Se dice que cuando Don Cristóbal Colón llegó a América, el 12 de octubre 1492, la primera isla que visitó tenía un lago grande en su centro.
Se ha «insinuado» que aquella isla es la hoy llamada Watling, en las Bahamas, pero parecería que la más indicada es la isla Inagua, ya que la Watling tiene muchos lagos, en cambio, esta solo uno y está ubicada justa entre las islas de Cuba y Santo Domingo, a donde arribaría el 28 de octubre y entre el 5 y 6 de diciembre respectivamente.
Se dice que existían, las cifras son imprecisas, entre 40 y 50 millones de habitantes indígenas de diversas y variadas etnias. Se dice, también, que el 90% fueron exterminados por la espada o las nuevas enfermedades de los conquistadores.
En la actualidad, las cifras de descendencia indígena en América latina es de unos 55 millones (25 solo en México). Es decir, les ha tomado más de 500 años «recuperarse» del azote que les llego aquel 12 de octubre.
La población de ascendencia europea, en cambio, pasó de los 90 hombres que acompañaron a Colón en su primer viaje a más de 400 millones.
Unos 160 son de ascendencia Africana y el resto Asiática, sumando entre todos más de 660 millones de habitantes, sin contar los Estados unidos.
La brutalidad de la conquista quedo plasmada en diversas crónicas y dibujos de la época.
Algunas son imposibles de leer por sus descripciones sádicas y fuera de todo entendimiento humano y más cuando los que ejecutaron tales acciones estaban empapados de la fe cristiana.
Por cierto, el viejo testamento de la biblia no se aparta mucho de lo salvaje y brutal, a lo que podemos llegar a ser cuando practicamos una fe fanática…
Se dice que muchos de esos indígenas, especialmente los de las etnias llamadas «caribe», de donde adquirimos el nombre los caribeños, y los aztecas, eran asiduos caníbales, o sea, comían carne humana.
No es de resultar extraño entonces que para aquellos brutos y salvajes conquistadores les pareciesen «más brutales» aquellos hombres que vivían semi desnudos y en exiguas y frágiles cabañas rodeados de selvas impenetrables.
Con el tiempo, gracias al mazo y la espada, se fue «civilizando» «aquella gente», es decir, somos el producto de unos salvajes que llegaron a dominar a otros salvajes…
Para muchos, los avances de las civilizaciones aztecas, mayas e incas fueron interrumpidas en su desarrollo astronómico, médico y social aquel 12 de octubre.
Desconocemos en dónde estarían si se les hubiese permitido ¡vivir! «, tranquilos» como estaban… Del otro lado, he escuchado, en muchas ocasiones, que si nosotros, es decir, los de la América morena, hubiésemos sido conquistados por ingleses en vez de españoles y portugueses, estaríamos «más avanzados» tecnológicamente…
Yo la verdad que no estoy tan seguro de ninguno de ellos. Ni de los nativos, ni de los europeos, ni de los africanos. Somos el producto de esas tres razas y no podemos decir que la combinación haya resultado algo mejor.
Aunque pensándolo bien, los europeos han sido los propiciadores de las guerras mundiales. Son protagonistas de los más horrendos holocaustos, por lo menos los más sonados, del mundo. Y encima los mayores productores de armas de destrucción masiva.
Los africanos y los indígenas de América, dentro de sus mundos naifs, sencillos, infantiles y algo violentos, no han ocasionado tamaños actos abrasivos, claro, los aztecas dominaban a todas las etnias menores y se los comían y en áfrica se han comido unos a otros en muchas ocasiones, pero han evolucionado sin estos afanes de conquista que caracteriza esencialmente a los europeos.
Creo que la fórmula no ha sido mala. A pesar de nuestros antepasados, en América latina hemos crecido «relativamente en paz» unos con otros.
Seguimos algo salvajes y violentos, pero no invadimos ni queremos adueñarnos de lo ajeno, como otros…
Yo no sé si celebrar o no el 12 de octubre, ya que, por un lado, sería cómplice del holocausto indígena y por el otro sería negarme de lo que estoy compuesto. Una mezcla de negro, moreno y blanco.
Vivimos añorando lo que fuimos sin saber que seguimos siendo piratas, caníbales y santeros… la conquista se nos fue de las manos, pero, ¿quién se puede resistir a esas indias y prietas?.
El 12 de octubre no es un día para protestar, sino para meditar y reconocer que somos el resultado de toda esa mierda. No sigamos embarrándola. ¡Salud! Mínimo carnicero de las indias.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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