A Pleno Sol
Una reforma policial es necesaria. Y a pesar de la urgencia de los cambios, los mismos no se pueden festinar. No es puede actuar pensando en las emociones de un hecho determinado, para remozar a la institución del orden. Tiene que haber una depuración imparcial y eficiente.
La policía del siglo 21 no se puede lograr con agentes preparados con métodos del siglo 20. Las áreas de investigación han variado y los métodos del garrote son rechazados en el país y por la comunidad internacional. Hacer cortes mediáticos para satisfacer las demandas populares de reformas, puede ser una medicina no eficiente.
La principal tarea con la policía tiene que ser hacer respetar sus reglamentos internos. Ahora mismo la uniformada tiene su código y sus reglamentos intestinos. En muy pocas ocasiones son cumplidos, y hay muchos oficiales que desconocen cuáles son los artículos que detallan las atribuciones y funciones que corresponden a la PN.
Si sobre este fardo de reglamentos se aplican nuevos, todo estará perdido. Son los hombres que fallan en la policía; la culpa es de los que aplican justicia con sus manos; los que se creen por encima del ciudadano; los que no respetan el uniforme, y los que hacen de la prepotencia su razón de ser.
Se tiene que rescatar a una policía debe ser una organización que su principal función sea ser auxiliar de la justicia. No ser juez y parte. Su existencia es apoyar a la ley en todo lo que se necesite, sobre todo en la labor de investigación y detención de los presuntos delincuentes. Cuando la policía se sitúa por encima de la ley, se convierte en un barco sin control, movido por los ventarrones de ocasión.
La Policía tiene su director ejecutivo, pero es un organismo que depende del ministerio de Interior y Policía. Su accionar está supeditado al ministerio, que es un organismo civil que su preocupación debe ser el respeto al ciudadano. Solo en los estertores de un hecho motivado por la primera página de los periódicos saca la cabeza el ministerio de Interior y Policía.
Es urgente y vital crear una policía interna que esté adscrita a la Procuraduría General de la República. Su misión es fiscalizar y dar seguimiento al accionar de todos los agentes y oficiales. Esa policía interna debe estar integrada por fiscales especiales que no sean miembros de la institución, pero que tengan la potestad de ley de investigar cualquier hecho que se cometa.
Antes que una reforma policial, se debe levantar la cartilla de lo más importante. Se tiene que ir a todos los destacamentos policiales a disertar y disponer sobre la inviolable decisión de que no se puede poner en peligro la vida y la integridad física de los detenidos. El respeto al derecho a la vida debe ser inviolable e innegociable cuando se habla de cambios en la policía.
La reestructuración del cuerpo del orden es necesaria, pero se tiene que tener cuidado con lanzar a la calle a miles de padres de familia que toda su vida la han pasado con el uniforme y que no están preparados para hacer otra cosa. Aunque a muchos le parezca una evaluación dura, la reforma policial se tiene que hacer con pausas, lentamente, con manos de diestro cirujano, para no dar pasos al vacío que podrían empeorar la situación de los derechos humanos en el país. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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