Por Emiliano Reyes Espejo
La masa de votantes, que ya estaba cansada del rígido régimen de largos años del presidente Joaquín Balaguer, decidió sacar a éste del poder. Sabio el pueblo optó por traspasar el mando a lo que entonces la población perfiló como «la esperanza del pueblo»: el otrora poderoso Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Balaguer, de quien se decía era protegido de sectores dominantes de Norteamérica, se posicionó en el control del Estado, con pleno respaldo militar y de la clase dominante que heredó la experiencia del gobierno trujillista. Contaba además con una amplia masa de pobres de ríspida conciencia política y de un portentoso apoyo del gobierno de Estados Unidos.
Los textos de historia recientes (sobre todo los de versión progresista) hablan de un presidente Balaguer impuesto por las botas y la diplomacia norteamericana en las elecciones de 1966, después de la Guerra Patria de Abril de 1965 o Revuelta Constitucionalista (un frente armado, una fuerza embravecida, inverosímil, que surgió como de la nada, una alianza de leyenda que se dio entre el pueblo y sectores militares que demandan la Vuelta a la constitucionalidad o regreso al poder del emérito Profesor Juan Bosch, derrocado con un violento golpe de Estado, dos años atrás, en 1963).
La revuelta de abril dio paso a la intervención norteamericana y a la de la desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA) disfrazada de fuerza de paz.
Previo a este periplo histórico, ya el inmortal Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) líder del nunca bien ponderado Movimiento Revolucionario 14 de Junio, se inmoló en las montañas de su amada patria. «Óiganlo señores de la reacción, si imposibilitan la lucha pacífica del pueblo, el «14 de Junio» sabe muy bien donde están las escarpadas montañas de Quisqueya»…había proclamado en el discurso que pronunció ante una masiva manifestación, especialmente de jóvenes «catorcistas», en el Parque Independencia de esta capital. Esto ocurría después del derrocamiento del gobierno de siete meses del profesor Bosch y días antes de que este líder alzarse en armas junto a otros patriotas que buscaban la reivindicación popular de obreros y campesinos y del mancillado honor de la incipiente democracia dominicana.
Pero fue un tiempo después, en 1978, que el pueblo dominicano sacó del gobierno (no del poder) al doctor Joaquín Balaguer –pese a todas las marrullas electorales, participación de militares en política al lado del Partido Reformita y después un no disimulado apoyo al reformismo por parte de fuerzas conservadoras del poder imperial de Estados Unidos-.
Cuando el PRD ganó las elecciones en 1978 ya venía de una lacerante división. Su principal líder, el profesor Juan Bosch –reputado literato y maestro de la política- alzó vuelos y creó su propia fuerza política, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) influenciado entonces, ¿o inspirado? en los movimientos de liberación nacional que surgieron en esa época en algunas regiones del mundo.
El aventajado alumno de Bosch, un bisoño dirigente del PRD que ganaba estatura en esa organización copada por la fuerza del liderazgo del literato y veterano político, José Francisco Peña Gómez, tomó la rienda de la combativa organización política. Asumió esa responsabilidad junto a otros connotados líderes del llamado «partido blanco», «El buey que más jala» o el «partido del jacho prendío» e hizo frente al inconmovible e imbatible gobierno de Balaguer y su Partido Reformista.
La lucha fue feroz, mortal, muchos buenos hombres y mujeres militantes del pueblo (perredeistas y de distintas organizaciones de izquierda) cayeron en el trayecto. Pero el doctor Peña Gómez, que emergió como un gran estratega político y que se considera el más grande líder de masa que ha tenido el país, -y quien fue objeto de persecuciones e intentos de asesinatos-inyectó fe al liderazgo y a la militancia de su partido, en el sentido de que Balaguer podía ser derrotado. Bosch, empero, dudó de que el líder reformista pudiera ser sacado del poder dado el apoyo que tenía de Estados Unidos y de fuerzas conservadoras locales.
Peña Gómez buscó soporte en la Internacional Socialista (IS) y en los llamados Liberales de Washington. Puso en marcha un frente electoral junto a Jacobo Majluta, Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Hatuey Decamps, Rafael Gamundi Cordero, los hermanos Sánchez Baret y muchos otros adalides perredeistas. Guzmán fue el candidato que enfrentó a Balaguer, logrando derrotar al líder reformista, quien ya viejo y cansado fue sacado de la Presidencia, aunque preservó por un buen tiempo una alta dosis de poder.
