A Pleno Sol
El sector obrero dominicano ha vivido etapas de luchas heroicas, muchas de las cuales terminaron con sangre y muerte. Sin embargo, todo ese esfuerzo zozobró porque las acciones se ejecutaron en medio de coyunturas inmediatas, sin buscar salidas permanentes.
Un movimiento obrero que fue absorbido por la praxis de grupos políticos, lo cual fue causa fundamental de su extinción. De izquierda y derecha se cobijaron en el sindicalismo para impulsar sus ideas. La iglesia católica con su central sindical, pero también los simpatizantes de Rusia y China.
En la era histórica del sector obrero se comenzó la lucha por el área más neurálgica del país, y donde se empleaban a miles de hombres, muchos en condiciones de semi-esclavitud. Fue en los muelles y el sector cañero que se fortalecieron luchas, que fueron ahogadas en sangre.
Trujillo, con su gobierno de mano de hierro, permitió una etapa inicial del sindicalismo, porque le favorecía como vitrina internacional en la guerra fría, pero luego lo acalló con todo el peso de su puño. Deportó e hizo huir del país a los principales sindicalistas, teniendo como máximo ejemplo a Mauricio Báez, titán de la lucha reivindicativa.
Le faltó siempre al movimiento sindical tener la fuerza necesaria para aglutinar tanto al campesino como al obrero. Grupos que trabajaron en el campo, escenificaron su principal tarea en dar respaldo a los ocupantes legales o ilegales de tierras, pero en la turbulencia desaparecieron.
La lucha frontal de las organizaciones sindicales en los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer les hizo dejar a un lado la búsqueda de reivindicaciones, y se fueron a un terreno que más bien correspondía a los partidos políticos. En medio de esas disputas vino el reflujo y nunca recuperaron fuerza social y comunitaria.
Hoy el movimiento necesita tener vida nueva, dejar a un lado el pasado y comenzar a trabajar un sindicalismo del siglo 21, donde China y Rusia no son exportadores de revoluciones, si no potencias económicas, y la iglesia abandonó la teología de la revolución.
A pesar de sus fraccionamientos y altibajos, hay que reconocer los esfuerzos que hacen para sobrevivir los dirigentes de las principales centrales sindicales. En el país tenemos que comprender que la crítica no echa por tierra esfuerzos y dedicación.
Tiene que levantar el sindicalista la bandera del relevo, que los ya pensionados comprendan que su tarea termina y tienen que dar paso a nuevas ideas y sangre. Para sobrevivir en este siglo 21 es obligatorio nuevas perspectivas, encabezadas por la nueva generación, o se corre el riesgo de cerrar los locales en forma definitiva. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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