El presidente Luis Abinader ha sido muy coherente y responsable al dejar claro que la República Dominicana no puede cargar con los problemas de Haití, una nación fallida y moribunda que amerita ser auxiliada con urgencia por la comunidad internacional.
En Haití no hay orden ni paz. La conducción del Estado está a cargo de un primer ministro de papel, inocuo, sin agallas para gobernar e incapaz de acabar con el caos y la anarquía impuesta por criminales asociados a grupos armados que cada once horas secuestran a una persona y que son los causantes del estado de zozobra e inseguridad.
Nuestro presidente ha abordado la crisis haitiana en los escenarios internacionales, especialmente ante instituciones inoperantes y burócratas como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA), pidiendo la intervención a los fines de que mejoren las condiciones económicas, políticas y sociales de la nación más pobre de América Latina.
La respuesta de las naciones ha sido el silencio y la indiferencia. Es un claro mensaje de que los países miembros de esas instituciones no tienen interés en cargar con ese pesado y putrefacto cadáver. Tal parece que es cierta la maligna intención de fusionar los dos países caribeños, como han sugerido algunos líderes europeos y occidentales.
Han dejado solo al presidente Luis Abinader en estas justas demandas. Y lo que más llama la atención es que el liderazgo político de la oposición ha guardado un silencio absoluto y no ha salido en defensa del país, lo que se pone en dudas las prédicas del nacionalismo que tanto presumen en sus discursos de campaña. Dejemos de lado la doble moral y luchemos por la preservación de nuestra soberanía.
Lo razonable es que, independientemente de las diferencias políticas beligerantes con sus adversarios en el poder, esos dirigentes demuestren solidaridad y se unan al reclamo de encontrar solución al caso haitiano porque es un tema que concierne a todos.
¿Dónde está el patriotismo que esos líderes dicen sentir por la República Dominicana? ¿Por qué no se pronuncian sobre Haití, en vez de estar criticando cosas que ellos no pudieron resolver desde el poder?
Si Luis Abinader insiste en sus justificados reclamos para buscar una solución inmediata a la problemática del vecino pueblo, es porque si eso no ocurriera (la intervención) nuestro país sería el más perjudicado. Esa valiente acción no debe verse como un manifiesto deliberado de campaña, como argumentan algunos cerebros desnutridos y resentidos que le adversan desde la acera del frente.
Muchos políticos incluso han sugerido la torpe idea de cerrar la frontera. Es lo más desatinado y malintencionado que he escuchado en estos días. Si cierran la frontera, las cosas empeorarían para nosotros porque los haitianos al verse privados de adquirir alimentos en los mercados binacionales, sufrirían un hambre descomunal, y eso desencadenaría en una estampida de inmigrantes indocumentados hacia la República Dominicana. Es un asunto delicado.
En estas circunstancias, algunos medios de comunicación nuestros son los más indicados para asumir una postura patriótica y promover con más insistencia los reclamos del mandatario. Y no lo están asumiendo. Por el contrario, se pasan el tiempo reseñando los ataques al país y al presidente Luis Abinader del mediocre, rabioso, irrespetuoso y trasnochado exministro haitiano Claude Joseph a través de su cuenta de Twitter.
Tampoco he visto pronunciamientos al respecto de parte de los líderes empresariales, eclesiásticos, la sociedad civil y las organizaciones populares. ¿Qué nos está sucediendo?
Es preciso analizar las estadísticas demográficas de las dos naciones para establecer la gravedad de lo que está por venir en el futuro mediato:
-La población nuestra está en 10.953.714. de acuerdo al censo oficial del año 2021 y Haití tiene 11.541.683. Entre los dos estados que comparten la isla hay un acumulado de 22,495397 habitantes. Según los últimos datos publicados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 5,48% de la población de República Dominicana son inmigrantes. No sabemos cuántos haitianos tienen documentaciones legales, pero sí hay evidencias de que la cifra de indocumentados es alarmante.
-Para el año 2012, se registró un total de 458.233 inmigrantes haitianos viviendo en la República Dominicana, el 65,4% de ellos eran varones y el 76,1% entre 18 y 39 años de edad. Para entonces, representaban el 81,1% de la población en la zona turística de Punta Cana, casi todos ellos trabajando para los hoteles.
Un estudio reciente publicado por el Observatorio Político Dominicano (OPD) estima que la proyección del gasto del presupuesto del Ministerio de Salud Pública en partos y cesáreas realizados a extranjeras (la mayoría haitianas) en los hospitales seleccionados entre 2010-2021, ascendió a RD$688,216,600.
De acuerdo a datos estatales, el 30% de los partos que se practican en los hospitales del país corresponden a mujeres haitianas, lo que implica que se realizan 100 por día.
Ese porcentaje ha ido aumentando paulatinamente desde el 2018, cuando la cifra fue de un 12,5 %, según datos suministrados por el ministro de Salud Pública, Daniel Rivera. Los números dejan en evidencia que esas parturientas representan una carga económica y social para el Gobierno dominicano.
Las damas cruzan la frontera durante sus últimas semanas de embarazo, ayudadas por redes de traficantes de personas y por malos dominicanos, para obtener atención médica de partos, aprovechándose de que los hospitales públicos no pueden negar servicios médicos basados en la nacionalidad o estatus legal. Estadísticas de un hospital de Santo Domingo informan que más del 22% de los nacimientos son de esas madres. Luego del parto, se quedan residiendo en nuestro territorio de manera ilegal con los hijos y esposos.
En síntesis, si la crisis de Haití persiste por tiempo prolongado, las consecuencias no las sufrirán los irresponsables gobernantes de la comunidad internacional, sino nosotros. Cuando se agrave la situación alimentaria, los haitianos buscarán comida a como dé lugar. Invadirán el territorio dominicano por los puntos frágiles, no vigilados, de la frontera, especialmente donde operan los mercados binacionales. Y no habrá un ejército, por más equipado que esté, capaz de frenarlos.
Apoyemos al presidente Luis Abinader. Nuestra soberanía está en peligro. Hay que entenderlo así. Se trata de un compromiso soberano que amerita la participación de todos.
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