(Cuando se acaba el deseo de vivir)
«La capacidad para recibir estímulos. La manera como vemos al mundo.»
Cierto que somos un espejo de «los otros», nos vamos «contaminando» de «aquellos» que, si hacen lo que ya habíamos pensado, pero no tuvimos las agallas de hacerlo…
Vivir en un estado de «coma» es posiblemente la forma en que la mayoría de nosotros vive. Nos las pasamos soñando y esperando que, «alguien» se aparezca de la nada para «descubrirnos» ¡Te encontré! Eres la estrella que andaba buscando… Sin embargo, «esas cosas» suceden raras veces y el tiempo se va acercando dejándonos un mínimo margen de movimiento que termina por vencernos.
Como la espera no acarrea mucho esfuerzo, la vamos alargando y sutilmente nos vamos durmiendo en ella. Cuando logramos despertar, si es que alguno despierta, nos vemos alcanzando el fondo del final de nuestra vida. Pero eso es solo una parte de la mayoría, hay otros, que caen en un letargo profundo a muy corta edad, por decir, a los veinte y tantos. Estos son los que más duro se dan, pues su ansiedad no los deja vivir como esa mayoría descarada que se las pasa como los gatos… rumiando.
Cuando uno pierde el sentido, prácticamente se pierde todo. Las ganas de vivir se truncan y caemos en un vacío por falta de «proyectos». Pero esos bocetos se multiplican y se transforman y se van esbozando en la mente, al punto que se hacen infinitos e improbables de realizar por la cantidad de diseños y complejos agregados. En otras palabras, uno termina perdido en el tiempo y el espacio, como se suele decir.
Entonces llega el tiempo de los psicólogos, siquiatras y demás perdidos en la materia gris de la «laberinticomplejidad» a donde terminamos todos más extraviados que Lola. Donde termina el loco, comienza el filósofo y si es pesimista, terminará en el último grado a donde van a parar los poetas… «Cuanto penar para morirse uno» escribió Miguel Hernández.
Termina uno tan trastornado con esto del Norte o Sur, que ya la brújula interior pierde el sentido cardinal y el vértigo hace estragos en el «audio speaker». No escuchamos a nadie por más interesado que se nos vea. Nuestra atención es «sofistica» y terminamos más aislados que Robinson Crusoe, con la desventaja que canta Sabina «y como huir cuando no quedan islas para naufragar»…
Si el deseo de vivir se merma, si ya no encontramos una puta y simple pasión, si perdemos el sentido a la existencia, entonces estamos navegando a la deriva cuál zombi marinero en una barcaza infectada de polillas. Estamos metidos en un naufragio que nos hará fallecer dos veces…
¿Cómo se vuelve a nacer? ¿Cómo retomamos el timón de la nave? ¿A quién le pedimos ayuda? Si aún no ha alcanzado el punto de no retorno, si su «desdeseos» no son causa de químicos interiores, si sus «sinsentidos» no son herencias genéticas, entonces, todavía podemos enderezar el barco.
La pausa interior es la clave ante tantas ofuscaciones. Recobrar la cabeza es un asunto íntimo que requiere de pequeños pasos. Lentos peros constantes. Se trata de dar brazadas mínimas con un enfoque hacia adelante, una y otra vez imaginando un Norte en cualquier horizonte, solo busqué una raya.
Todos morimos muchas veces en este estado incontrolable y frágil de vivir. La vida no es un asunto sencillo, sino más bien un abismo de inesperados contratiempos. Nos tocará lidiar contra ellos constantemente si es que no queremos perder el sentido de la misma. Aprender de los piratas y emularlos cuando nos arranquen las banderas del amor, de la amistad o el desasosiego.
Los piratas no pierden el sentido porque carecen de este. No están aferrados a normas establecidas por sociedades porque la libertad es lo que da «sentido» a su «sinsentido». Un enredo más en busca de la felicidad perdida…
Conclusión, perder el sentido podría resultar en el antídoto ideal contra el dolor que no se sabe cómo lidiar. Unas gotas de desamor y olvido. Un arma secreta e infalible, guardada en algún lugar secreto de nuestra mente que debemos aprender a cerrar y abrir a nuestro antojo, si es que no queremos terminar en el manicomio, allí, donde van a parar todos los locos, es decir, usted y yo… y todos los otros. ¡Salud! Mínimo Sentidero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
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