Los perredeístas comenzaron a ocupar cargos en la administración pública y a ejercer el poder real, el del control y administración de los recursos del Estado.
Y con eso vino el pandemónium. Surgieron las tendencias políticas dentro del PRD con miras a controlar no solo a la organización sino también el poder encriptado de la administración pública. En el tráfago de la lucha interna el perredeismo ganó la sindicatura de la capital teniendo al frente al doctor Pedro Franco Badía, abogado y político de gran carisma y ascendencia partidaria.
Era un «secreto a voces» entre los reporteros que cubrían las incidencias del ayuntamiento de la capital que Franco Badía aspiraría a la presidencia de la República. Se había estado gestando su propio comando electoral y ganaba incidencia en las bases del «partido blanco».
-«Yo soy un hombre del partido», afirmaba con insistencia frente a los periodistas. Se rumoreaba que basó esa expresión en los jugosos aportes de recursos que se alegó había destinado a la construcción de un edificio anexo en el patio de la Casa Nacional del PRD.
Se dio el caso de que cada líder importante del PRD comenzó a crear su propia plataforma para motorizar sus aspiraciones presidenciales, lo que derivó en la formación de las llamadas «Tendencias». Y Franco Badía no era la excepción, había logrado aglutinar un núcleo importante de perredeistas de la base alrededor de su proyecto político. Igual –según es bien conocida en la historia del PRD- se crearon las Tendencias de Antonio Guzmán, de Jacobo Majluta, Salvador Jorge Blanco y del propio Peña Gómez, pese a que su vasto liderazgo estaba por encima de todos.
En la medida que crecía su popularidad, Franco Badía comenzó simétricamente a enfrentar trabas a lo interno de su organización y en su gestión en el ayuntamiento.
Entre los periodistas que cubrían «la fuente de noticias municipales (el ayuntamiento, la Liga Municipal Dominicana)» hablábamos de los inconvenientes que el edil capitaleño confrontaba con su propio gobierno, incluso se llegó a retener los recursos que mediante ley correspondía entregar para la gestión de ornato y limpieza de la ciudad por parte del ayuntamiento.
-«Lo están asfixiando económicamente», me comentó en una ocasión una colega periodista. Se atribuía el problema a los hermanos Sánchez Baret (Lorenzo y Vicente Sánchez Baret). Se comentó que la contradicción fuerte se dio entre Franco Badía y Lorenzo, el cual despacha directamente con el presidente Antonio Guzmán (quien a mi juicio hizo la mejor gestión presidencial de los últimos años).
En una oportunidad el cabildo duró un buen tiempo sin recibir la asignación del Gobierno y Franco Badía, orondo, jovial y político-abogado de fino trato, nos arengaba en rueda de prensa en el sentido de que, pese a no haber recibido el subsidio correspondiente, él cumplía con el pago a los empleados, especialmente a los obreros, además de que mantenía los trabajos propios de su gestión.
«Yo soy un mago de las finanzas», afirmó entonces en un encuentro con la prensa en el Palacio Municipal. Este señalamiento picó mi curiosidad periodística y no me dejó tranquilo, motivándome a investigar cómo y con qué dinero el síndico Franco Badía lograba pagar al personal y realizaba sus operaciones de limpieza y ornato de la ciudad. Los arbitrios no daban para todo eso.
Laboraba como reportero del emblemático noticiero Radio Mil Informando que dirigían don Joaquín Jiménez Maxwell, director general de la emisora Radio Mil; don Víctor Melo Báez, director de prensa y Nelson Marrero, subdirector.
