Reconozco, que la política es la vía a alcanzar para realizar los cambios que constantemente exige una sociedad en movimiento. Es en ella desde donde se ocupan todas las «oficinas» del actual y futuro gobierno.
Dicho esto, nosotros, es decir, el pueblo, entendemos que «esas» personas, que con tanto afán y empeño «se matan» por llenar esas «oficinas» del Estado, estarán capacitadas no solo de intelecto sino también de honestidad.
Lamentablemente, no es así, porque sucede que «la gente culta y honesta» ¡suelta la toalla! Ante el acoso de tantos tigres con saco y corbata… La política dominicana, desde que tengo uso de razón, se utiliza para «buscársela».
Tener «amigos» en posiciones del Estado es un lujo que muchos intentan aprovechar, aun sea en perjuicio de la mayoría. La leche del Estado es al parecer inagotable, una piñata que se rompe con exclusividad cada cuatro años para un nuevo grupo de tigres que «solían» criticar a los tigres que estaban al mando.
Lo bueno de todo esto que digo es que no es nada nuevo y sí muy conocido por todos. Lo malo es que todos lo criticamos, pero si nos dan la oportunidad… Desde afuera todos somos honestos, desde adentro, se nos monta el tigre.
Encontrar personas pulcras e incorruptibles es casi una misión imposible en un país lleno de tigres. Ser parte o «estar pegao» del gobierno es «al parecer» un privilegio que de una manera u otra todos buscamos. Y es que la vida se le facilita al que tiene «conexiones» en un país que no acaba de «enrumbarse» por la formalidad.
Un individuo que vive en el desorden necesita, para poder sobrevivir, a «alguien» con ciertos poderes que le «ordene» algo de su vida. Cuando logramos encontrar a funcionarios honestos, los tachamos de pendejos y hasta… ¡Los matamos!.
Yo no suelo meter mucho la cuchara, por lo que no conozco, sin embargo, este joven político recientemente asesinado, Orlando Jorge Mera, parecía ser uno de estos. Su padre, Salvador Jorge Blanco, fue presidente de la república y llevado a la cárcel por corrupto, según el también pasado presidente Joaquín Balaguer, de quien muchos tigres chuparon y hoy andan exhibiendo sus fortunas.
Yo no sé, si los hijos escogen siempre la misma profesión que sus padres, no es mi caso, pero si lo veo con asiduidad en el caso de los políticos.
Ser político, es más que un asunto de conocimiento, de leyes e idiosincrasia de un pueblo, es sentir realmente el bienestar de todos y no el de engañar a todos con el fin de alcanzar la fama y la fortuna.
Es un asunto serio y como tal, reclama de un despojo de amigos y de favores. Se requiere de consignar en su cabeza que su misión es la de administrar para beneficio de un pueblo y encontrar la mejor forma de hacerlo.
Al parecer, Orlando lo estaba intentando, pero eso es inconcebible para los amigos y más cuando estamos acostumbrados a que hasta un desconocido se corrompa por nosotros.
Este país de tigres, necesita domadores. No un Trujillo, como muchos «baldíos» proponen, pero sí una mano ciega que golpee duro.
El país se nos está escapando de las manos con tantos tigres sueltos. Ya no les tienen miedo a las balas ni conocen la misericordia. ¿Se la merecen ellos?. No debemos permitir a ninguno de ellos en el gobierno, ni en las calles, ni en nuestras casas…
Vamos a sacarlos de sus madrigueras, de sus cuevas, de sus palacios, de sus haciendas. Vamos a convertirnos en leones para tener el coraje que debimos tener desde hace tiempo, para terminar con esta fiesta que hunde a la única patria que en verdad es nuestra.
Y no lo digo por decirlo, ni lo escribo, ni lo «filosofeo» desde mi apacible y confortable sillón, ¡no!. Cuando me llamen voy y si no me llaman en algún momento llamaré. Porque ya me estoy hartando.
Si el país está lleno de tigres, alguien tiene que empezar la cacería antes que empiecen a llegar las hienas. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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