad de la vida económica y social. Sin diálogo se va camino de la ley del más fuerte, y eso no lo desea nadie. La concertación es el único camino. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
Comentarios sobre post