Roma (FAO-África oriental está sufriendo una infestación masiva de langostas del desierto que está privando a las familias del sector agrario de alimentos e ingresos y supone una amenaza para la seguridad alimentaria de millones de personas en toda la región. Y el número de langostas sigue creciendo.
En emergencias de este tipo, matar a las langostas con plaguicidas se convierte en un mal necesario para limitar la crisis y evitar que los enjambres sigan multiplicándose exponencialmente. Tradicionalmente, los plaguicidas químicos han sido el único método eficaz para luchar contra las infestaciones muy graves de langostas del desierto. Y dado que son los que más rápido actúan, siguen siendo una herramienta esencial en casos extremos como las infestaciones actuales a gran escala que afectan a la región del Gran Cuerno de África.
No obstante, los bioplaguicidas naturales ofrecen una alternativa progresivamente más fiable y menos dañina para luchar contra los brotes de langostas del desierto antes de que alcancen niveles de crisis. También ofrecen una solución para tratar brotes en ecosistemas frágiles.
“Hemos estado usando bioplaguicidas para luchar contra la langosta del desierto y son una herramienta excelente para tratar pequeños grupos iniciales antes de que formen bandadas enormes de saltones,” afirma Keith Cressman, experto en langostas de la FAO.
“Se trata de un insecto que se multiplica 20 veces cada tres meses con cada nueva generación, por ello es fundamental que nos concentremos más bien en intervenciones que puedan alterar el ciclo de reproducción. Y observa: “recurrir a una herramienta ecológica eficaz que agricultores y gobiernos puedan utilizar en cualquier entorno tiene sentido en este momento.”
Funcionamiento de los bioplaguicidas
Tal y como su nombre indica, los bioplaguicidas readaptan los propios instrumentos de la naturaleza y los utilizan contra las plagas. Los microbios son un conjunto muy conocido de herramientas biológicas. Se trata de bacterias, hongos y virus que afectan a los insectos. En concreto, los hongos de la familia Metarhizium acridum han demostrado su eficacia en la lucha contra las langostas, matando saltones y adultos en tan solo una o dos semanas.
Las marcas comerciales usan este tipo de hongos en sus productos en polvo. Estos productos se mezclan con aceite y se rocían en los campos desde aviones o camiones. A continuación, el hongo atraviesa la capa dura exterior de la langosta y comienza a alimentarse del insecto, mermando su energía. La langosta comienza a debilitarse en los primeros tres días, se aletarga, se alimenta menos y finalmente muere.
El aceite utilizado en la preparación del plaguicida biológico suele ser gasóleo, aunque también se puede utilizar aceite vegetal. Pero dado que no se usa más de 1 litro de aceite por hectárea de tierra, los estudios sobre campañas de tratamiento previas no han detectado ningún efecto medioambiental negativo.
“Obviamente es mejor utilizar aceite vegetal, pero el gasóleo parece una mejor opción a la hora de evitar que se obstruyan los pulverizadores. Y sin duda sigue teniendo mucho menos riesgo para el medio ambiente que los plaguicidas químicos,” dice Cressman.
¿Qué beneficios aporta?
Una ventaja importante de los bioplaguicidas es que están diseñados para afectar solo a tipos concretos de insectos. Eso significa que usar bioplaguicidas para luchar contra la langosta del desierto no afecta a otros insectos “buenos”, que podrán seguir polinizando plantas y apoyando al ecosistema local con normalidad.
Además, puesto que los bioplaguicidas no dañan al resto de la flora y fauna silvestres ni tienen efectos negativos para las plantas, pueden utilizarse en reservas naturales, humedales y otras zonas con masas de agua.
Obstáculos para el uso más generalizado
Es cierto que los bioplaguicidas tardan más tiempo en surtir efecto que los agentes químicos convencionales. Con lo cual, en casos extremos, no se pueden usar como sustitutos de la pulverización convencional, que mata al insecto en menos de la mitad de días. Por ende, los bioplaguicidas funcionan mejor cuando se integran en estrategias integrales de lucha, que se conciben para prevenir y no tanto para remediar brotes a gran escala.
La costumbre y la conveniencia son otros obstáculos que se interponen en su uso más generalizado, pero según los expertos tampoco son obstáculos insuperables.
“Muchos agricultores están acostumbrados a comprar un plaguicida químico que pueden utilizar contra múltiples plagas a lo largo del año,” afirma Alexandre Latchininsky, un experto en langostas de la FAO especializado en opciones de lucha. “Con los bioplaguicidas los agricultores tienen que comprar distintos tipos de productos para luchar contra plagas diferentes, de modo que se exige un cambio de costumbres. Además, los bioplaguicidas son más complicados de usar en lo que respecta a su transporte, almacenamiento y combinación. Todo ello exige mayor formación que el uso de plaguicidas convencionales. Tanto los especialistas como el público en general deberían estar adecuadamente informados sobre este cambio de paradigma de los medios de cura a los de prevención.”
La prevención está cobrando mayor importancia con el cambio climático, el cual probablemente causará más ciclones y lluvias torrenciales, creando el caldo de cultivo ideal para los saltones. La crisis actual de langosta del desierto es un buen ejemplo de ello. Comenzó en la península arábiga después de que se produjeron dos ciclones en 2018, y posteriormente los enjambres empezaron a propagarse y multiplicarse rápidamente por toda la región.
En el futuro, los bioplaguicidas desempeñarán un papel importante en las estrategias de seguimiento de fenómenos meteorológicos peligrosos de esta naturaleza y de introducción de tratamientos preventivos en las fases iniciales de un brote. Esto permitiría, en buena medida, evitar las crisis a gran escala como la que experimenta actualmente el Cuerno de África, así como salvaguardar la seguridad alimentaria de millones de personas.
http://www.fao.org/fao-stories/article/es/c/1268480/
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