A Pleno Sol
Las intervenciones militares de las grandes potencias son inaceptables, repudiables y sobre todo cuando se generan para evitar que los pueblos se puedan dar un gobierno democrático. El hecho de fuerza cierra el camino a las libertades y torna el futuro empedrado.
En el 1965 el gobierno norteamericano dispuso una intervención militar en la República Dominicana, cuando era un hecho que las fuerzas constitucionalistas habían obtenido la victoria sobre los militares acantonados en San Isidro.
Esa llegada de los aerotransportados de la 82 división no fue para salvar vidas. Ese fue el estribillo que le dio la Organización de Estados Americanos, que solo le puso el cuño a lo que era un dictamen del corazón del imperio del Tío Sam.
Con esa acción, la OEA demostró que merecía el estribillo que desde las izquierdistas y en especial Cuba le ponían: era un ministerio de niveles coloniales de los Estados Unidos. Este organismo, llegó aún más lejos, y fue la formación de una alegada Fuerza Interamericana de Paz.
Expedición patrocinada por los Estados Unidos en la época de los gobiernos militares, de los gorilas, como se les identificaba en las calles. La intervención fue norteamericana, y para tratar de llenar requisitos los gobiernos militares enviaron una ligera representación.
La primera acción de importancia de los norteamericanos fue tender un cordón de seguridad, desde el sector donde hoy está la Plaza de la Bandera, y en la plazoleta del Hotel El Embajador, hasta San Isidro. Dividió con esa acción las fuerzas constitucionalistas. La cabeza organizativa y el grueso de los hombres en armas estaba en Ciudad Nueva, pero los más aguerridos quedaron atrapados y sin salida en la zona Norte.
A pesar de la heroica resistencia, fueron exterminados por las tropas de San Isidro con el apoyo logístico de los norteamericanos. Sin embargo la resistencia se mantuvo en Ciudad Nueva hasta que se firmó un Acta Institucional, para dar paso a un gobierno provisional, a elecciones y a un nuevo gobierno-
Durante la intervención también los norteamericanos formaron su propio gobierno, que fue de Reconstrucción Nacional, encabezado por Antonio Imbert Barrera, y otras llamadas personalidades de la época.
Mientras los gobernantes de la Casa Blanca disponían acciones que asesinaban la independencia y el decoro nacional, el pueblo norteamericano repudió esa grosera intervención. En ocasiones, los pueblos son víctimas de las malas acciones de sus gobernantes.
El recuerdo de la intervención militar norteamericana es amargo y doloroso. Un hecho de fuerza que impidió que el pueblo volviera a la democracia y la constitucionalidad. Las grandes potencias no tienen ni amigos ni enemigos, solo compañeros de rutas ocasionales. Los pueblos solo quieren vivir en paz, libertad y con respeto democrático. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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