De repente, todos nos volvimos virólogos, microbiólogos e inmunólogos!. El afán de supervivencia nos forzó a indagar en lo que nunca nos había interesado, ms allá del futbol y las estrellas del espectáculo. La fiesta y la jodedera constante se apaciguó por algo más serio y espeluznante que, como esa canción “despacito”, viajó por todo el mundo y llegó hasta la puerta de nuestras casas y…las cerró.
De repente, todos nos volvimos farmacéuticos, y, sin tener licencia, repartimos recetas a diestra y siniestra sin importarnos que alguien se envenenara víctima de nuestros menjurjes. Hermelinda Linda, aquella famosa hechicera de las historietas mexicanas, estaría envidiosa de ver como el COVID 19 ha disparado la imaginación de la gente.
De repente, las gárgaras de vinagre con leche de burra o del bicarbonato de sodio con limón, se hicieron en las gargantas de millones. Se vaciaron las reservas del aceite de coco, jengibre, vick vaporub, eucalipto y alcanfor. Se mezclaron hasta con lo inimaginable; ron de 151 grados de alcohol, agua de lluvia recogida del zinc, orines de recién nacido, entre muchas pero muchas otras cosas.
De repente, nos volvimos histéricos y ahora pensamos, diez veces, dónde colocaremos las manos o peor aún, dónde las pusimos antes. Quisiéramos flotar para no tocar nada, si pudiéramos dejar de respirar sería hasta más saludable.
De repente, dejamos de besarnos. La distancia se ha vuelto parte de una nueva cultura que abriga el chino, africano o todo el terrícola ya clasificado de cualquier parte del planeta. Tocarnos, ya es un asunto de vida o muerte, y no es que antes haya sido distinto, lo que sucede es que, de repente, alguien se dio cuenta…y corrió la voz.
De repente, el mundo se volvió loco!. Nos trancamos en nuestras casas y ya nadie…salió jamás!. Las calles quedaron vacías y, de vez en cuando, se ve a alguna “persona normal” caminando por ahí.
De repente, hubo un humor mórbido, un humor negro que tropezaba y saltaba sobre los cadáveres de los caídos, aquellos que no resistieron el empuje de los vientos en sus pulmones. Aquellos, que se rebelaron al nuevo orden y se negaron a cambiar “la normalidad” del mundo. Esos, fueron lanzados a una fosa sin nombre y sin derecho a ser recordados.
De repente, hubo confusión y todos abrigamos el miedo a cambio de la incertidumbre vivida hasta ese día. Nos olvidamos del azar y de los miles de riesgos vividos a conciencia. Alguien nos dijo, cuidado! Y todos, como si hubiésemos estado soñando, de repente, despertamos.
De repente, nos volvimos expertos en estrategias globales y elaboramos toda clase de teorías que dan explicación a los cambios generados ya que, en el fondo, aun abrigamos ese espíritu libre y aventurero que no se acostumbraba a navegar de habitación a habitación.
De repente, la culpa se hacía a un lado y regresaba al otro. “Una lógica” conducía a los chinos mientras la “otra” a los gringos. La tercera guerra mundial había comenzado dejando miles de muertos…sin un solo disparo.
De repente, estamos embobados hablando de lo mismo minuto a minuto por días y semanas. La plaga vuela y ocupa el lugar de Dios…esté en todas partes.
De repente, nos asustan con sentenciarnos a muerte, como si acaso no estábamos sentenciados desde antes.
De repente, nos muestran que todo lo que teníamos era puro aire y que ahora, ni a eso tenemos derecho.
De repente, me veo escribiendo lo mismo día tras día, noche tras noche. Me han contaminado hasta el alma y ya no podré descubrirme cuando muera.
De repente, han manipulado mi conciencia pero se olvidaron que los piratas no tienen bandera, no tienen puertos, ni siquiera una mañana que los espere. Van como el vaivén de las olas…hacia playas serenas.
De repente, nos darán el antídoto y todos estaremos agradecidos de volver a nuestra vida “normal de esclavos.” Nadie aprendió nada…todos los muertos fueron en vano. Desde lo alto, alguien nos llama, más como siempre…nadie escucha.
Todo volvió a ser como siempre, si, así de repente. Salud!. Mínimo Caminero.
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