Esta palabra no debe ponerse en boga en este momento, porque el pueblo dominicano está viviendo tiempos difíciles, soportando sobre sus hombros los embates de una pandemia, la que no se sabe cuándo es que terminará
Recuerdo a Joaquín Balaguer cuando quería adornar los desmanes y las atrocidades cometidas por algunos funcionarios mientras ocupó la presidencia de la República.
Una vez se le preguntó al ex mandatario qué si en su gobierno había corrupción y él contestó que sí, pero que esta se detenía «en la puerta de mi despacho».
Sobre subirles los salarios a los empleados públicos, sentenció que él no aumenta a los trabajadores, porque ellos se la buscan con el macuteo en las instituciones del gobierno, agregando que este se practica cuando la cosa en un país está buena, «porque nadie roba en casa de pordiosero».
Ahora mismo el país cuenta con recursos económicos y humanos para enfrentar el Covid-19, sin necesidad de que de una institución oficial se tenga que hacer negocios turbios y fraudulentos con el fin de funcionario alguno llevarse unos cuantos pesos entre las uñas.
Cómo es posible que en el marco de la crisis de salud que padecemos la población también tenga que colocar sus ojos en los indelicados manejos de los recursos del estado.
Hace poco el Ejecutivo canceló a los principales funcionarios del Instituto Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia (Inaipi) porque cometieron violaciones a los procedimientos de la Ley de Compras y Contrataciones, decisiones que fueron motivadas tras denuncias de irregularidades en el proceso de la compra de 40 mil kits de alimentos.
Y no ha pasado el tiempo debido para que se le borre este acto de corrupción, cuando ya asistimos a otro bochornoso caso, consistente en irregularidades en las licitaciones del gobierno en compras para enfrentar el Coronavirus, la que involucra a una empresa que ya antes estuvo envuelta en un escándalo parecido. Ante esta situación, el ministro de Salud Pública, reacciona molesto por la denuncia detectada en las licitaciones de compras de esa institución.
Conociendo a Rafael Sánchez Cárdenas, nadie puede dudar de su inquebrantable honestidad, pero ministro, debe cuidar su entorno, porque alguien, a sus espaldas, quiere abandonar el poder con las árganas llenas.
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