Sin lugar a duda y sin romantizar, la fuerza de una madre es más grande que las leyes de la naturaleza, como reza el proverbio popular. Los pensadores concuerdan en que, la palabra de ánimo de una madre es la estructura en que se construye la grandeza de un ser humano. Quizás por eso, al nacer, Dios no nos regala un manual para vivir la vida terrenal; nos entrega a mamá, quien en la generalidad, guiará nuestro cuidado y formación. De ella se aprende la misericordia, los valores.
Quien tiene una madre responsable, posee un estandarte, una superheroína, un refugio espiritual para sus hijos e hijas. Mientras ellos, ellas, son sus anclas. Es ella, la guerrera incansable; valiente trabajadora, modelo a seguir, ante la cual hay que inclinarse siempre y venerar su investidura divina. Después de Dios, el ser que debe ser más reverenciado en la tierra. «Todo lo que soy y espero ser, se lo debo a la angelical solicitud de mi madre» decía el político y jurista Abraham Lincoln.
Gracias al ejemplo de las madres comprometidas, protectora de los derechos de sus descendientes, las hijas y los hijos, se desarrollan de manera holística. Por algo dicen que solo el corazón de ella, es el único capital del sentimiento que jamás se quiebra, y con el cual las proles pueden contar siempre, en todo tiempo y con toda seguridad. El único ser que siempre perdona, porque Dios las dotó de compasión.
«Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre, y no abandones la enseñanza de tu madre», dice Proverbios 6:20. Asimismo, Éxodo 20:12, nos recomienda honrar a nuestro padre y madre, para que se nos alarguen los días en la tierra que Jehová nos regaló. Por eso, debemos en el caso que hoy nos ocupa, cultivar y fortalece el vínculo, sin idealizar a la madre, porque ellas, son seres humanos, quizás, los únicos con patente de divinidad. Aún así, cometen errores, que sus hijos e hijas están en la obligación de absolver.
Expresado de otro modo, es preciso respetar los límites; entender la etapa que vive la progenitora y su descendencia; la condición de salud…, incluso, esas «decisiones erróneas» y no apoyadas por sus hijos e hijas. Aun así, estos y estas, siempre tendrán la responsabilidad de proteger su dignidad, nunca vulnerar o considerar que su vida útil terminó, porque ella sigue siendo favorable aun cuando su morada es celestial. Madre solo hay una.
Asimismo, en este tiempo, Siglo XXI; Era de la Información; conectividad, digitalización, redes sociales…, también de los excesos y antivalores, por parte de algunos coterráneos, debemos recordar, que es deber de las hijas y los hijos agradecer, perdonar, entender, resistir con paciencia; pidiendo instrucción a Dios ante temas familiares complejos, incluso, comportamiento vergonzoso; imposiciones arbitrarias…, pero, nunca faltar al decoro de su madre. Eso es de seres inicuos.
Resulta que las madres son humanas: cometen yerros, toman decisiones desatinadas…, pero, ¿quiénes somos para juzgarla?, ¿acaso olvidamos que somos personas imperfectas? y que, al igual que nosotros, ellas tienen emociones; se enamoran, aman, luchan, ríen, lloran…, jamás debemos hacer vida un tormento, al contrario su andar debe ser suave, placentero; se han ganado ese regalo.
No tenemos duda, su amor es incondicional, y sus brazos, como decía el gran dramaturgo Victor Hugo, están hechos de ternura. Agradecer su existencia, amarla y honrarla es nuestro compromiso. Feliz Día de las Madres para todas las mujeres que tienen la dicha de serlo en nuestra amada República Dominicana y el mundo, que el Padre llene presentes su vida y abnegación.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora residente en Santo Domingo).
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