«Odio las citas, dime lo que sabes». Emerson
José María Gallardo, bloguero español, comentó: «A mucha gente le gusta incluir citas, especialmente de gente famosa o reconocible, porque ayudan a dar “argumento de autoridad” y a reforzar el razonamiento en el que suelen incluirla, ya sea como homenaje o signo de admiración hacia el autor de la cita y su trabajo, como inspiración para el lector, como clarificación, etc. Las citas me parecen un argumento facilón y prácticamente estético de culturilla general… Son muy sospechosas las referencias continuas a filósofos, especialmente las del estilo de Nietzsche. ¿Se necesitan estas para reforzar argumentos? Los argumentos deben ser veraces y tener peso propio. No deberían depender de lo que dijo otro en su momento para tener autoridad o veracidad».
Expuesto esto, vamos hacia personajes de nuestro diario vivir en estos tiempos de casi absoluta interconexión: los opinólogos comunes, no los de carrera.
Opinólogo es un término despectivo aplicado a personas que, generalmente en los medios de comunicación, opinan sobre cualquier tema como si fueran especialistas o sorpresivos «expertos», equiparando sus criterios con el del técnico, el profesional o el científico. El conocimiento académico es ‘triturado’ y aplicado a contextos específicos sin ninguna reserva. Con ello, se integran opiniones propias que son expuestas como verdades, promoviendo el razonamiento del sentido ordinario sobre el pensamiento científico.
Es una especie de seudodisciplina cuyos cultivadores reúnen, además, un nuevo requisito: la rotundidad de sus juicios y la simpatía que suelen suscitar en su público, que a menudo se siente identificado con este nuevo «profesional» que traslada a los medios de comunicación de masas la charla informal (y, en ocasiones, malintencionada) típica de quienes pontifican sobre lo divino y lo humano acodados en la barra de un bar o refugiados en el anonimato que brindan las redes sociales.
Tenemos el periodismo de opinión para entrevistar opinólogos, «profesionales» altamente descalificados cuya labor social consiste en crear opiniones en los medios de comunicación masivos. Los objetivos del opinólogo son diversos: desde la necesidad personal de trascender en las distintas plataformas o ser parte de un determinado movimiento; hasta la defensa de intereses políticos, religiosos o económicos específicos.
Estas son solo algunas de las manifestaciones que forman parte del repertorio de respuestas habituales en intensos y acalorados ‘debates’ en los diversos medios de comunicación; que no por más intensos, llegan a algún sitio.
Por su parte, «opinador» se define como: persona que crea o dirige la opinión pública. No es sinónimo de opinólogo. Está de moda ser opinólogo, que generalmente es un improvisado. Algunos se escudan: «Yo no soy opinólogo, sino un periodista con opinión», aunque las faltas a la ética más notorias en estos tiempos las protagonizan personas ajenas al periodismo, como son los «noteros» y opinólogos.
En ocasiones se consideraban también una amenaza para el «intelectual público». Este ha sido reemplazado por la del analista político, el analista económico o el opinólogo, pero la figura del intelectual público simplemente ya no existe. Dentro de esta moda opinadora se registra otro vocablo, «opinante», frente a opinador. Opinante parece denominar generalmente a cualquier persona que expresa sus opiniones, sin hacer de ello una profesión.
Al presente ha surgido el todólogo: la persona que cree saber y dominar varias especialidades, características que parece compartir con el opinólogo. También el chismólogo, el futurólogo, el astrólogo y hasta el panderetólogo, diestro en tocar la pandereta. Vivimos desesperados por la atención y por dar a conocer al mundo todo lo que pensamos y sentimos, sin ningún filtro de sentido común de por medio.
«Tengo derecho a mi opinión» es una falacia informal en la que alguien descarta los argumentos en contra de su posición al afirmar que tiene derecho a mantener su propio punto de vista particular. Las ‘falacias informales’ son un tipo de argumento incorrecto en lenguaje natural. Las falacias, a pesar de ser incorrectas, generalmente parecen ser correctas y, por lo tanto, pueden seducir a las personas para que las acepten y las usen. Para llevarle la contraria al bloguero Gallardo vamos a parafrasear a Patrick Moynihan: «Todos tienen derecho a sus propias opiniones, pero no a sus propios hechos».
Prudente aclarar que la opinología es una ciencia. Estudia las opiniones de los seres humanos, para diagnosticar condiciones mentales, como la baja autoestima, depresión, diversos trastornos, y prejuicios. Busca soluciones concretas a problemas que en la mayoría de los casos son provocados por detonantes culturales. Se considera una subespecialidad dentro del área de la sicología. Quiere decir esto que para ser opinólogo, en el más estricto sentido del término, se debe cursar la carrera de sicología.
Y la paremiología (del griego -paroimia- ‘proverbio’, y -logia- ‘compilación’) es la disciplina que estudia los refranes, proverbios, citas, aforismos y demás enunciados breves y sentenciosos cuya intención es transmitir algún conocimiento tradicional basado en la experiencia.
Como ciudadano contribuyente no deje de opinar sobre temas que le afecten pues sus tributos están en juego, tratando, en la mejor medida posible, que no sean opiniones sesgadas, alimentadas por informaciones o interpretaciones tendenciosas, parciales, que no dicen la verdad completa. Peor es callar, que «quien calla, otorga», y algo falla cuando la gente se plantea que es mejor no dar su opinión para evitar problemas.
Un popular meme (vocablo que proviene de la antigua palabra griega “mimema”, y cuyo significado se puede traducir como “algo que se imita”), que muestra un carialegre lobo disfrazado de oveja entre un rebaño de ovejas, lleva escrita la siguiente reflexión: «Las mayorías quieren seguir siendo engañadas solo porque la verdad requiere un verdadero cambio… puedes darle conocimiento a una persona pero no puedes hacerla pensar».
No se deje tomar el pelo por algunos panelistas, «especialistas expertos», que nos recuerdan ese lobo. En teoría, cada uno de ellos explica su punto de vista respecto a un tema de su dominio y lo argumenta, y por lo mismo todos deben conocer a fondo el tema para que la discusión beneficie al público. Sin embargo, muchos opinólogos de quienes hacemos referencia deshonran el oficio y la verdad.
Para concluir, es irresistible la tentación de hermanar citas y vamos al hecho: «¹Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones. ²La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento». ¹Borjes/²Darwin
Autor del libro socioeconómico La Tríada II en Librería Cuesta.
Fuentes consultadas: Google, Facebook, Wikipedia.
agustinperozob@yahoo.com
(Autor del libro sociopolítico La Tríada II en Librería Cuesta).
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