Por Julio Tudela Cuenca
Redacción (Zenit).- La actual epidemia de coronavirus ha provocado numerosas polémicas y confusiones en el mundo científico-sanitario, no sólo sobre el origen y tratamiento de la enfermedad sino también sobre los métodos preventivos que deben aconsejarse a la población para reducir el riesgo de transmisión.
Aunque las evidencias científicas son limitadas, si parecen establecerse algunos consensos que conviene divulgar, así como informaciones sesgadas o no fundamentadas que también conviene desmentir.
El uso generalizado de mascarillas ha sido desaconsejado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) repetidas veces, y encarecidamente aconsejado por otros organismos y científicos, específicamente relacionados con áreas de especial incidencia de la epidemia, como China o Italia.
Las posiciones de la OMS están cambiando recientemente, ante la evidencia de la transmisión del virus por parte de personas asintomáticas, que podrían estar agravando en gran medida la extensión de la pandemia.
Ante este cambio, y la generalización de las recomendaciones dirigidas a extender el uso de mascarillas faciales, se plantean nuevos interrogantes sobre su eficacia y posibilidades de reutilización.
Aunque la norma general es que este tipo de mascarillas son mayoritariamente de un solo uso, las circunstancias de desabastecimiento en las que nos vemos actualmente que afecta a todos los tipos de equipos de protección individual (EPI), obliga a la reutilización de las mascarillas, previa desinfección, evitando al máximo su degradación para que sigan ofreciendo protección a los usuarios.
Las mascarillas disponibles actualmente son de varios tipos, que pueden resumirse en los siguientes:
Mascarilla quirúrgica: Protege a los demás ya que están diseñadas para filtrar las partículas emitidas por el usuario durante la respiración, impidiendo que lleguen al exterior. También protege al usuario de salpicaduras de fluidos biológicos.
Mascarillas de alta eficacia FFP: Protege al usuario ya que están diseñadas para filtrar las partículas y aerosoles líquidos presentes en el medio ambiente, impidiendo que sean inhaladas por el usuario En función de su diseño puede ser: cónica, horizontal (pico-pato) y vertical. Según la eficacia de filtración la mascarilla es de clase 1, 2 o 3. El tipo de clase a utilizar se determina en función de la toxicidad del contaminante y de la concentración ambiental presente.
FFP1 (eficacia de filtración 78%, concentraciones ambientales hasta 4 VLA –Valor Límite Ambiental–).
FFP2 (eficacia de filtración 92%, concentraciones ambientales hasta 12 VLA).
FFP3 (eficacia de filtración 98%, concentraciones ambientales hasta 50 VLA).
Las mascarillas pueden tener válvula de exhalación. La válvula facilita la respiración y evita la condensación; se recomiendan para largos periodos de uso. Como no filtran el aire exhalado por el usuario, Las mascarillas con válvulas no se deben colocar a pacientes o personas susceptibles de diseminar el virus, aun siendo asintomáticos. Este extremo es muy difícil de controlar, por lo que de modo general, la recomendación es elegir mascarillas sin válvula siempre que sea posible, como método de dificultar la transmisión del coronavirus.
Desinfección y reutilización de las mascarillas
La reutilización, no siendo recomendable en circunstancias normales, sí lo es en las actuales, por el desabastecimiento que soportamos.
Aunque los métodos propuestos son muchos, deben elegirse aquellos que logran tanto desinfectar eficazmente el dispositivo como mantener sus características filtrantes y forma, que permita seguir ajustando el dispositivo a la cara eficazmente.
El método más eficaz a la vez que más accesible para la población parece ser el de someter las mascarillas a calor seco (horno doméstico, preferiblemente con recirculación de aire) a la temperatura de 70 grados durante, al menos 30 minutos. Con este sistema pueden realizarse varios ciclos de desinfección manteniendo su eficacia en más de 90 %.
Se adjunta un documento ilustrativo de lo que aquí exponemos resumidamente, publicado por el Servicio Murciano de Salud, en el que se recogen los estudios relacionados publicados.
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