La noche se ha puesto gris, ya se fundieron todos los colores y ahora hurgamos tratando de descubrir uno nuevo.
Las miradas se han ido apagando. Aquel color, verde esperanza, se ha tornado en un plomizo sombrío, como si todos padeciésemos de argiria.
La enfermedad de los muertos vivos arropa la ciudad y una sábana blanca se posa de un extremo al otro dando por terminada de un soplo la historia de miles y miles de calles y esquinas.
Desde mi balcón grito tu nombre y este se va entre murmullos arrinconados que surgen de todas partes, almas en pena que desvían distorsionando las letras que una y otra vez pronuncio, se pierden entre los rezos y llantos que suben y bajan, del cielo al infierno.
El silencio va ganando fuerza y vuela victorioso por entre las columnas principales que anuncian la entrada a esta moribunda ciudad.
Nadie tuvo tiempo a pensar, el tajo se nos encimó cual roca gigante despeñada en la montaña. Un giro abrumador que nos impulsa en dos vías…la que llevamos y la que pensamos llevar.
En un momento flotamos ligeros, librados de medidas gravearías y gozosos como tontos. Hay cierta complicidad en el abandono, un recuerdo ancestral que de la nada surge para apacentar un corazón que ya no late.
La memoria se ha perdido y solitariamente vaga el pensamiento. Reconociéndose, desconociéndose, descubriéndose, despreocupadamente navega hacia un abismo que cae en ascendencia.
Desde la caverna oscura se perciben las voces que nunca llegan. Un cúmulo de naves que se dirigen a una salida estrecha y que promete despertar.
Fue tan súbito el destello que aún nos queda algo del abandono. Imágenes que se insinúan queridas y que no nos mueven sentimientos.
La libertad es plena o nos causa daño. Se ha fundido el ser haciéndose todo. No hay tus ni ellos ni nosotros…solo un tu que eres yo, un yo que eres tu…un.
El apocalipsis ha minado la esfera y se ha disuelto por el mismo rumbo llegado. Hay un planeta nublado, desabrigado. Pronto será de arena ardiente y noches heladas.
Hay un recuerdo errante que vaga dando tumbos. Quizás se tome millones de años en hacerse una idea, un pensamiento, un deseo.
Quizás retornaremos algún día y el deja su colectivo nos volverá a lanzar por el abismo que como rueda repite esta historia no aprendida.
La sal roza ligera al desierto. Brota una flor necia, fuera de contexto. Se arroja y se luce desafiante, quizás, inocente. Ella solo surge indiferente mientras el cielo se debate entre tormentas. Salud!.
El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach
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