El Periodismo como ciencia abraza el bien hacer, las buenas prácticas, mediante las cuales cimenta las libertades públicas de los seres humanos en las naciones. Se colige entonces, que su artillería informativa, junto a sus soldados; las y los periodistas, abrazados a la ética profesional, propician respeto a derechos como la libertad de expresión, que tiene límites, si se utiliza contraria a la premisa inicial, para afectar con informaciones la honra e imagen de una persona.
El profesional del Periodismo, como ejerce sus funciones con decoro y ética, jamás utilizará la libertad de prensa y de expresión como un subterfugio para emitir o publicar imágenes violentas, que afecten las emociones y los sentimientos de las audiencias. Recomendación que nos hace la destacada periodista Esperanza Pouso Torres, de la Universidad de Vigo, España, en su investigación, Límites de la libertad de expresión en el respeto a la intimidad: estudios de caso en el tratamiento de imágenes.
El Periodismo, ciencia, por tanto, desecha el acoso mediático, conteste de que altera la esencia la libertad de expresión y difusión del pensamiento, con el morbo y malevolencias. Que, aunque puede generar views o visitas a los medios de comunicación, las plataformas digitales y redes sociales; asimismo, rating o más porcentaje de audiencia; de personas que reciben y se hacen eco de la información. Así como, engagement o conexión, el resultado siempre será negativo, porque vulnera el buen nombre, la vida privada y la intimidad de las personas que convierte en víctimas de funas.
Ante esta malsana estrategia, las buenas prácticas periodísticas centradas en valores y ética, combatirán la roña con el escudo de la verdad, que no ofrece cabida a la banalización de la información. El buen Periodismo como actividad profesional y como ciencia de la comunicación, repudia el linchamiento o ajusticiamiento mediático, que quiebra la libertad de expresión, la dignidad de las personas; igualdad, equidad y el respeto.
Es una práctica desfavorable que engendra violencia en la sociedad; lacera y conduce al menoscabo de nuestra salud mental y paz social. Por eso, los medios de comunicación como empresas periodísticas, junto las y los periodistas debemos estar vigilantes, accionando en la garantía de los derechos fundamentales. Es menester que se preste asistencia oportuna, a las personas e instituciones que acudan en busca de protección de su derecho a réplica o rectificación, cuando indiquen y demuestren que han sido afectadas.
Ese resarcimiento, como es bien sabido, debe realizarse en igual medida o intensidad de despliegue, en que se hizo el escarnio señalado por el reclamante. Dando así cumplimiento a normativas que rigen la libertad de expresión y difusión del pensamiento; libertad de opinión y de prensa.
En ese sentido, algunos países hermanos, como Perú, han prohibido al rape, «la difusión de información que, de manera directa o a través de terceros, sea producida de forma concertada y publicada reiterativamente por uno o más medios de comunicación, con el propósito de desprestigiar a una persona natural o jurídica o reducir su credibilidad pública». En nuestro caso, la Carta Magna en su artículo 49 habla con claridad meridiana. Para identificar la ofensa necesitamos hilar fino, pues es realizada de forma tan deliberada y burda, que hasta la persona más confisca la identifica.
Solo cuando se realiza un ejercicio pérfido se considera la banalización de la información, expresada en noticias, pseudos-acontecimientos intrascendentes y triviales; morbosos y vulgares, sobre verdaderos asuntos de interés general. Por lo que, no debe ampararse en la libertad de expresión, el entretenimiento a costa de los derechos de las personas».
Refugiados bajo la coraza de la libertad de prensa, malos coterráneos, enganchados a comunicadores sociales, mediante el fenómeno de la telebasura, ultrajan; infaman la imagen, el honor, la privacidad de las personas y difunden falsedad de los hechos que le atribuyen, con el interés de hacer populares sus espacios. Por eso debemos estar prevenidos, como nos advirtió el activista y defensor de los derechos humanos, Malcom X, para que no amemos al opresor y odiemos al oprimido.
Ante este orín, urgen que la República Dominicana tenga, exhiba y observe una ley de comunicación, moderna, drástica y operativa, que combata la manipulación mediática y la inseguridad informativa. Porque, la especulación no forma parte del Periodismo, este es erudición, historia, investigación, función social, expresión de la vida en sociedad; principios y valores éticos; de la moralidad, como el humanismo y el compromiso.
Por eso, las y los periodistas desde la honestidad, objetividad, integridad y justicia, debemos contribuir de manera sólida a esparcir la palabra y la información veraz, como forma de preservar derechos, prerrogativas, libertades fundamentales de las personas, y con ellas el desarrollo permanente de la sociedad.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
(La autora es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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