«Al fin y al cabo ¿qué soy yo? ¿quién me creo creer?»
Ese afán desmedido e infundado de ser «lo mejor» del universo, es una cascarita roída y reseca que todos llevamos pegada a nuestro ego carnal.
Sin embargo, no está demás «creerse» que «uno» es lo mejor, si en realidad, uno es lo único que tiene, es decir, así mismo.
No somos el otro, por lo menos en esta dimensión, somos este trozo de carne y huesos caminando de un lado al otro desesperado por «sostener» la humanidad que nos compone.
Aspiramos a «alcanzar algo» que ni siquiera sabemos ¿qué carajo es? Escribimos, inventamos, recreamos, disertamos, toda clase de vacuencias que embellecemos con poesía, metáforas, literatura, oratorias y demás deleitosos cantos que nos animan a ser…» algo».
¡Con razón hay tantos locos! Pero lo mejor es que «esa locura», de la que nos ufanamos no tener, son las que nos impulsan a «creer» que sí hay algo. Los locos nos regalan sueños y nos elevan a «esas otras dimensiones» que no alcanzamos a ver…por ser «normales».
La normalidad o estar cuerdo, se va haciendo un asunto muy aburrido en esta vida. Sostener y aguantar toda la presión que requiere ser una persona «normal» es cada vez más estresante. Los locos no cogen presión ni miden las carencias.
No tienen ambiciones porque se la pasan flotando en sus pensamientos que no tienen raciocinio. Viven en otras latitudes, ajenos a las miserias humanas. Esa que los acompaña constantemente.
Mi barrio está lleno de locos, entran y salen de mi estudio con una extraña gallardía. Parecen príncipes y princesas en la forma de caminar y pronunciarse. Leves de pasos y de miradas profundas.
Sus diálogos giran entre la mendicidad y la grandeza. Su aliento etílico delata un apego terrenal. Se lanzan en ideas profundas y desatan todos los nudos que mantienen a este mundo al filo del apocalipsis.
Entre marihuana y la amplia variedad de opioides, se sonríen como cisnes y hasta suelen cantar con la mirada melodías inacabadas gregorianas.
Le pregunté a uno, el más joven y cuerdo, ¿tienes algún amigo que no use «estimulantes»?, luego de una breve pausa y una vez aterrizados los ojos de vuelta a la tierra, me contestó; no Máximo, ninguno… Ya me lo sospechaba.
La locura esta desatada en los estados unidos. Encontrarse a una persona que no suela darse «un viaje» o «intentar volar» es realmente algo «anormal». Revertiendo el asunto, dentro de poco los normales, seremos anormales.
Y no es que me esté escabullendo o privándome de «cuerdecito» pero si, mi locura no está motivada en la «asiduidad» del consumo y si en el compartir con los consumidores.
Si andas con pobres serás pobre, si andas con ricos serás rico, si andas con locos…terminarás loco.
Así me atreví a comentarle, al mismo joven de la pregunta anterior, sabes Carlitos, yo creo que esa muchacha no está bien de la cabeza. El me miró con sus ojos «marihuanados» y entre una ligera y larga sonrisa me contestó; que te digo Max, mírame a mí…
¡Cierto! Alcancé a decirle a la vez que me miraba en un espejo y exclamaba ¡aquí estamos locos todos!. Los dos nos reímos con ganas…debí de darme el tabaquito, pensé en mis adentros.
Dentro de unos 20 años, como máximo, la generación que rechazó y temió de los alucinógenos, estaremos navegando por otras dimensiones no terrenas. El mundo se habrá transformado de tal forma, que los que «no logren» ingerir estos «brebajes galácticos» se considerarán «locos» o anormales.
Yo ya no sé si eso «de la mayoría» son los que tienen la razón, pero ya los viejos chochos y arcaicos quedamos pocos. Y encima, me queda la duda de si en verdad ¿los locos siempre fuimos los histéricos y pendejos? O si «dejamos pasar» la oportunidad de pasarla «algo» mejor.
¡Total! Con o sin yo le diría a Carlitos, que definitivamente aquí estamos locos ¡todos! ¡Salud! minimus camihuaneirus.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
Comentarios sobre post