Por María Estela de León
Las cifras son desbordantes y en constante crecimiento, hoy en día 1, 930, 780 de personas infectadas y 120, 863 muertes, por el corona virus (COVID-19) en el mundo, son cifras suficientes para hacerles entender a la clase política, a los sectores económicos, dirigentes mundiales y a las comunidades, que las distancias son imaginarias, que la movilidad social acerca a los pueblos sin medir distancias, y que los grupos humano son “uno solo” que todos está conectado.
Ante la presencia sin precedente de un virus que azota el mundo y que deja al descubierto las incapacidades de los gobernantes (del pasado y presente) de no haber hecho bien sus tareas, y cumplido con el sagrado deber de hacer gestiones de gobiernos pensando primero en la gente; gobiernos con diseños de políticas públicas capaces de elevar la calidad de vida de aquellos que estuvieron y están aún frente a sus narices y a la distancia de una mirada.
El Covid-19, desvela el manto de la pobreza, las falencias de los sistemas sanitarios del mundo, las fragilidades de las economías mundiales y la usencia de liderazgo responsables; desvela también, los niveles de tolerancias y de antipatía de los ciudadanos para exigirles a la clase gobernante, los intocables y poderosos empresarios que han amontonado fortunas incuantificables con el sudor de los trabajadores, por el pago de salarios de vergüenza.
Negándoles con la complicad del Estado, derechos de participación en las decisiones y la distribución de las riquezas que produce el licito mercado, regentado por gobernantes que debieron entender en su debido tiempo, que el poder y la riqueza desmedidas y sin vigilancia, crean brechas de desigualdades y ausencia de oportunidades.
Del otro lado están los ciudadanos que a todo han dicho si con su falta de interés, o a los que se escondieron bajo la sabana de la indiferencia, mostrando con su silencio aquella respuesta: Si no me afecta, no me importa. Hoy nos afecta a todos; a la familia, la sociedad, los sistemas políticos, económicos, a la sociedad en su conjunto.
Esta pandemia no ha hecho excepción entre, ricos y pobres; intelectual e ignorante; entre gobernantes y gobernados, liberto o sudjudice, creyente o no creyente, inocentes o culpables, etnia, lo ha permeado todo, se ha ensañado contra los iconos e ídolos creados por la sociedad, y olvidaron al Ser Humano. Lección pendiente de aprender.
Se impone la sensatez para la búsqueda de salidas conjuntas, deponiendo los intereses personales y pensar en el bien de la colectividad. Sanar y comenzar de nuevo en la construcción de un mundo mejor, equilibrado donde impere la justicia como emblema y modelo a seguir.
Esos que se volvieron invisibles, hoy son una triste, penosa y deplorable realidad que deja al descubierto lo mal que lo hicieron y han hecho.
El tiempo es propicio para recordar al cofundador de Facebook – Mark Zuckerberg, cuando dijo. «Si quieres construir algo grandioso, debes enfocarte en cuál es el cambio que deseas hacer en el mundo».
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