A Pleno Sol
La República Dominicanas es zarandeada por profundas crisis, que de no enfrentarse la llevará al colapso. No son los viejos problemas de desavenencias sociales que superviven desde la caída de Trujillo. Ahora se ciernen sobre el país las profundas raíces de una sociedad mal diseñada, sin un camino abierto por delante.
De viejo y sin solución es la miseria extrema, los barrios marginados, el abandono casi total del campo, la perdida de fe de las nuevas generaciones y un conformismo absurdo de los viejos. Se entra al siglo 21 y los patrones no cambian, pero los males toman formas monstruosas.
Pero ahora, con estos estertores tradicionales a hombro, hay que hacer frente, a los golpes instantáneos, a lo que trae la hora. La guerra entre los rusos y los ucranios ha debilitado todas las economías del mundo, y sus efectos periféricos ahogan a las naciones del tercer mundo, incluyendo a la República Dominicana.
Los subsidios anunciados por el presidente Luis Abinader son vitales para mantener a flote la economía popular, sobre todo en el área de los comestibles, las medicinas y los servicios. Sin una asistencia gubernamental estos renglones tendrían precios y tarifas difíciles de ser adquiridos por casi la totalidad de la población.
El subsidio de ahora es para tratar de mantener precios y tarifas congelados. Con el descalabro de la economía global ningún subsidio puede ser un bálsamo para sanar enfermedades, a lo más que puede llegar es a minimizar los daños. Lo peor no ha llegado, y hay que tomar medidas de prevención.
Pero la aplicación de subsidios tiene que tomar en cuenta las importaciones y la producción local. Si bien los gustos de todos los dominicanos pecan y huelen a lo exógeno, no hay dinero para pagar lujos, impulsados por la televisión vía satélite y el internet.
Tiene que haber una clara lista de productos que tienen que ser protegidos, de servicios a los que hay que darle la mano, y mantener una estricta vigilancia para que se apliquen correctamente-. No se trata de hacer más ricos a los comerciantes, y someter a un mayor apretón de la correa a los usuarios.
Hay un tema que desde el gobierno tienen solucionar sin parcialidades. Los dueños de colmados se quejan de que las tarjetas de subsidio social se entregan en una gran proporción a los supermercados, y quieren un mayor beneficio de lo que para ellos es una transacción comercial y para los consumidores un alivio.
En los colmados florecen la especulación, el agiotismo, los precios altos. Para facilitarle que comercien con las tarjetas sociales, tienen que comprometerse a cumplir con líneas de calidad y respetar los precios. Si no reúnen estas condiciones, no deben ser integrados al programa. No se trata de dar beneficios a nadie en particular, sino de proteger a los más necesitados. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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