No hay dudas de que las redes sociales juegan un papel de mucha importancia en la sociedad moderna, sobre todo porque nos permite involucrarnos en los espacios de intercambio de información y tener más conocimientos respecto de las nuevas tecnologías. Es una herramienta que ayuda a entender el orden social debido a que han incrementado la interacción a nivel mundial sobre temas y preferencias. Las aplicaciones están de forma abierta a nuestro alcance y cada persona puede libremente comentar, expresar y dar su opinión aplicando así la frase “Existo, luego pienso”, de René Descartes, un brillante filósofo, matemático y físico francés considerado el padre de la geometría analítica.
Pienso que la popularidad de las redes sociales ha trascendido más allá del límite de la prudencia, el respeto, a la dignidad e intimidad de las personas que se ven acosadas frecuentemente con vídeos, imágenes, audios y textos manipulados y editados con propósitos malignos. Desafortunadamente, han caído en las manos de muchos individuos tipificados con analfabetas funcionales, seres voraces, desenfrenados de mentes y lenguas, que publican asuntos íntimos de personajes famosos de diferentes profesiones, sin medir las consecuencias de esas acciones.
Son sujetos palurdos que llenan los espacios virtuales de informaciones que no se esfuerzan en confirmarlas. La poca educación o escasa formación cultural los induce a no saber comportarse con elegancia y buenos modales en público. Es la razón de que se divulguen tantas basuras y noticias falsas, que luego son desmentidas. Lo peor es que esas redes sociales se han expandido en el mundo como una pandemia sin un aparente control. Algunos países han podido regularlas con el interés de salvar la salud mental de su población, especialmente por los contenidos pornográficos y otras indelicadezas.
La situación ha llegado tan lejos que son utilizadas como instrumentos para la difusión de contenidos catastróficos promovidos por supuestos clarividentes. A ellos se suman los científicos que pasan el tiempo anunciando el fin del mundo basándose en la ocurrencia de fenómenos naturales, como los terremotos, huracanes, El niño y la niña, el cambio climático, la hambruna, pandemias o la posibilidad de una III Guerra Mundial detonando armas de devastación masiva, como las bombas nucleares y otros artefactos demoledores fabricados por las potencias mundiales como Estados Unidos, China, Rusia, India, Inglaterra, Irán, Israel, Francia y Alemania en su agenda de repartición de los países débiles y ricos en minerales.
La humanidad se siente atemorizada por los vaticinios científicos divulgados a través de las redes sociales, revistas y otros medios de comunicación respecto a los últimos días de nuestra existencia. De hecho, han surgido clarividentes que pretenden parecerse al famoso Michel de Nôtre-Dame, usualmente conocido como Nostradamus, fallecido el 2 de julio de 1566, cuyas adivinaciones ya se han cumplido.
No obstante, quedan agendados otros presagios a futuro que no veremos dada la prolongada fecha, pero no dejan de ser aterradores.
Con relación a ese panorama, la publicación virtual El Confidencial, de fecha 06/07/2020, se refiere al manoseado asunto del fin del mundo y explica sobre las curiosas predicciones fallidas como el apocalipsis presagiado por la civilización Maya, cuando advirtió que todo terminaría para la humanidad el 21 de diciembre de 2012. Nada pasó.
O el caso de Jeane Dixon, una conocida astróloga y vidente estadounidense del siglo XX, quien predijo el Armagedón (la batalla final entre Dios y los gobiernos humanos que se niegan a someterse a su autoridad (Salmo 2:2). Por igual, dijo que el mundo terminaría el 4 de febrero de 1962.
La lista es larga. Narraremos limitados otros augurios cuyos resultados están por verse. El científico británico Isaac Newton, aseguraba que el fin llegará en el 2060, argumentos basados en el libro del profeta Daniel en el Antiguo Testamento y textos hebreos. Varios colegas de este tiempo confirmaron que un asteroide de 1,1 kilómetros de diámetro se dirige a la Tierra, y según cálculos, estrellará en el Océano Atlántico en marzo de 2968.
La investigadora de los Archivos del Vaticano Sabrina Sforza Galitzia, asegura que la pintura de “La última cena” de Jesucristo y los doce apóstoles contiene un código escondido, justo encima de la cabeza de Jesús, que pone de manifiesto detalles acerca del fin del mundo. Afirmaba que Leonardo Da Vinci, autor de la famosa obra, predijo que el 21 de marzo de 4006 comenzaría otro diluvio universal que acabaría con nuestra existencia. Falta mucho para llegar a esa fecha.
Por último, cita a Baba Vanga, mística búlgara, supuesta clarividente, que también tiene su propia predicción sobre el apocalipsis. Supuestamente, ella vaticinó acontecimientos como el fin de la II Guerra Mundial, la desintegración de la URSS y el 11-S cuando colapsaron las torres gemelas de Nueva York. Ubicó el fin de nuestra existencia en el 5079. (Enlace: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-07-06/pueden-vueltas-fin-todavia-pueden cumplirse_2649779/).
Viendo con atención esas profecías, el miedo a desaparecer como especie humana por surgimientos de eventualidades devastadoras, es nuestra principal preocupación porque nos aturde el solo pensar en morir, pese a que no somos inmortales. Mientras, tendremos que acostumbrarnos a vivir a merced de los bombardeos de contenidos perversos promovidos por las redes sociales y otros medios de comunicación, sin dejar de reconocer con justicia que no todos son malignos. Por tanto, la misión es leerlos y escanearlos con cuidado como forma de conservar sana la salud mental.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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