Me llama sobremanera del amor, la forma «exclusivista» y hasta «interesada» con la que este se desenvuelve. Pero de todo esto lo que más me llama la atención es; ¿el amor existe o simplemente brota «por» algo?.
Es decir, ¿el amor es una sensación perenne dentro de la composición humana de la que estamos formados o es algo que se «activa» «temporeramente» ante una motivación especifica?.
Cualquiera de las dos razones que sea me lleva a la reflexión de este latido.
Si el amor surge espontáneamente ante un impulso que lo activa, podríamos decir entonces, que el amor está insertado en alguna parte de nosotros y que solo surge en «algunas ocasiones especiales», pero, ¿podríamos activarlo de forma constante y hacia todo?.
Si lográsemos descubrir el dispositivo que enciende esa llama poderosa que todo lo transforma, podríamos cambiar el mundo. Haríamos del amor un arma de bienestar y fraternidad a nuestro servicio.
Todos estos latidos especulativos me surgen a raíz de ver la ambivalencia con la que «distribuimos» nuestra forma de amar. Solemos promover «con nuestras palabras» el amor hacia todo, pero nos contradecimos constantemente al expresar un sentimiento de odio hacia «otro asunto» especifico.
Ejemplo de esto serian esas personas que «tanto» creen en Dios y que periódicamente nos bombardean con mensajes bíblicos, coránicos, budistas o vaya usted a saber. Gozan de «esparcir» la luz de la concordia entre los hombres, sin embargo, podrían estar en el lado fascista del planeta.
Son intolerantes cuando alguien traspasa sus fronteras, siendo ellos residentes en tierras extrañas. Solo velan por su bienestar y «te dan» cuando tú les sirvas para darles más.
Su amor es un amor interesado, solo si hay correspondencia de forma en la que, «lo que doy me dará más».
En Colosenses 3;14 dice; «y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el «vínculo» de la unidad»
Juan 4:8 «el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor».
Y es el mismo Juan quien les da a estos una tabaná sin manos cuando dice en 4;20 «si alguno dice: yo amo a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso, porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto».
Estos asuntos religiosos los traigo a colación para «aquellos» que creen y que actúan como si no creyeran.
Yo por eso disfruto de mi bandera pirata porque «me permite» tener mi idea propia y no una ideología que me llevaría atado a «pisar» de acuerdo a su doctrina.
Volviendo al dispositivo que enciende al amor, y sus implicaciones, me encantaría encontrarlo para insertarlo de una vez y para siempre en esta humanidad fallida.
Conocemos esa palabra y la usamos constantemente, pero solo logramos sentirla en contadas ocasiones y siempre de manera breve. La confundimos con la obsesión y hasta la pasión suele ser un «termino amoroso».
No comprendemos «ese vínculo cuántico de unidad» que subliminalmente sugiere colosenses. No conocemos el amor y por ende no somos nada, solo carnes complicadas desgarrándose el alma.
Aferrándonos a mástiles en naufragios constantes. En materias inertes de toboganes eufóricos y pasajeros que no nos brindan paz y si muchos quebrantos.
El amor está ahí, dentro de cada uno de nosotros. Pero solemos contaminarlo de egos y angurrias. Solemos matarlo en ambiciones y deseos antes de que pueda abrir sus alas.
La soberbia y el engreimiento no nos permite mirar hacia abajo, allá, donde la compasión nos mira compasiva.
«Y si tuviera {el don de} profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, entonces, nada soy».
1 Corintios 13:2 … ¡Salud! Mínimo Cariñoso.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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