El conflicto entre el síndico Franco Badía y el gobierno central se agudizó (al parecer fruto de la lucha de tendencias en el PRD). En un encuentro con reporteros éste se vanagloriaba de los esfuerzos que realizaba para pagar los compromisos del cabildo. Pero en una de esas ruedas de prensa pregunté a Franco Badía si era cierto que tomaba dinero a prestamistas para pagar la nómina del cabildo y cubrir otros compromisos. Éste casi salta de su sillón, y en respuesta exclamó:
-«Pero bueno, ¿y de dónde tú sacas eso? Yo creí que tú eras mi amigo…este hombre fue mandado por el enemigo…». Aunque hizo algunos comentarios sobre su gestión, no respondió la pregunta. Después de esto, cada vez que yo levantaba las manos para preguntar en las ruedas de prensa, Franco Badía pedía en tono jocoso a su asistente, el entrañable amigo, doctor Bolívar Reinoso, que indague primero lo que yo iba a preguntar–¿Mira a ver qué este hombre va a preguntar…no vaya a ser cosa…?».
La información sobre el origen de los recursos usados para pagar en el ayuntamiento me lo había revelado de manera involuntaria un empleado del área de finanzas de la corporación edilicia, a quien me acerqué para indagar sobre las recaudaciones por el cobro de arbitrios, a fin de confirmar si eran suficientes para el pago de personal y de las operaciones de la entidad.
Tras facilitar copias de algunos documentos, éste me dijo que un prestamista amigo del síndico le facilitaba dinero a bajos intereses y que el doctor Franco Badía lo pagaba cuando el gobierno entregaba los subsidios. De ahí nació la expresión: «Yo soy un mago de las finanzas…»-
La agudización de la situación llegó a un nivel que ya Franco Badía no quería dejarse ver de los periodistas y comenzó a rehuir de la prensa, no obstante que le mostraba afectos. Buscó evadir que preguntáramos sobre las alegadas desavenencias entre su gestión en el cabildo, el gobierno de Guzmán y los hermanos Sánchez Baret.
En tanto eso ocurría, mis jefes en la emisora me exigían que consiguiera una entrevista con el síndico, quien no acudía en horas de la mañana a su despacho y había optado por trabajar en oficinas fuera del cabildo.
Un empleado me dijo que si quería ver al síndico tenía que esperarlo después del mediodía en el pasillo de la primera planta del Palacio Municipal, en el Centro de los Héroes (La Feria). Señaló que éste entraba subrepticiamente por allí a esa hora para no encontrarse con los periodistas.
Expliqué la situación a mi director de prensa, Víctor Melo Báez, y éste me dijo que lo esperara. Así lo hice. Un día aguardé hasta que apareció poco después del mediodía cuando llegaba acompañado de su séquito personal. Traté de acercarme y cuando me vio fue como si se hubiera encontrado con un demonio. Corrió apresurado hacia el ascensor seguido de las personas que les acompañaban, mientras vociferaba.
Entró raudo al ascensor y yo me colé junto a él, y éste con gesto amable me dijo: -«Con ustedes no hay quien pueda». Le acompañé hasta su despacho y allí me explicó la causa por la cual no quería dar declaraciones a la prensa. Apuntó que les estaban causando serios problemas en sus relaciones con el gobierno del presidente Guzmán.
Pero a modo de complacerme tuvo el gesto de adelantar otras informaciones sobre sus proyectos en el ayuntamiento. –»Para que no te vayas sin nada», me dijo. Relaté lo sucedido en la redacción y el director Melo Bárez, que tenía una extraordinaria intuición periodística, me pidió redactar una nota jocosa del hecho. Luego, la extraordinaria voz del fenecido maestro de la locución, Buenaventura Bueno Torres, imprimió al texto que escribí una dimensión humorística que impactó en la amplia audiencia del noticiero Radio Mil Informando:
-Y cuando el síndico Franco Badía vio al reportero de Radio Mil comenzó a correr: ¡Periodistas, vienen los periodistas…cooorrran…!
Me dijeron después que Franco Badía se había molestado conmigo, que estaba «como el diablo» por esa noticia cargada de jocosidad. Pero parece que no fue así, ya que éste siguió dándome el mismo trato, la misma cortesía y amabilidad de siempre.
Ahora es el Partido Revolucionario Moderno (PRM) el que está en el poder. Preocupa a algunos sectores que en este interregno de la vida política se observan visos de luchas grupales similares a las de los perredeistas, y entonces viene la pregunta, ¿resurgirá de nuevo en este nuevo partido la odiosa lucha de grupos disfrazada de debates democráticos que arruinó al PRD?
Es solo una pregunta periodística…!cooorrran!
ere.prensa@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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