A rajatabla
El movimiento de «las sombrillas amarillas», surgido en 2011, constituyó una extraordinaria acometida mediática y social que obligó al gobierno a cumplir con la ley que asigna el 4% del PIB a la educación básica y preuniversitaria, una lucha comparable solo con el reclamo del «medio millón para la UASD», en los 70´s.
La población se asoció con ese justo anhelo que llegó a cobrar tanta fuerza que fue imposible incluirle reparos, como, por ejemplo, garantizar condiciones jurídicas y administrativas para que el presupuesto educativo pudiera cumplir con el propósito de impulsar la calidad educativa.
Todo aquel que colocaba alguna objeción o modificación al pedido del 4% para la educación fue atropellado por la locomotora mediática que nunca se detuvo en alguna estación de reflexión o negociación a los fines de garantizar uso adecuado y eficiente de los recursos de los contribuyentes.
De nada sirvió sugerir diseño y ejecución de un Plan Nacional de impulso a la calidad de la educación básica, especialmente en la actualización del currículo escolar y docente, así como un reenfoque la tanda extendida, diseñada en principio para proveer merienda y almuerzo a los estudiantes.
El presidente Danilo Medina puso en ejecución el 4% a la educación en 2013, a la que se han destinado en diez años más de mil millones de pesos que literalmente han sido tirados por el retrete, sin poder mostrar avances significativos en el sistema de enseñanza pública.
No son muchas las naciones de la región de Centroamérica y el Caribe que destinan esa proporción del PIB en su presupuesto de inversión a los niveles básicos de la educación pública, pero serían mucho menos los que incurren en dispendio sin ningún control, como ocurre aquí.
Las sombrillas amarillas deberían reabrirse ante el drama educativo, sobre todo porque sus portadores de la sociedad civil impidieron hace diez años el desarrollo de una discusión sensata y útil sobre el destino de ese 4%, por lo que ahora están compelidos a encabezar una necesaria jornada de autocrítica.
En diez años la educación básica dominicana no ha mudado un solo paso en el programa Pisa, de evaluación por asignatura, pero tampoco en la capacitación del personal docente ni en la actualización del programa curricular, lo que quiere decir que el 4% fue tirado por acantilado del desorden, incompetencia y corrupción.
Las sombrillas amarillas deberían evaluar informes sobre desempeño estudiantil y docente, así como el historial de dispendio del presupuesto educativo, que arrojan desastres tales, como el que apenas 0,7% de los alumnos tuvieron resultado satisfactorio en matemática.
Con el mismo ímpetu que se impulsó la lucha por el 4%, los paraguas dorados deberían reclamar el reencauzamiento de esas inversiones para que impacten en la calidad educativa y no se reedite el fatídico informe sobre inusitada violencia en las escuelas y bajísimo nivel de competencia estudiantil.
De cada cien peso del erario, RD$20.1 son dirigidos a la educación básica y preuniversitaria, donde en diez años se han malgastados o dispendiados mucho más de mil millones de pesos, cuestión que debería llamar la atención de las sombrillas amarillas.
orion_mejia@hotmail.com
(El autor es abogado y periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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